n los últimos tiempos, estamos asistiendo en Navarra a una avalancha de megaproyectos de parques eólicos, fotovoltaicos, macrogranjas, redes elécricas... impulsados por iniciativas privadas con la aquiescencia de la Administración foral que, con más de 82 expedientes activos en estos momentos, ha aprobado recientemente el Decreto-Ley Foral 1/2022, de 13 de abril, por la que se simplifican los tramites de evaluación ambiental.

Amparándose en la excusa de la emergencia climática y energética, los gobernantes se están lanzando a una carrera desenfrenada por situar a nuestra Comunidad a la cabeza de la generación de energías renovables. El objetivo, dicen, es convertir a Navarra en la Arabia Saudí de las renovables.

Sin embargo, pese a todas las proclamas que se hacen por sustituir las energías de origen fósil por energías limpias, ante las claras muestras de su agotamiento siguen vigentes todos los procedimientos clásicos de extracciones mineras y de hidrocarburos (sin ir más lejos aquí tenemos el proyecto de Magna en Artesiaga). En estos momentos, el 90% de la energía primaria que se produce se sustenta en el petróleo, gas, carbón y uranio. La electricidad, que es la forma energética más susceptible de estar basada en renovables, supone únicamente el 20% de la energía consumida.

En un contexto de crisis económica, energética, climática y social, los poderes económicos han reorientado sus movimientos para compaginar acumulación, garantizar su crecimiento económico y sus tasas de ganancias, con la lucha contra el cambio climático y el agotamiento de las fuentes energéticas de origen fósil.

La alternativa que han puesto en marcha no es otra que la de capitalismo verde y digital, en donde los megaproyectos juegan un papel esencial. El objetivo es convertir una situación de emergencia climática y social en nicho de negocios.

Tratan de salvar la economía capitalista, sin modificar el sistema global de mercado, sin que desaparezca la idea central del máximo beneficio como motor económico, apostando por las energías renovables y, por supuesto, bajo la total iniciativa de las empresas privadas, únicas que pueden liderar esta transformación. Las administraciones públicas se limitan, como hace la Administración foral, a poner todo tipo de facilidades y a aplaudir con las orejas.

Sin embargo, los datos existentes confirman que estos supuestos esfuerzos por avanzar hacia una transformación energética verde y limpia no están suponiendo un freno real al deterioro de nuestro ecosistema. Así, nos encontramos en el año 2022 con que no se ha conseguido disminuir en nada las concentraciones de gases de efecto invernadero, sino todo lo contrario, se emite un 60% más de CO2 que en 1990. El calentamiento global del planeta está alcanzando cotas extremas, cobrándose un alto precio en vidas humanas y socavando gravemente el bienestar de las personas.

Estamos inmersos en el comienzo de una pandemia alimentaria. Y el número de personas desplazadas de forma forzosa a nivel mundial por causa de la violencia, la pobreza y los efectos del cambio climático, superan los 84 millones. Las guerras, lejos de desaparecer, se producen con mayor intensidad, extremadamente ligadas a los recursos energéticos y alimenticios (invasión de Ucrania). La económica capitalista verde y digital no solo no reduce el consumo de energía y materiales, sino que lo aumenta exponencialmente en bienes escasos y estratégicos.

Este desolador panorama, definido por diversos autores, como de “tormenta perfecta”, no es producto del “fracaso de la humanidad” como afirma el secretario de la ONU, António Guterres, sino de un sistema, el capitalista, empeñado en mantener su régimen de acumulación y crecimiento productivo.

Por eso, se pueden calificar los megaproyectos de parques eólicos y fotovoltaicos, las macrogranjas, las grandes infraestructuras como el TAV... como instrumentos preferentes que, mediante la apropiación de comunales, tierras y bienes naturales, buscan la acumulación del capital, causando daños irreversibles al medio ambiente, a la naturaleza y, en suma, a la vida de las personas.

Se trata de una huida hacia delante que, lejos de suponer solución alguna a la crisis climática y energética, lo que producen es un empeoramiento de las condiciones de vida de la población, con una mayor incidencia en los sectores feminizados, desfavorecidos económicamente, dependientes, migrantes...

Por todo ello resulta imprescindible la confrontación social con estos megaproyectos. Es necesario poner en valor la prioridad de la propiedad común, los comunales; la primacía de la satisfacción de las necesidades colectivas; la mitigación de impactos y la relación con el entorno y los ecosistemas como valores fundamentales; la planificación democrática del territorio como herramienta prioritaria de decisión.

Tanto el Gobierno de Navarra como el del Estado español no están a la altura de encabezar esta necesaria respuesta a las maniobras del capitalismo verde, situándose en su estela, acompañando y favoreciendo su desarrollo. Necesitamos otras políticas públicas que defiendan a la población de las maniobras por privatizar y apropiarse de bienes comunes como son el suelo, el aire, el sol, y sus capacidades de generar energías limpias y renovables.

Necesitamos crear en los pueblos y en los barrios, organizaciones ciudadanas que se empoderen para generar y consumir sus propias fuentes energéticas, decidiendo de forma democrática como consumir menos, pero garantizando que nadie se quede sin alcanzar los mínimos vitales necesarios para vivir.

Necesitamos movilizarnos y ganar las calles para gritar bien alto y claro que no queremos este capitalismo verde, que no es ninguna alternativa a la situación de emergencia generalizada que vivimos. Que existe otro modelo respetuoso con el medio ambiente y con las personas, que parte de la premisa de que disponemos de medios finitos que no pueden garantizar un crecimiento infinito, pero si un reparto equitativo garantizando una vida digna para todas las personas.

Este es el reto del próximo 28 de mayo, en las calles de Iruñea, a las 18:00 horas en la Plaza del Castillo, al que invitamos a todos los colectivos, organismos y a la ciudadanía de toda Navarra para dar un paso en la lucha, ni más ni menos, por la vida, nuestra tierra y el planeta. l

Os esperamos.

*Plataforma NEETEN (Nafarroako Energia Eraldatzen / Transformando la Energía de Navarra)

Nos encontramos en el año 2022 con que no se ha conseguido disminuir en nada las concentraciones de gases de efecto invernadero, sino todo lo contrario

Tanto el Gobierno de Navarra como el del Estado español no están a la altura de encabezar esta necesaria respuesta a las maniobras del capitalismo verde