La frontera de Melilla con Marruecos fue escenario la semana pasada de un episodio trágico. La peor versión del ser humano. Al menos 23 migrantes, según los datos oficiales facilitados por Marruecos, murieron asfixiados, aplastados o como consecuencia de las heridas sufridas por las autoridades en un intento de salto de la valla fronteriza.

Las fotografías e imágenes grabadas y transmitidas por ONGs humanitarias que trabajan en la zona, algunas de las cuales elevan la cifra de muertos a 37 personas, nos muestran como algunos jóvenes agonizaron sin que nadie les socorriera. La peor foto para una Europa que parece perder sus valores y su humanismo en la frontera sur.

Y un Gobierno que dice llamarse “progresista” no debe calificar un asunto tan infame como “bien resuelto”. Las palabras de Pedro Sánchez fueron desafortunadas a todas luces. Los pobres de entre los pobres también merecen respeto y empatía.

No estamos ante un hecho aislado, lo que se vive en Melilla también se vive de otra manera mucho más cerca de aquí, en el Bidasoa, donde subsaharianos/as se juegan la vida para pasar la muga. Donde el drama de morir ahogado es ya una realidad.

En la sesión de control de esta semana en el Congreso, el diputado jeltzale Iñigo Barandiaran ha deplorado ante el ministro de Interior que la muerte de personas migrantes en tránsito en una frontera externa de la Unión Europa es “inaceptable” y en una frontera interna es “simplemente indefendible”.

Durante su intervención, el propio Barandiaran ha recordado que el Bidasoa es “uno de los puntos más negros de las fronteras internas europeas”, con hasta nueve muertes desde abril del año pasado; la última el 18 de junio. El diputado jeltzale también sacó a colación “la falta absoluta de respeto a los derechos fundamentales” en la intervención policial marroquí en el intento de salto a la valla de Melilla del pasado viernes: “Lo que ha sucedido no se puede repetir y mucho menos justificar por parte del presidente del Gobierno”.

Los movimientos migratorios van a continuar, tanto en el Bidasoa como en la valla de Melilla, es por ello que Europa debe prepararse para dar una respuesta digna y acorde a los Derechos Humanos para todas las personas que lleguen con sus sueños y anhelos a nuestras fronteras.

Para millones de africanos/as, intentar trasladarse a otro país es la única manera de lograr mejores oportunidades económicas y sociales o tener un futuro más seguro. Así, no es casualidad que los grandes motores económicos africanos –Nigeria, Sudáfrica, Etiopía o Costa de Marfil– sean los lugares que más flujos migratorios reciben. En esa misma línea, los países con importantes conflictos o crisis abiertas, caso de Sudán, la República Democrática del Congo o Somalia, tengan flujos de personas que intentan salir de allí.

De Sudán precisamente eran las personas que intentaron pasar a Melilla. La población sudanesa, machacada por largas y penosas rutas migratorias, han sido protagonistas de los últimos saltos. Desde 2019 se ha disparado el número de nacionales de este país que ha buscado refugio en Europa.

Según National Geographic, “precisamente el 2019 fue uno de los años donde el continente africano sufrió las olas de calor más fuertes e intensas desde 1981. Las olas de calor se registraron en las zonas donde están las mayores ciudades y hay más población humana”. Estas olas de calor traen consigo pérdidas en el campo y la ganadería, también escasez de agua para consumo humano. El hambre se acentúa. Con la guerra de Ucrania, granero del mundo, todavía más. Esto ya se nota en el continente africano. Y las personas buscan alternativas en sus vidas. Lo que haríamos todas y todos.

Las personas que intentan llegar a Europa son en realidad una minoría, la mayoría migra dentro del propio continente: llegar a Europa es un viaje peligroso y caro. Otro factor llamativo es la inexistencia de grandes rutas migratorias que vayan del África subsahariana al norte del continente. El Sáhara actúa como importante barrera geográfica que lleva a buscar otras salidas a aquellas personas que desean emigrar, y solamente es una vía para aquellos que, de forma clandestina, tratan de llegar de países del Sahel a lugares como Libia, Argelia o Marruecos para tratar de llegar a Europa, aunque a nivel proporcional son pocos.

Estas personas que llegan de manera clandestina al norte de África para intentar saltar a Europa han pasado enormes calamidades. Han apostado todo su patrimonio y proyecto vital en estas rutas. Rutas del horror y la esperanza. Las duras imágenes que vemos en el Bidasoa, en Melilla o en el Mediterráneo van a continuar.

Consciente de esto último, el diputado de EAJ-PNV Iñigo Barandiaran ha recordado esta semana la iniciativa del Grupo Vasco que el Pleno del Congreso aprobó el 2 de febrero de este mismo año que instaba al Gobierno español a impulsar corredores humanitarios de personas migrantes en tránsito en la Unión Europea y que pedía algo tan simple y básico como “humanizar a las y los migrantes y que incluso cuando sean perseguidos, detenidos o deportados se respeten sus derechos fundamentales”. Europa debe humanizar las fronteras, internas y externas, no podemos externalizar el control migratorio al uso de la fuerza y la violencia. Todos los derechos para todas las personas. l

El autor es burukide de EAJ-PNV Nafarroa y concejal de Geroa Bai en el Ayuntamiento de Zizur Mayor -Zizur Nagusia