“Cuando teníamos todas las respuestas, de pronto nos cambiaron todas las preguntas”, frase atribuida al poeta Mario Benedetti y él dice que la leyó en un grafiti de un muro de Quito. En un mundo cambiante, conforme vas respondiendo a tus propias preguntas, continuamente surgen otras nuevas, lo que hace que te veas incapaz de tener la más mínima certeza. Todo cambia y fluye a la velocidad de crucero, tu propio devenir, tu ritmo de vida es incapaz de adaptarse a tantas modificaciones, tantos imprevistos. La duda permanente se instala en tu interior y ya a nadie crees, a nadie consideras con la suficiente autoridad como para seguirle y amarrarte a unas reflexiones estables. Todo se convierte en reflejos de seguridad, retazos de certezas que no se unen unas a otras, que no encadenan un discurso coherente, fijo y sólido. ¿Qué hacer entonces? Resumiendo mucho, podemos observar cinco tendencias, formas diferentes de pensar, de afrontar tanta incertidumbre. Son actitudes ante la vida a las que tiende uno a agarrarse para que le dé ese destello de seguridad que parece no encontrarse.

Hay quien va por la vía del individualismo llevado al extremo, creyéndose el centro del mundo y el poseedor de la verdad, uno mismo se crea su propia ideología, su propia religión. Esta actitud busca de esta manera, generar seguridad reafirmándose continuamente en lo propio, rechazando toda influencia ajena porque la consideran una invasión y pérdida de la identidad pura. Su radicalidad hace que sean personas con las cuales el entendimiento se vuelve muy complejo. En cuanto otra persona les habla ya se palpa la diferencia insalvable y la conversación se vuelve en monólogos cerrados. Su ventaja es que se valen a sí mismos, no necesitan de nadie más por lo que tampoco perciben la incertidumbre.

Si, por el contrario, se hace dejación de la individualidad y se decide hacer seguidismo de un grupo político, social, artístico o religioso, se termina poniendo voz al pensamiento colectivo, dejando de ser uno mismo, solo se ve el error y la confusión fuera del pensamiento que cobija. En esta opción se deja de cuestionar lo que el grupo decide, se va a muerte con ello y con ellos. Se genera así, la sensación de seguridad que da estar arropado por el colectivo. Es una actitud cómoda, piensan por ti, no te cuestionas nada de lo que dice el grupo. Quizá conlleve a la larga, la pérdida personal del pensamiento crítico, científico y artístico.

Luego están los que directamente no piensan, no quieren pensar, no se cuestionan nada y no entran en ningún tipo de discusión ni debate. Su vida parece tranquila, sosegada, sin sobresaltos, nada parece alterarles. Sus conversaciones suelen ser sobre temas banales, no son capaces de ahondar más. Hay quien acaba así sus días, sin mayores pretensiones y puede que hayan conseguido un equilibrio en sus vidas. Pero los hay también que conforme van tomando conciencia de su finitud, entran en una crisis existencial en la última etapa de la vida, siendo su final, que suele durar años, un doloroso arrepentimiento por la vacuidad vivida.

Otra actitud que hay es la de los de pensamiento tipo collage, cortan y pegan frases sueltas, pensamientos sacados de contexto, reflexiones breves y las hacen suyas, sin mayor análisis ni cuestionamiento. Son personas fruto de los libros de autoayuda, enganchados a las citas. Se agarran a las reflexiones cortas de los gurús del pensamiento y la comunicación para crearse su propia seguridad, siempre hay quien responda a una nueva pregunta que podrán hacer suya. Es una actitud que rehúye de la discusión, del debate profundo, no lo necesitan.

Y los hay los del pensamiento gastronómico, como los nuevos cocineros, mezclan sabores y procedencias diversas desde una base local. Es una actitud que fomenta el maridaje, el mestizaje y la diversidad, el coger una cosa de aquí, otra de allí y fusionar a ver qué sale. Suele ser un pensamiento diverso, difícil de clasificar, abierto a lo propio y lo ajeno, lo cercano y lejano. Es una actitud que puede percibirse como contradictoria y algo confusa, es más, se tiende a calificarles de raros porque resulta difícil ubicarlos ante tanta pluralidad. La sensación de seguridad la adquieren en el roce, en la convivencia, en los encuentros. Las visiones y las respuestas son de tal variedad que siempre acaban arropando, si no es una es la otra.

La actitud que tomemos ante la vida puede ser una de estas o puede ser otra o una mezcla de ellas ya que pueden surgir infinitas posibilidades, quizá tantas como personas. Habrá momentos en la vida que seamos más individualistas y otros más grupales, etapas que dejaremos de pensar por salud y otras que haremos acopio de recomendaciones. Hasta puede que acabemos fusionando todo, con la consecuencia del lío mental que acarrea. El caso es convivir desde el respeto e intentar enfocar cada pregunta que nos va surgiendo, que nos va cambiando, para intentar vislumbrar una respuesta que sabemos pasajera, como pasajera es la vida misma.