El 23 de julio de 2012 se firmó el acuerdo del Estado español con Europa para recibir la asistencia financiera para rescatar su sector bancario, una vez agotados sus fondos.

10 años después me sigue sorprendiendo cómo llegan los datos sobre la Gran Crisis Financiera de 2007.

Hay una enorme falta de transparencia sobre las medidas que tomaron los distintos bancos centrales. Un problema evidente es el rechazo de la ciudadanía al pago vía impuestos de los riesgos disparatados en que se habían metido sus cajas y bancos. Y los fondos utilizados para rescatarlos fueron extraordinarios: contabilizando solo ayudas de emergencia en el año y medio posterior a la quiebra de Lehman Brothers, un trabajo para el Bundesbank alemán estima en alrededor del 25% de su PIB las ayudas públicas para mantener la liquidez de sus bancos en Alemania, Reino Unido o España, y en el 30% en Estados Unidos.

El caso más conocido de falta de transparencia es el de la FED, el banco central americano, que se resistió hasta el final en dar información sobre sus ayudas. Las peticiones en el Congreso no fueron suficientes, y hubo que llevar su demanda nada menos que hasta el Tribunal Supremo. Publicadas las cifras, la opinión pública descubrió que algo más de la mitad de las ayudas de liquidez de emergencia lo dirigió la FED a bancos no estadounidenses. Grandes bancos británicos, alemanes o franceses rescatados a costa de los contribuyentes americanos, casi nada. El motivo es que estos habían sido los grandes compradores de activos tóxicos generados a partir de hipotecas de muy dudosa solvencia, de modo que rescatándolos se estaba evitando la paralización total de los mercados financieros en dólares.

En Europa la falta de transparencia no ha sido menor. La CNMC (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia), en su último informe anual constata que las ayudas públicas que los distintos países europeos informan como ayudas de Estado durante la crisis se han recalculado, al homogeneizarlos, y los datos cambian sustancialmente respecto a los disponibles solo un año antes. El concepto de ayuda de Estado es más amplio que los criterios que utiliza habitualmente por ejemplo el Banco de España. En el caso estatal, el recálculo hace que las ayudas para recapitalización, rescate y similares, que son las más estructurales y con más difícil recuperación, pasan de 94.000 millones de euros a más de 110.000, en términos de PIB, del 9% al 11%. Y el sonrojo es máximo en el caso de Alemania, porque se pasa de algo menos del 6% al 16%.

Es difícil de entender cifras comparativas tan cambiantes sobre una crisis global brutal.

Por otro lado, respecto a los riesgos en los distintos mercados, la situación actual, no solo en los últimos años de pandemia y guerra en Europa, se viene calificando como incertidumbre radical, en el sentido de que es muy difícil dar probabilidades a los distintos escenarios. Incertidumbre a la que sin duda contribuye la falta de transparencia.

¿Este problema de falta de transparencia y de incertidumbre es algo externo, o es algo que nos afecta directamente en nuestro entorno laboral y empresarial? ¿Es necesario tomar medidas también en nuestras empresas? ¿Qué podemos hacer nosotros y nosotras? Un gran economista financiero, Mervin King, que fue gobernador del Banco Central británico durante la crisis financiera, respecto a cómo evitar nuevas crisis, afirma que él confía, no en la regulación, aunque esta sea imprescindible, sino en modificar los comportamientos de las empresas, de la ciudadanía y de los reguladores. Él habla de una revolución intelectual que cambie la forma de gestionar la dinámica riesgo-rentabilidad de las empresas. King se refiere a las instituciones financieras, pero el mensaje es general: para nuestras empresas, en ese marco de incertidumbre radical, dos claves de éxito son su aversión al riesgo, es decir, la calidad de sus decisiones a la hora de valorar y controlar los riesgos, y, aunque sea contradictorio, su rapidez de cambio y adaptación a las nuevas circunstancias en los mercados.

¿Hay recetas para controlar el riesgo en las decisiones a la vez que acelerar la adaptación para aprovechar oportunidades y defenderse de amenazas? No existe una solución única, pero las personas que hemos vivido dentro de una cultura cooperativista identificamos la creación de una cultura de confianza en la empresa como un elemento clave para el éxito en aspectos como la innovación o la rapidez en la toma de decisiones o en la respuesta al cliente.

El empoderamiento, el cambio en los procesos de decisión de modo que haya una participación y aportación real de todos los trabajadores, exigen confianza y transparencia radical, un gran esfuerzo comunicativo dentro de las empresas. Las jerarquías tradicionales, el ordeno y mando, los silos organizativos…, todas las restricciones en la información frenan el valor añadido de las personas y de los equipos de trabajo, y con ello frenan la innovación y el cambio. Un lema para este tiempo de incertidumbre puede ser: “Es tiempo de la economía de cooperación”.

Independientemente de la forma jurídica, sean empresas por capitales o no, la participación y capacidad de decisión cara a las decisiones inmediatas en el puesto de trabajo, en las tomadas dentro del equipo, o en los proyectos corporativos, es una demanda de la competitividad. Y tenemos referentes, como el Modelo inclusivo participativo de empresa que está impulsando, con otros agentes, la Fundación Arizmendiarrieta, sobre los que reflexionar para encontrar soluciones nuevas para mejorar la competitividad de nuestras empresas.

Insisto en la necesidad de transparencia en la empresa. El presidente de una de nuestras grandes empresas, muy endeudada en la época de crecimiento, explica su éxito para superar su crisis diciendo que “nunca habíamos informado tanto, nunca habíamos preguntado tanto” como claves para poder tomar decisiones difíciles, pero consensuadas, en momentos de enormes incertidumbres. Y si cada empresa es más resistente a las crisis, aumenta la capacidad de resistencia del conjunto de la economía del país. La transparencia como herramienta para la cooperación dentro de la empresa puede ser una excelente lección derivada de estos más de diez años de crisis.

El autor es profesor de Finanzas en Deusto Business School. Miembro de Fundación Arizmendiarrieta