El revisionismo histórico sigue al acecho. Lo que no extraña. Nunca se fue dicha lacra que empaña la aproximación analítica a ciertos hechos relacionados con Navarra durante la Guerra Civil. Incluso, se dice, ahora, que en Navarra sí hubo frente de guerra. Lo sostienen quienes defienden una memoria equidistante con relación a la responsabilidad criminal de los hechos ocurridos en 1936, y que, mayormente, son herederos ideológicos de alguno de los partidos políticos que llenaron de sangre los pueblos de Navarra.

Aclaremos el entuerto terminológico empezando por definir lo que se entiende por frente de guerra. Según la jerga militar, en un conflicto armado es una frontera reivindicada por fuerzas opuestas. Lo contrario es la retaguardia. Frente de combate o de batalla es el que ocupa una de las unidades componentes del ejército en el orden del combate y lucha contra el otro a brazo partido con todo tipo de armamento. Así que no parece que este frente de guerra tuviera jamás lugar en Navarra.

Digámoslo claramente. Quienes han defendido con mayor entusiasmo y fuerza testimonial que Navarra nunca fue un frente de guerra fueron, precisamente, los carlistas de El Pensamiento Navarro, los falangistas de Arriba España y los conservaduros de Diario de Navarra, cuyas hemerotecas nunca reconocieron la existencia de un frente de guerra navarro.

Así que, a quienes habría que reconvenir por sostener que en Navarra no hubo frente de guerra, tendrían que ser los directores y periodistas de esos periódicos por afirmar sin desmayo que Navarra jamás fue un frente bélico.

Primero. En las crónicas de guerra reproducidas en esos periódicos se escribirá "frente del Ebro", "frente de Navafría", "frente de Guadalajara". Más específicamente, tales crónicas vendrán remarcadas por el epígrafe: "De nuestro corresponsal en el frente". Frente cuya ubicación jamás hará referencia a una merindad de Navarra.

Segundo. En los partes de guerra, como boletines oficiales que eran del gobierno golpista de Burgos, Navarra jamás brillará como tal frente. En esos partes, se hablará de los "frentes de batalla", "frente de campaña", "frente de Aragón". Nunca "frente de Caparroso, ni de Tudela, ni de Pamplona, ni de Milagro". Y ello a pesar de que en estas localidades hubo cientos de asesinatos perpetrados por carlistas y falangistas. Sin duda, que a este "frente de guerra", caso de serlo, habría que buscarle otro nombre más específico. Pues es raro que en un frente de guerra solo mueran soldados de un único bando.

Tercero. Las cartas que escriben los soldados navarros a sus familiares las firman "en el frente de guerra", o soldados que "están en la guerra". Como dicen los periódicos señalados, "luchando fuera de nuestra querida Navarra por Dios y por la Patria, y a la que pronto volverán, tras vencer a la horda marxista". En Arriba España hay una sección titulada Correo del Frente. Ninguna carta se remite desde Berbinzana, Sartaguda o Arguedas.

Cuarto. A medida que van muriendo los soldados navarros que luchan contra "los rojos ateos", los periódicos aludidos crearán en sus páginas un epígrafe titulado nuestros mártires en el frente. Nunca dirán que tales mártires fueran muertos o asesinados en Lodosa, Valtierra, Villafranca o en Cascante.

Quinto. Cuando los directores de los periódicos de Arriba España (Yzurdiaga), El Pensamiento Navarro (L. Sanz) y Diario de Navarra (Garcilaso) escriben sobre la guerra son conscientes de estar haciéndolo en un despacho, no en una tienda de campaña de combate, sino lejos del bombardeo y de las trincheras. Lo que escriben vendrá encuadrado en una sección titulada En la retaguardia, y ello para hablar "de lo que pasa en el frente de guerra" que no está aquí, sino allí.

Sexto. En las esquelas que se reproducen los soldados navarros muertos en la contienda, de forma invariable se dirá que cada uno de ellos "murió en el frente", que "murió gloriosamente en el frente", que "dio su vida en el frente", o que "fue muerto en campaña". Nunca se dirá que murieron en la retaguardia de Mélida, Artajona, Marcilla.

Séptimo. Cuando se producen los bombardeos de Pamplona, Lumbier y Tudela, lo más llamativo del discurso de los dirigentes carlistas y falangistas no es que califiquen el hecho como una canallada, que lo era, sino en especial porque "se han bombardeado ciudades que no están en el frente de batalla". Diario de Navarra hablaría de "los asesinados ayer a mansalva por un aviador de la horda sanguinaria en una ciudad abierta, lejos del frente de guerra". Y si lo dice el Diario...

Octavo. Probablemente, el argumento más contundente de que Navarra no fue un frente de guerra lo confirmaría el comunicado de la Junta Regional Carlista firmado por su jefe Joaquín Baleztena cuando dijo que "los carlistas, soldados, hijos, nietos y biznietos de soldados, no ven enemigos más que en el campo de batalla. Por consiguiente, ningún movilizado voluntario, ni afiliado a nuestra Comunión debe ejercer actos de violencia, así como evitar se cometan en su presencia". (El Pensamiento Navarro, el 24 de julio de 1936)

En este sentido, estaría bien saber qué "campo de batalla" o "frente de guerra" fue el de Valcardera, adonde el 23 de agosto fueron conducidos 53 presos de la cárcel de Pamplona y, a continuación, asesinados 52 de ellos (uno consiguió escapar). Si esto es a lo que se llama "frente de guerra", entonces toca callar. Pero nos tememos que el jefe de la Junta Regional Carlista no se refería a un campo de batalla donde una masa de 52 hombres indefensos fueron abatidos por un pelotón armado de carlistas y falangistas tras haberlos sacado de la cárcel, es decir, sin ni siquiera haberlos hecho prisioneros en un campo de batalla, ese al que, se supone, se refería el jefe carlista.

A estas horas, caso de que estas 52 personas hubieran muerto en el frente de guerra y no asesinadas, nadie hablaría de los crímenes de Valcardera. Lo que explicaría muy bien la diferencia existente entre un frente de guerra y una retaguardia asesina.