Las cifras hablan por sí solas. Mientras cerca de mil millones de personas viven en la pobreza y en riesgo de desnutrición en el mundo, 89 millones de toneladas de comida en buen estado se despilfarran cada año en la Unión Europea, lo que supone una media de 179 kg por persona, es decir, medio kilo de comida diario.

En lo que respecta a Navarra, con ocasión de la celebración de la Semana contra el Desperdicio Alimentario celebrada la última semana de septiembre, se daba la cifra de que más de 115.000 toneladas de alimentos terminan al año en la basura, un 42% de las cuales provienen directamente de los hogares. Con dicho motivo, el Gobierno de Navarra, a través del Consorcio de Residuos y el Banco de Alimentos, presentaron en Tudela una exposición que recoge los dibujos de más de 125 estudiantes de Educación Primaria de Navarra sobre la necesidad de actuar contra el desperdicio alimentario y realizar un consumo responsable de alimentos.

Son muy interesantes los datos proporcionados en un estudio encargado por la Comisión Europea Perparatory Study on food waste across EU 27, realizado por BIO Intelligence Service, en el que se viene a decir que las pérdidas y desperdicio se distribuyen de la siguiente manera: el 42% se estima proviene de los hogares, del cual el 60% sería evitable; el 39% de los procesos de fabricación (la mayor parte se considera inevitable), el 5% de la distribución y el 14% de los servicios de restauración y catering. A la luz de estos datos, no es extraño que el despilfarro alimentario se perciba como un escándalo global.

A la vista de esas cifras, se ve que en todos los eslabones de la cadena alimentaria hay despilfarro. Desde la producción hasta la mesa, aunque son los particulares los que más desperdician, un 42% del total. “La falta de conciencia, un mal empaquetado y la confusión con las fechas de caducidad” son las causas que hay detrás de este derroche. No obstante, a esto habría que añadir otros aspectos, como es el bombardeo que se lanza desde las grandes superficies (la mayor parte los hogares hacen la compra hoy en día en la gran distribución) dirigido hacia un mayor consumo, la imposibilidad de comprar como antaño en las pequeñas tiendas los artículos a granel y un sinfín de cosas más.

Según el estudio encargado por la CE, en los procesos de fabricación se pierden alrededor de un 39% de alimentos, que puede ser debido a diversas razones, como no superar el canon de belleza exigido por nuestra sociedad actual. Y es que ocurre bastante habitualmente que no nos gusta comer una manzana que tiene mal color o un plátano excesivamente maduro. En la gestión y el almacenamiento, algunos productos pueden estropearse si pasan mucho tiempo fuera de cámaras frigoríficas. En el envasado y el etiquetado, la lógica de la regulación de los productos en ocasiones confunde, y, además, si se imprimen incorrectamente los envases, el producto ya no sirve.

Por su parte, los supermercados y plataformas logísticas tienen excedentes. Acumulan productos cercanos a la fecha de caducidad, reciben alimentos en mal estado, etcétera. No obstante, desde hace unos cuantos años en Navarra muchos de estos excedentes ya no acaban en los contenedores sino en bocas de personas muy necesitadas, a través del Banco de Alimentos, Cáritas, organismos benéficos…

En los servicios de restauración y catering se pierden el 14% de los alimentos. En este sector, se ha comentado en más de una ocasión que con una buena previsión se reduciría este derroche. También los alimentos que se pierden durante las preparaciones se podrían aprovechar –los restos de verduras para hacer purés, los sobrantes de frutas para mermelada–, y otro problema son las cantidades de comidas que se quedan en los platos.

Hasta ahora, sólo Francia e Italia disponían de una regulación de cara a prevenir y reducir las cantidades de comida que se tira a la basura, pero el Gobierno español el pasado 7 de junio aprobó el Proyecto de Ley de Prevención de las Pérdidas y el Desperdicio Alimentario con el fin de evitar el desecho de alimentos sin consumir y favorecer que se aprovechen mejor.

El proyecto legal incluye medidas para evitar la pérdida de alimentos en toda la cadena alimentaria, desde la cosecha hasta el consumo, ya que todas deberán contar con un plan de prevención que incluya un autodiagnóstico desde el que adoptar medidas para minimizar las pérdidas.

También los consumidores tendrán derecho a que las empresas hosteleras les faciliten las sobras que no hayan comido, sin coste adicional alguno, y para ello éstos deberán disponer de envases aptos para el uso alimentario, que sean reutilizables o fácilmente reciclables, cuestión que antes incluso de aprobarse el proyecto de ley ya se viene haciendo en establecimientos de restauración en Navarra, aunque desconozco los datos en su conjunto.

Desde una perspectiva global, las pérdidas y desperdicio de alimentos no solo representan una oportunidad desaprovechada de alimentar a una población mundial en aumento, sino que, en el actual contexto de crisis económica, en el que la sociedad atraviesa momentos difíciles y debido al cual se ha incrementado el número de personas en situación de vulnerabilidad social, la reducción de este desperdicio alimentario sería un paso preliminar importante para combatir el hambre y mejorar el nivel de nutrición de las poblaciones más desfavorecidas.

El pasado 29 de septiembre este diario recogía las declaraciones de la presidenta del Banco de Alimentos de Navarra (BAN), Marisol Villar, en las que decía que “temen que en los próximos meses pueda aumentar el número de personas que acuden a la entidad para solicitar ayuda, una situación que complicaría aún más la frágil situación en la que se encuentran por la reducción en las donaciones”.

En toda esta problemática, además se plantea el impacto ambiental, en términos de cantidad de recursos naturales finitos, como los recursos hídricos, la tierra o los recursos marinos utilizados para la producción de estos alimentos no consumidos. l

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente