Del 6 al 18 de noviembre se celebra la vigesimoséptima cumbre sobre cambio climático (COP27) que tendrá lugar en la ciudad egipcia de Sharm el-Sheikh, en la costa del mar Rojo, auspiciada por Naciones Unidas, en una situación de emergencia climática en la que parece que cada vez es más complicado que se pueda limitar el calentamiento climático por debajo de 2ºC, y preferiblemente por debajo de 1,5ºC, como se acordó en la Cumbre del Clima celebrada en París en diciembre de 2015, y que supuso un hito histórico en la lucha contra el cambio climático.

Haciendo un poco de historia, la Conferencia de las Partes (COP) es la cumbre anual que celebra la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) donde se reúnen los 196 países más la Unión Europea que conforman a las Partes, y que nacieron en 1992 a partir de la Cumbre de la Tierra que tuvo lugar en Río de Janeiro, donde se estableció la citada la convención.

La Convención Marco sobre el Cambio Climático UNFCC ha auspiciado una COP anual desde la primera de 1995 en Berlín hasta la vigesimosexta de Glasgow celebrada en noviembre de 2021. Tal vez la COP más famosa fue la tercera (COP3), en 1997, ya que se estableció el Protocolo de Kioto: una serie de compromisos para lograr la descarbonización de la sociedad y limitar los daños por el cambio climático. Pero la que ha supuesto el mayor hito histórico en la lucha contra el cambio climático ha sido la COP21 de París de 2015, donde se firmó un acuerdo para limitar el calentamiento climático a 2º C y donde se incluía la aspiración de limitarlo a 1,5º C.

En cuanto a la última cumbre del Clima de Glasgow, se cerró con una gran decepción, ya que se habría planteado llegar al objetivo de lograr cero emisiones para 2050 y poder así mantener con vida la posibilidad de limitar el calentamiento climático a 1,5º C. Para ello se requería rebajar las emisiones en 2030 un 45% con respecto a las emisiones en 2010. Sin embargo, los acuerdos firmados nos llevan por la senda de un aumento en la temperatura media de unos 2,7º C a finales del siglo XXI y las emisiones de CO2 incrementarán un 30% en 2030.

La cumbre de Glasgow terminó también con otra decisión absolutamente lamentable, cuando en los últimos minutos y antes de cerrar la negociación, se cambió la expresión “retirada paulatina” del carbón por la de “disminución paulatina” por la presión de los países defensores de las energías fósiles. Y es que un dato importante de la cumbre de Glasgow fue la presencia tan grande del lobby de los combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural), que, si este sector industrial fuera un país, sería el que tendría la delegación con mayor número de miembros de toda la COP26.

Otro tema importante de los tratados en la Conferencia de Glasgow fue el de la financiación a los países en vías de desarrollo, de cara a que estos países se doten de unas energías limpias no contaminantes como para enfrentarse a los daños de un cambio climático que ha sido provocado por los llamados países más desarrollados. En la cumbre de Copenhague en 2009 (COP15), se prometió un fondo climático de 100.000 millones de dólares anuales para los países en vías de desarrollo. Sin embargo, las cifras actuales están muy por debajo de aquel objetivo y la Cumbre de Glasgow fracasó en ello.

En la cumbre del Clima (COP27) que se celebrará en Sharm el-Sheikh (Egipto) se plantea como objetivos alcanzar compromisos concretos en reducción de emisiones y también elevar el número de fondos destinados a ayudar a los países empobrecidos a adaptarse a la crisis climática, aunque una cuestión son los preparativos iniciales y otra es el final.

Según Naciones Unidas, las emisiones en 2030 serán mayores que en 2010, lo que en la práctica elimina por completo la posibilidad de limitar el calentamiento por debajo de los 2º C. Sin duda, sería muy importante que la COP27 supusiera la implementación de políticas efectivas de reducción de emisiones, pero tal y como están las cosas no parece que ese objetivo se haga realidad. Ni más ni menos la cumbre de Egipto tendrá el patrocinio de Coca-Cola y también de empresas energéticas fósiles, lo cual ya fue acogido en su día cuando se conoció la noticia con escepticismo y mucha indignación por parte de las organizaciones ecologistas. No en vano, la empresa de bebidas Coca-Cola lleva cuatro años consecutivos siendo la que más basura de plástico genera en el planeta, según acredita un informe de la plataforma internacional Break free from plastic publicado en octubre de 2021.

La guerra de Ucrania ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de la Unión Europea generada por la dependencia de combustibles fósiles y la necesidad de replantear su modelo energético. Hasta la fecha la UE ha marcado el liderazgo en la lucha contra el cambio climático, pero tal y como están las cosas, hay indicios para pensar que Europa está más preocupada actualmente en el suministro energético a través de la sustitución del gas natural de Rusia, que de apostar decididamente por una transición energética basada en las energías renovables y por una reducción drástica del consumo energético, aunque también es cierto que algunos países han tenido cierto éxito en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, tal y como se señala en el estudio que Copernicus presentó en abril de este año sobre el estado del clima en 2021.

En la situación actual, la UE debería de desempeñar un papel clave para alcanzar una sociedad neutra en carbono a mediados de siglo y cumplir así el Acuerdo de París, mientras la comunidad científica debe seguir desempeñando un papel clave, documentando con rigor los impactos del cambio climático, los riesgos futuros para diferentes regiones e integrando la perspectiva social con la ecológica. A su vez, será fundamental más que nunca una sociedad civil internacional concienciada y movilizada si queremos darle la vuelta a la situación de emergencia climática en que estamos, aunque el tiempo se agota.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente