El 2 de abril se cumple un año de la entrada en vigor de la Ley Foral de Cambio Climático y Transición Energética. La Ley es papel mojado. Una Ley que, aprobada por unanimidad del Parlamento, reconoce en su preámbulo el desafío urgente que supone el cambio climático, la necesidad de un liderazgo valiente y cooperativo y nació con vocación de ambición, se ha desinflado desde el primer momento.

En este triste primer aniversario queremos trasladar una serie de reflexiones a la sociedad.

A pesar de ser una de las leyes más ambiciosas de nuestro entorno, sigue estando muy alejada de la urgencia que reclama el planeta, que señalan Naciones Unidas y el IPCC. Antonio Guterres señalaba en la pasada cumbre del clima de Egipto que “Estamos en una carretera al infierno climático con el pie todavía en el acelerador”. Dejar de pisar el acelerador es “contener” la economía y el consumo, con equidad. Y Navarra pisa el acelerador con sus cuentos de hadas de los fondos Next Generation, con sus mega proyectos Mina Muga, TAV, coche eléctrico, hidrógeno de colores, ampliación del regadío...

Hace unos días el IPCC hacía público su informe de síntesis del 6º informe en el que señalaba

“Si se quiere mantener la temperatura a 1,5 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales, será necesaria una reducción profunda, rápida y sostenida de las emisiones de gases de efecto invernadero en todos los sectores durante esta década, señala el informe. Para que este objetivo tenga alguna posibilidad de alcanzarse, las emisiones deben reducirse ahora y casi a la mitad de aquí a 2030”. Y Navarra “pionera”, según datos de MITERD en 2021 ya ha superado en un 2% las emisiones prepandemia de 2019.

Durante este año de vigencia de la ley no tenemos conocimiento de que el Gobierno de Navarra haya convocado a reuniones informativas sobre la puesta en marcha de la Ley, de que se hayan reunido con algún sector para debatir sobre las consecuencias para su sector, para acordar los reglamentos pendientes (algunos de los cuales deberían estar aprobados). Queremos transparencia y rendición de cuentas, ¿qué han hecho en este año?

No tenemos conocimientos de que se hayan dado pasos hacia la necesaria fiscalidad verde. La disposición Adicional segunda, daba un plazo de tres meses para constituir un grupo técnico de apoyo.

Alguien ha visto que los comercios cumplan con el Artículo 38.5 Se prohíbe el mantenimiento en posición de apertura continua de las puertas de acceso a locales de uso terciario que dispongan de climatización artificial. Han paseado por el centro de Pamplona y comprobado quién cumple con el Artículo 43.8 Toda iluminación ornamental, publicitaria y comercial deberá permanecer apagada durante el periodo nocturno.

Dónde está el mapa de los suelos autorizables y prohibidos para instalaciones eólicas y fotovoltaicas (artículos 31 y 33).

Dónde están los planes de movilidad, la Oficina de cambio climático, la Agencia de energía, los curriculum educativos que abordan la emergencia climática, los planes de sostenibilidad de los centros educativos y los demás planes, que confiemos estén escritos en papel más seco que esta ley.

El Gobierno de Navarra ha aprendido muy bien que hay que “hablar” de cambio climático, de “neutralidad climática”. Mantras vacíos de contenido, puro greenwashing. Su día a día no ha cambiado un ápice con una Ley que pretendía ser “pionera”. Hablar mucho de ello no cambia las cosas, la realidad, no suma pasos en el camino de la neutralidad, de la emergencia climática. La inercia del sistema económico en Navarra no se ha desplazado.

Esperamos otro liderazgo, otro “pionerismo”, la valentía de repensar el modelo. Ser esa experiencia de decrecimiento, de austeridad como pacto de “estado” que nos lleve a un acuerdo de cómo cuidar la vida de las personas y los ecosistemas haciendo la vida más sencilla y basada en valores y no en ensoñaciones de consumo ilimitado de electricidad, viajes a lejanos paraísos, carne diaria y coches particulares, aunque sean eléctricos.

Creerse la justicia climática es acabar con la obscenidad de las ganancias millonarias de bancos y energéticas, de sueldos millonarios, de directivos de empresas, repartir la riqueza. Es poner las bases para adaptarnos a un mundo con más olas de calor, con menos agua, con menos energía disponible. No es comenzar una huida hacia adelante en la que sólo ganan las grandes empresas, las consultoras, los que más tienen.

Un estudio de Intermon Oxfan de 2022 reveló la estrecha relación entre riqueza y emisiones de gases de efecto invernadero, un multimillonario emite un millón de veces más gases de efecto invernadero que una persona promedio. Acabando con esta obscenidad, matamos (retóricamente) dos pájaros de un tiro, la desigualdad y las emisiones.

No queremos que tengan que llegar las catástrofes para pensar las estrategias, vayamos ideando ya las mascarillas y las vacunas climáticas que no se encuentran en el falso desarrollo, está en el cuidado de las personas y la tierra. Cuidemos la tierra. Una tierra que se envenena con nitratos y pesticidas, con la falsa justificación de darnos de comer. Tan sólo un 10% de la superficie se gestiona en ecológico, y se pretenden llenar con instalaciones de renovables que deberían estar en suelo urbano.

Señores y señoras del Gobierno de Navarra, no es una cuestión de colores, de pintar de verde, Navarra verde, Navarra green, hidrógeno verde, compra verde, es cuestión de creérselo y llevan un año en el que han demostrado que no se lo creen. Y no es una labor del hermano pobre, el Departamento de Desarrollo rural y Medio Ambiente, es una labor transversal de Gobierno con mayúsculas que lidera un cambio con apoyo social.