Pensar que un Estado por ser republicano ha de ser democrático automáticamente y de izquierdas sólo se puede sostener desde la ingenuidad política. Un sistema de gobierno llamado República no garantiza un sistema democrático per se. Menos aún una política de izquierdas. Recuérdese el Gobierno de derechas durante el llamado bienio negro durante la II República en España.

Se podría decir que existen muchas repúblicas en el mundo que utilizan el señuelo de ciertos mecanismos democráticos, pero dejan mucho que desear en materia de respeto a los derechos de la ciudadanía y de la soberanía popular. Finlandia, Italia, Francia, Portugal, Polonia, Turquía, Corea del Norte, China, Federación Rusia… se autodenominan repúblicas y se parecen entre sí el canto de un euro.

La única característica que une a tales repúblicas es que quienes son sus presidentes de gobiernos o jefes de Estado no son reyes, sin olvidar que en algunos casos actúan como tales o dictadores nada camuflados, como lo hizo Bolsonaro en la República de Brasil.

Se afirma que existen valores netamente republicanos y que sólo una república los puede garantizar. Y se citan de carrerilla la igualdad, la solidaridad, el feminismo, lucha por la paz mundial, el cambio climático y unos cuantos derechos ciudadanos que no se nombran, pero que son sustanciales para llevar una vida digna: trabajo, vivienda, sueldo, jubilación...

Hasta se afirma que cuando se da un paso adelante en el avance de estos valores –como si se pudieran cuantificar en términos de estadística–, nos encontramos más cerca de conseguir un sistema de gobierno republicano. Nada más lejos de la verdad. Ahí está Inglaterra que no es una República, ni tampoco lo será –según analistas británicos–, y a ver quién les dice a los ingleses que en valores como la igualdad y todo eso que se ha dicho no están a la cabeza del mundo mundial de la democracia.

Lo que sí queda claro es que ciertos valores que identificábamos por ser netamente republicanos en 1931, hoy, quizás, ya no lo sean, al ser asumidos por personas que no son republicanas. Lo que es un reconocimiento póstumo a quienes lucharon por ellos. El divorcio, al aborto, la expulsión de los símbolos religiosos en las instituciones públicas, la defensa del poder civil frente al derecho natural y el poder religioso, son aspectos que, nolis velis, los defienden quienes, para mayor asombro de algunos, son monárquicos parlamentarios o monárquicos a palo seco.

Así que bien podríamos preguntar, ¿para qué reivindicar una República como sistema de gobierno democrático si sus peculiares valores son defendidos por personas que no son republicanas? ¿Sólo para quitarnos de encima la figura de un rey que nadie ha elegido?

Y no lo digo por decir. El presidente del Gobierno aseguraba que “los valores de la II República se han recuperado con la monarquía parlamentaria”. Lo que, sin duda, es motivo más que suficiente para pensar que “tenemos un problema, Houston”. Problema terminológico, al menos. Porque si es un problema de pensamiento político, entonces sí que “tenemos un problema, Madrid”.

Para empezar sería bueno preguntar cuáles son esos valores a los que se refiere el presidente del Gobierno. ¿Los que representó Largo Caballero? ¿Prieto? ¿Negrín? ¿Besteiro? ¿Jiménez de Azúa? ¿Manuel Azaña? ¿Alcalá Zamora? ¿Los militantes de la UGT? ¿Los defendidos por la Constitución de 1931? No hay modo de saberlo.

Me pregunto, no obstante, si no será al revés de lo que afirma el presidente del Gobierno. Es decir, si no será que la monarquía parlamentaria lo único que ha hecho es apuntalar la monarquía, con el concurso inestimable de los socialistas, y que Pedro Sánchez lo único que ha conseguido es contribuir al apagamiento de la lumbre republicana que existía en las brasas ideológicas de miles de militantes socialistas que aún conservaban el hálito republicano auténtico, el de la II República, y no una calcomanía deslavazada por cuarenta años de nacionalcatolicismo.

Quienes fueron asesinados en 1936 tuvieron siempre muy claro cuáles eran los valores primordiales de la II República. Lucharon por su defensa contra los rebeldes golpistas, por lo que muchos fueron asesinados en la retaguardia.

Defendieron lo público en todas sus manifestaciones que daban al ciudadano el acceso a una vida digna: educación, salud, vivienda, trabajo, cultura, laicismo, solidaridad, derechos fundamentales… Felizmente, muchos de esos valores pertenecen al acervo común de la sociedad actual, aunque, como queda dicho, algunos de ellos dejan muchísimo que desear en la práctica, pues cada época exige una plasmación diferente en función de las nuevas necesidades y exigencias creadas por la convivencia social y el progreso civil, ético y económico.

Encontrar cuáles sean hoy día los valores netamente republicanos no es tarea fácil, menos aún hacerlos específicos de una manera de ser, ética y política, que los diferencie de quienes dicen que ni son republicanos ni, menos aún, democráticos. La pregunta sería, ¿cómo se es republicano en términos axiológicos? ¿Hay una manera específica de actuar como tal? A nadie se le llama hoy día republicano por estar a favor del divorcio, del aborto, de la eutanasia, de la libertad religiosa, ni siquiera del laicismo… Más aún. El hecho de que alguien se oponga a la monarquía no significa necesariamente que esté a favor de una República democrática de trabajadores, como definía la Constitución de 1931 a España.

No hay que ser muy lúcido para percibir que ser republicano, como ser demócrata, no nos exime de cometer cualquier burrada. Ni, como contrapartida, nos da un plus de ciudadanía democrática por serlo. Se trata de un conductismo moral en el que participan todos los partidos políticos existentes.

Y que se sepa no existe ningún catecismo republicano que describa el perfil de este hipotético ciudadano. Menos mal. Porque, si existiera, habría que quemarlo. El catecismo.

En definitiva, si existen valores republicanos, no seré yo, desde luego, quien los niegue, pero me siento impotente para describirlos. Pues me cuesta creer que, caso de existir, lo sean de un modo exclusivo y excluyente.