Todos tenemos dos almas. Una es la buenista, angelical y posibilista, la que te hace pensar que cualquier paso en positivo es bueno, que no hay que ser maximalista, que poco a poco hila la vieja el copo. La otra alma la llevan los demonios y te dice que las migajas y los atenuantes solo sirven de sedante para hipócritas, para disimular injusticias y desmovilizarnos. Para buscar, en suma, mejor acomodo en la cárcel que vivimos. Reforma versus ruptura. Y todos los días, al abrir el periódico, las dos almas nos interpelan.

Leo en la prensa el ascenso a general del guardia civil Arturo Espejo, implicado en las torturas a Mikel Zabalza. Me sumo de inmediato a las protestas de la familia, diciendo que 37 años después, nada ha cambiado. El primer deseo es que al PSOE tenga un arrebato de dignidad y anule el nombramiento de ese animal. Pero pronto olvido estos arrebatos de buenismo y me sale el yo más calculador. Sí señor, está muy bien ese nombramiento, porque si se lo anularan, seguiría siendo un jefazo y ya se encargaría el Estado de premiarlo de otra manera. España está llena de torturadores ascendidos. A la espera de juzgarlos a todos, ¿para qué dejarles que se laven la cara con uno? Premiando a sus torturadores, la democracia española se muestra cual es. Dejémosles que se reflejen en su espejo.

En el mismo periódico leo la que le han montado a Aranzadi por incluir en las webs de algunos ayuntamientos a algunos presos cuyos derechos fueron conculcados alargando sus condenas. Mi alma buena sale en defensa de Aranzadi, y pido que incluyan esa media docena de presos en esos listados, porque, según, era un pequeño paso para reconocer todas las víctimas. Pero veo a la Aintzane Ezenarro diciendo que “la memoria requiere una mirada crítica, ética y valorativa” y me doy cuenta que tiene razón. Que nosotros también tenemos una mirada ética, nuestra ética, y no podemos confundir manzanas con gudaris, carreros con argalas, ni tricornios con txapelas. Que no son seis, sino miles los presos y presas vascas los que han sido ultrajados en comisarías y celdas, violadas ellas por manadas impunes, y encerrados tras juicios donde toda prueba se ha basado en la tortura. ¿Cuántos de aquellos chavales muertos fueron simplemente ejecutados? ¿Por qué admitir en esos listados buenistas a unos pocos, si en este país ocupado ha habido 10.000 presos y 40.000 detenidos? Tiene razón Ezenarro, nada de mezclar lachas con merinas. O entran todos en las listas, o ninguno, dice mi alma malandra.

También me enfadé al principio cuando nombraron a Marlaska ministro del Interior. Madre mía, ¿no había en España alguien con un curriculum más repugnante? (bueno sí, el de Garzón) ¿Cuántos torturados han pasado por su despacho? ¿No era mejor nombrar a cualquier otro? ¡Pues no! Hicieron muy bien en nombrarlo. Nadie como él para representar la España que nos domina. Y no se trata de cuanto peor, mejor, sino, simplemente, de que la fotografía se parezca al original. España es así y punto.

Imaginemos qué felices estarían todos los “republicanos juancarlistas”, aquellos que aprobaron la Constitución monárquica, si el Borbón hubiera sido una persona normal, que se hubiera enriquecido como cualquier otro sátrapa sí, pero manteniendo medianamente las formas. “¿Ves? La Monarquía española no es tan mala”, nos dirían las almas buenistas. Pero, ¿acaso no es un regalo de los cielos que la columna vertebral del Reino de España sea un putero indecente, un ladrón sin fondo y un cazador repulsivo? ¿Qué más podemos pedir los republicanos? Y aquí sí que digo que cuanto peor, mejor, y ojalá su hijo supere al padre, que lo hará, ya está en ello. La genética no perdona. La España una, y militaruna que decía Bergamín, tiene el Rey que mejor la representa. Alegrémonos.

Imaginemos también que el PSOE hubiera tenido un comportamiento normal, europeo, portugués incluso, y hubiera negociado en serio con la Iglesia Española el tema sangrante de las 100.000 inmatriculaciones, el mayor robo de la Historia de España. “Mire Prelado -le diría Sánchez- los dos sabemos que se les ha ido la mano, y que esto no ocurre en ningún país del orbe. Lo más lógico sería declarar, cuanto menos ilegales por inconstitucionalidad sobrevenida, cuantas inmatriculaciones hicieron los obispos a mansalva tras aprobarse la Constitución. Pero vamos a llegar a un acuerdo y devolvéis una parte, no todo. De esa manera, vosotros dejáis algo contentos a vuestros avergonzados fieles y nosotros acallamos las protestas de muchos pueblos de España que se han quedado sin su patrimonio histórico”. Si no todo, algo se hubiera recuperado y donde no se puede segar se espiga, que diría uno. Se habría rebajado la tensión popular con el “¿Ves? Algo hemos conseguido”. Pero ese racionalismo no entra en la mollera española. ¿Cómo contrariar a la Iglesia, sostén de las esencias patrias? Así que lo que la Iglesia robó, el PSOE se lo bendijo y viceversa, que lo habrá.

Treinta años gobernó la izquierda española en Andalucía. ¿No hubiera servido de bálsamo social que recuperaran algunas robadas de tierra, de los grandes latifundios que humillan a los andaluces? ¡Qué va! No solo no se desalambró ni un cortijo, sino que hicieron más rica a la aristocracia terrateniente. Y es que España es solo Monarquía, Benemérita, Iglesia, Banca y Aristocracia. Debajo, un pueblo oprimido y unas naciones que esperan su hora.

Lo mejor que tiene esa España es precisamente su incapacidad para seducir, para disimular, para las medias tintas, para pintar de colores los barrotes de la prisión. Muestra siempre su rostro más feroz, y eso debe ser nuestro principal aliado. Que su cara sea el general espejo de su alma.

*El autor es editor