Wikipedia define la pobreza como “una situación en la cual no es posible satisfacer las necesidades físicas y psicológicas básicas de una persona, por falta de recursos como la alimentación, la vivienda, la educación, la asistencia sanitaria, el agua potable o la electricidad”.

Por otro lado, la etimología de la palabra vivienda resulta muy elocuente. Proviene de la palabra latina vivendus que significa que ha de vivirse. Podemos decir que para tener vida, o al menos una vida que merezca la pena ser vivida, debemos tener una vivienda. El dicho popular que presenta la vivienda como “un lugar donde caerse muerto” también habla por sí misma. Implica unas condiciones materiales de vida mínimas, un derecho irrenunciable.

Que la vivienda se ha convertido en un lujo no es un ningún secreto. Los altos precios de alquiler y venta, así como el menguante poder adquisitivo de una gran parte de la población, hacen que en muchos casos las personas tengan que renunciar a iniciar sus proyectos de vida viviendo de manera autónoma, ya sea individualmente, con una pareja, con amistades o formando una familia. O tengan que hacerlo en unas condiciones de extrema precariedad.

Muchas personas, como aquellas que no cuentan con una red de apoyo familiar o de otro tipo, no pueden prescindir de una vivienda propia. Por ejemplo, las personas migradas frecuentemente se encuentran en una situación de especial vulnerabilidad, que a menudo es invisibilizado, y que se enfrenta sistemáticamente a la exclusión del mercado de la vivienda por el racismo y xenofobia cotidianos. Así, resultan condenados en muchas ocasiones a infraviviendas ruinosas o saturadas.

Otra cara de la moneda es la juventud. Podemos pensar que la parte de la juventud que ha logrado tener un trabajo lo hace en condiciones normalmente precarias, es decir, la mayoría se enfrentan a su etapa adulta bajo la siguiente dicotomía: permanecer en el hogar paterno o caer en la pobreza. Es un falso dilema. Recordemos la definición de pobreza expuesta inicialmente. Serán pobres, elijan lo que elijan. Pobres con vivienda o pobres sin vivienda, pobres con trabajo o pobres sin trabajo, pero pobres.

Muchas personas consideran que, para ser una persona adulta, con todas las letras, se requiere una emancipación del hogar familiar. Por ello, muchas de las personas que continúan viviendo con su familia más allá de su etapa estudiantil suelen enfrentarse a frustración, ausencia de destrezas psicosociales básicas, baja autoestima, vergüenza... ¿Por qué, entonces, siguen viviendo con sus padres y/o madres? Algunas, ante las perspectivas laborales poco halagüeñas, se ven obligadas a alargar su etapa estudiantil en una vorágine de cursos, másteres u oposiciones para conseguir una posición laboral mínimamente decente. Otras, directamente, cobran salarios que hacen imposible pagar un alquiler, los suministros y sus necesidades básicas.

La desmesurada proporción de los ingresos que la población precaria debe destinar a vivienda deja su poder adquisitivo en mínimos y anula su capacidad de ahorro. Y no se trata de no poder ir de vacaciones a Cancún o de comprarse un coche cada 5 años, se trata de detraer esos de la calidad de su comida o de su salud odontológica o psicológica, por poner algún ejemplo. De tener que prescindir de apoyo escolar a sus hijos o de poder iniciar estudios superiores.

Cualquier pequeño revés en su economía personal como un despido, un problema de salud no cubierto por el sistema público de salud o incluso una avería en un electrodoméstico pueden desatar el pánico y la ansiedad.

En los últimos meses, con esa celeridad que suele imprimir la cercanía de citas electorales, hemos asistido a una serie de medidas para atajar el problema de la vivienda. Se han aprobado algunas leyes y también se han lanzado unos cuantos globos sonda en forma de promesas electorales, es decir, de brindis al sol. La nueva Ley de Vivienda es solo un parche cuyos resultados pueden tardar años en aparecer. Si es que aparecen. El amplio margen que se ha aplicado para ser considerado gran tenedor, declarar una zona tensionada, la timidez en la imposición de impuestos especiales a las viviendas vacías, la envergadura y ubicación de la nueva vivienda social, puede convertir en papel mojado esta ley. Así mismo, deberemos prestar atención al establecimiento de mecanismos de control adecuados, así como un régimen sancionador proporcional que asegure el cumplimiento de la ley.

Por desgracia, se dejan muchos huecos libres para la picaresca por parte de algunos arrendadores y los avances en la protección frente a desahucios es positiva pero insuficiente. Respecto a la ampliación del parque de vivienda pública, deberemos estar vigilantes para que no suponga un enriquecimiento ilegítimo o un foco de corrupción urbanística. Además, habrá que estar alerta para que los criterios de reparto de estas viviendas, así como su precio, se base en principios de justicia y equidad.

Mientras tanto, quedan en el limbo las políticas públicas que pongan límite a la especulación inmobiliaria y el obsceno enriquecimiento de la banca a través de las hipotecas. Así mismo, sigue obviándose el problema de la gentrificación y turistificación, es decir, la expulsión de la población que vive en el barrio, en provecho de una clase más acomodada o del turismo, respectivamente.

Los derechos en materia de vivienda no se regalan, debemos conquistarlos mediante la incansable reivindicación y la protesta social. Al otro lado tenemos un contrincante con un inmenso poder político y económico, cuyos recursos permiten una influencia en las instituciones enorme. Los análisis teóricos y la proposición de políticas públicas que transformen radicalmente el mercado de la vivienda deben ir acompañados de presencia en la calle, en las redes, en la agenda pública. Al igual que con los alimentos, la salud o la educación, la vivienda no puede ser una mercancía objeto de mercadeo y especulación. En nuestras manos está ir ensanchando esa grieta, que nos permita vivir, con letras mayúsculas.

*Colectivos, entidades sociales y personas en favor de una vivienda para todas las personas: Sindicato de Vivienda Haritu, Jaki Toki, Paris 365, Martes al Sol, Haziak, Red de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social de Navarra, Federación de Asociaciones Gitanas de Navarra Gaz Kalo, Lantxotegi, Karabana Mugak Zabalduz, Plataformas de Afectados por la Hipoteca (PAH), SOS Racismo Nafarroa y Errotxapea Auzolan.