El pasado mes de junio, y con nuestra firma, Eusko Ikaskuntza publicó un libro –que se puede descargar en su página web– con el título Diversidad y convivencia en Navarra: el euskera y las identidades nacionales. En dicho estudio se defiende que existe una soterrada disputa nacional en Navarra entre los nacionalismos vasco y español, y esta confrontación toma cuerpo especialmente en torno al euskera. Y, como era de prever, la mayoría de las reacciones a nuestro trabajo se han centrado precisamente en este conflictivo tema, pero en sentidos totalmente contrapuestos. Aclaremos algunos aspectos.

El estudio realizado durante cuatro años se basa fundamentalmente en las opiniones y actitudes recogidas en sectores navarros de características muy diversas: geográficas, generacionales, políticas e ideológicas. Nuestra labor ha consistido en recoger y analizar el sentir de la ciudadanía navarra en su totalidad, en la medida de lo posible. Estas ideas y sentimientos los hemos ido contrastando sucesivamente con personas expertas del mundo asociativo navarro y del espacio académico. En total, han participado más de doscientas personas. Concedemos especial importancia a este hecho, pues consideramos que supone una muestra lo suficientemente representativa para ser tenida en cuenta. Buena parte de lo que se dice no es sino la opinión de muchos hombres y mujeres navarras, a veces cuantificada por medio de diversos datos estadísticos.

Estas opiniones nos indican el malestar que expresa la ciudadanía navarra, en general, respecto al clima político extremadamente hostil y polarizado, aunque, paradójicamente, más de una vez estas mismas personas niegan a la otra parte que puedan tener alguna razón para estar molesta. El análisis de este malestar y sus implicaciones ha guiado dicho estudio, focalizado en dos de sus aspectos, el ideológico y el político.

Del primer aspecto destacamos la negación recíproca de una verdadera navarridad. El nacionalismo español considera que las posturas abertzales responden a un impulso únicamente vasco, y el nacionalismo vasco considera que el navarrismo regionalista o constitucionalista responde a un impulso únicamente español. Es decir, una parte piensa que la otra es esencialmente vasca, y la otra parte, que los otros son esencialmente españoles. Se deslegitiman mutuamente. ¿Dónde queda la navarridad? Como indicamos en nuestro estudio, no parece que se pueda hablar de una única identidad navarra. Sí existe un fuerte sentimiento navarro –la gente se siente orgullosa de ser navarra– pero casi siempre unido bien a España bien a Euskal Herria. Los obstáculos para una convivencia democrática son evidentes: ambas ideologías y sentimientos son legítimos en democracia, pero ¿cómo debatir sobre Navarra si consideramos que la otra parte no es realmente navarra?

Debemos plantear que en una democracia es absolutamente necesario combinar la búsqueda de la igualdad con el respeto a la diversidad

En el aspecto político la falta de interés de los partidos políticos en realizar ningún movimiento que los saque de su relativa zona de confort y adhesión de sus simpatizantes también tiene sus implicaciones, de modo que el euskera se ha convertido en uno de los instrumentos principales de la confrontación social y política navarra. El nacionalismo vasco apoya al euskera porque es consustancial a su ideología, y porque piensa que su difusión le supondrá un lógico rédito electoral. El nacionalismo español, por su parte, intenta limitar su apoyo al euskera, porque no es consustancial a su ideología (lo es el castellano), y porque piensa que con el euskera aumenta el voto abertzale. En nuestro estudio hemos intentado demostrar que no existe esa relación causal entre euskera y voto político. Aclarar este punto puede relativizar de alguna manera la disputa política en torno al euskera. Y esto sería beneficioso tanto para el euskera como para la construcción de un clima social más respetuoso.

No hemos querido adoptar el papel de jueces, ni pensamos que sea la labor de Eusko Ikaskuntza serlo. Nuestra función ha sido, por una parte, recoger las opiniones de la ciudadanía navarra; y por otra, alertar de las implicaciones o derivas que ciertas propuestas o posiciones pueden conllevar tanto en el ámbito político como en el administrativo. Desde luego, no nos compete dictar las políticas a seguir, pero sí debemos plantear que, en una democracia, es absolutamente necesario combinar la búsqueda de la igualdad con el respeto a la diversidad. Por ello, podemos advertir, por ejemplo, de las incongruencias existentes en torno a la oficialidad del euskera, visto desde un principio de igualdad; o del camino ciego al que nos conduce la vital importancia que los nacionalismos español y vasco conceden a la lengua; o, como decíamos, de que un aumento del conocimiento del euskera no lleva aparejado un crecimiento del nacionalismo vasco.

Se impone una reflexión racional y menos visceral. Nos parece urgente que todas estas ideas puedan ser confrontadas en un clima más sosegado y esto sólo es posible si existe un mínimo de confianza tanto en las relaciones ciudadanas como entre la ciudadanía y la Administración. Y lo creemos porque así lo ha expresado la mayoría de los y las navarras a las que hemos escuchado. En resumen, este estudio de Eusko Ikaskuntza intenta contribuir a la consolidación de una cultura democrática en la sociedad navarra.

Por Txoli Mateos, Amaia Nausia, Julen Zabalo

Los autores son integrantes del Grupo Motor del proyecto ‘Gestión Democrática de la Diversidad en Navarra: convivencia’ de Eusko Ikaskuntza