Acabamos de vivir un episodio inusual de lluvias, con totales pluviométricos de entre 100 y 150 litros por metro cuadrado en una ancha franja de la parte central de Navarra, desde Tierra Estella hasta el Pirineo, produciéndose algunos récords de acumulaciones en 24 horas.

La percepción de la ciudadanía es que no hay término medio. En cierto modo es lo que nos dice la ciencia del clima, asumiendo que una nueva normalidad de extremos está ya aquí aunque es necesario transmitir que a lo que realmente nos enfrentamos es a una inestabilidad planetaria que nos compromete muy seriamente. En algo más de una semana pasamos de la ola de calor asfixiante del 20 al 24 de agosto a sufrir los efectos de tormentas y lluvias de levante extraordinarias. Esto mismo ocurrió en 2019, con una ola de calor que también fue histórica por venir en junio (aunque superada ya por la del pasado verano) seguida 10 días después por una DANA que hizo que el Cidacos inundara Tafalla y otras localidades. Una prueba científica de que existe una relación entre ambos fenómenos es compleja aunque no tanto constatar que aquí y allá los patrones meteorológicos se desajustan en lo que ahora llamamos eventos compuestos.

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Las tormentas asociadas a la DANA azotan Navarra DIARIO DE NOTICIAS

A nivel global lo acontecido en este 2023 sigue asombrándonos a los meteorólogos aunque al mismo tiempo sabemos que es probable que no hayamos visto nada parecido a lo que vendrá en un futuro cercano. La paradoja se hace más grande cuando alimentamos nuestros modelos de predicción del tiempo con observaciones pasadas pero nos enfrentamos a tratar de estimar y predecir eventos que por su extraordinariedad aún no han ocurrido antes. Es cierto que lo de este año tampoco es nuevo: 2020, 2021 y 2022 apuntaron a esto mismo que está sucediendo pero pensamos que el sistema del clima de la Tierra está dando un salto en su respuesta. Más que la cantidad de récords de temperatura y precipitación que asolan al planeta, nos preocupa que se superen por muchos grados o litros y, sobre todo, que se desencadenen respuestas no esperadas como por ejemplo que en lo alto de los Andes este invierno estén sufriendo una especie de verano abrasador o que el bosque boreal canadiense arda como no se había visto nunca, oscureciendo el sol, contaminando el aire a miles de kilómetros y retroalimentando emisiones de carbono a la atmósfera. Por otro lado el hielo marino antártico y la temperatura de la superficie marina experimentan anomalías que nos asustan y no somos capaces de explicar, y que marcan en buena manera lo que está por venir en los próximos años.

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Fotos de las inundaciones en Grecia tras las históricas lluvias EFE

Como afirman desde Naciones Unidas, la época de la ebullición global está aquí, y el grado y medio del acuerdo de París tan cerca que ya está empezando a medirse a lo largo de periodos de meses, como ha ocurrido entre junio y agosto. Es inconcebible que con una rotundidad científica tan aplastante en el año 2023 vayamos a marcar un nuevo récord mundial de consumo de petróleo y de producción de carbón. Menospreciamos la gran amenaza del carbono ya acumulado en la atmósfera y, sobre todo, el aumento de la enorme presión que los fenómenos extremos van a ir ejerciendo sobre elementos clave como infraestructuras urbanas, vías de comunicación, explotaciones agrícolas, redes eléctricas, ecosistemas y, en último término, vidas humanas.

Navarra es una comunidad pequeña y muy variable pero vemos ya una versión a pequeña escala de lo anterior: En la Comunidad Foral este año hemos hablado mucho de una sequía fuerte que persiste en muchas zonas del sur. Este año hemos medido como nunca antes un marcado desequilibrio entre lluvias de origen tormentoso y lluvias de tipo frontal, las que suelen regarnos bien entre diciembre y abril. Prueba de ello es que se ha dado el récord de número de intervalos diezminutales de precipitaciones torrenciales en las tormentas de mayo, junio y este comienzo de septiembre. Jamás antes, al menos en nuestro registro instrumental, tuvimos dos días consecutivos promediando más de 30°C en el conjunto de Navarra como ocurrió el 23 y 24 de agosto. Ni tampoco se produjo anteriormente tanta actividad eléctrica concentrada como la noche del 1 de septiembre.

En esencia todas estas observaciones que registramos con nuestros sistemas de medición y teledetección son un reflejo de manifestaciones que ocurren en una atmósfera con más energía disponible y en su desajuste al interaccionar con otras partes de la Tierra, como los océanos, desiertos, masas forestales o superficies heladas. Invertir hoy en reducir la vulnerabilidad ante el riesgo de desastres, en refugios climáticos o en soluciones novedosas que aumenten la resiliencia de cultivos debería ser la prioridad absoluta en la estrategia a largo plazo. Se habla mucho de la transición energética pintando un futuro electrificado lleno de posibilidades pero seguramente sea mucho más acuciante aceptar lo anterior y trabajar en protegernos y adaptarnos aun sabiendo que los costes que llegarán son aún inimaginables.

El autor es delegado territorial de AEMET en Navarra