A veces parece que los acontecimientos se llevan por delante los temas que nos interesan. Las elecciones, los conflictos y las investiduras parece que dejaran frenado el recorrido de la pederastia.

Como denunciantes y víctimas de abusos en nuestra infancia hemos realizado un enorme esfuerzo para romper el silencio. Silencio autoimpuesto por vergüenza y por temor.

Siendo niños no entendimos lo que nos hacían y temíamos a los clérigos docentes, que aprovechaban su superioridad para realizar sus abusos.

Hace ya más de cuatro años que comenzamos a reunirnos para compartir el dolor con otras víctimas, plantear estrategias que terminaran por reconocernos como tales y demandar respuesta a la jerarquía católica por su silencio y sus mentiras.

La recepción de nuestros testimonios en radio y prensa fue alta. El goteo continuo de nuevos casos generaba expectación. La sociedad en general nos mostraba respeto y consideración.

El Gobierno de Navarra, a través de Eduardo Santos como consejero de Justicia, inició un camino de reconocimiento de víctimas de pederastia que nunca dejaremos de agradecer.

Esperemos que la nueva consejera de Justicia mantenga la política de su antecesor. Nos preocupa que sus tres consejerías, unidas a la portavocía del Gobierno, le impidan ocuparse suficientemente.

El apoyo psicológico y personal a los abusados, junto a la ley de reconocimiento, supone una innovación legislativa en España. Establece la justicia restaurativa como una alternativa a la prescripción jurídica de los delitos que se cometieron con nosotros.

Se trata de una memoria subversiva, como reclamara Walter Benjamin, que no se limita a recordar pasivamente los horrores del pasado, sino que tiene voluntad de rehabilitar a las víctimas, devolverles su dignidad, reparar los crímenes cometidos con total impunidad, incluso en nombre de Dios.

También trata de denunciar a los victimarios y comprometerse a no repetir tamaños atentados contra la vida, la dignidad y los derechos de seres humanos indefensos.

Personas a quienes se les ha negado el disfrute de su infancia y adolescencia y se ha destruido su futuro, cuyo final en algunos casos no puede ser más trágico: la pérdida del sentido de la vida y, en varios casos, el suicidio en plena soledad.

La jerarquía eclesiástica, tanto local como la Conferencia Episcopal Española, sigue sin enfrentarse al problema. Comenzaron con declaraciones exculpatorias de que eran casos aislados, continuaron pidiendo perdón y declarando monseñor Blázquez en 2019, “meteremos el bisturí hasta donde haya que meterlo”.

El aumento exponencial de denuncias les fue incomodando y tuvieron que aceptar que en su seno había habido muy contados abusos de pederastia.

Sin embargo, cuatros años más tarde, y con más casos en el seno de la Iglesia, siguen con lágrimas de cocodrilo y declaraciones de dolor y perdón poco creíbles.

No han servido de nada las comisiones episcopales de recepción de denuncias, como no sea para pasarlas al despacho de Cremades para que las depure.

Tal vez respondiendo a su apellido, que se traduce por quemaduras o cremaciones, ése sea el final de su informe.

En la comisión navarra creada para el reconocimiento de víctimas sigue habiendo dos de las diez plazas a disposición de los representantes de la Iglesia. Nunca las han ocupado.

Dicha posición en no colaborar es una prueba más de la persistencia en el encubrimiento y en la negativa a descubrir la verdad por parte de la jerarquía eclesiástica y de no pocas de las instituciones de la Iglesia católica.

Con tal obstrucción al descubrimiento de la verdad están demostrando que no son verdaderos discípulos de Jesús de Nazaret.

Así se lo dice Pablo de Tarso: “En efecto, la ira de Dios se manifiesta desde el cielo contra la impiedad y la injusticia de quienes obstaculizan injustamente la verdad” (Carta a los Romanos 1, 18).

Con su actitud obstruccionista, la jerarquía católica vive sometida al yugo de la esclavitud, del que solo puede liberarse llegando hasta el fondo de tamaños crímenes y asumiendo su responsabilidad en los mismos.

En nombre de AVIPIREN. Asociación de Víctimas de Pederastia en Instituciones Religiosas en Navarra