Decenas, quizás cientos son en la actualidad los conflictos a nivel mundial. Los hay de todo tipo y condición: de alta y baja energía, de orden interno y exterior, algunos más mediáticos que otros y con frecuencia son violentos, de imposible justificación.

De todos ellos, hay dos conflictos que sobrepasan cualquier límite humano, por la violencia que conllevan y por el desgarro humano que descabeza las obligaciones respecto a las normas internacionales.

Un caso es Afganistán, con el que la comunidad internacional mantiene un silencio procaz, con resignación como respuesta interna ante la barbarie. El caos humano, la guillotina en el futuro y la herrumbre de género, además de la geopolítica como abanderada de la inacción augura un futuro demoniaco.

El otro país de referencia es Israel. Desde su creación como Estado, su existencia se basa en guerrear contra sus vecinos. Hay un miedo cerval a criticar a Israel por temor a que acusen de antisemita; esto han practicado con el secretario general de la ONU por realizar afirmaciones, muy comedidas, que están en la mente de la sociedad internacional. Le achacan omitir que Hamas es una organización terrorista, pero del total de países del mundo, así tal la consideran Israel y sus países satélites: USA, Canadá y Reino Unido además de otros 4 países de segundo nivel como Paraguay; ningún otro país la considera organización terrorista. Israel no hace distinción entre Hamas y población civil y el terror lo ejercen de manera indiscriminada contra la población, con el apoyo interesado de países como Francia Inglaterra y USA; no solo prohíben manifestaciones propalestinas en sus respectivos, sino que también consideran delito el uso de la bandera palestina; prohibiciones, ambas, criticadas por Amnistía Internacional. Estos países son cómplices de la agresión con su hipocresía y doble rasero; los representantes israelíes en ellos deben pensar, con razón, que sus gobernantes son estúpidos.

El terror es útil durante un tiempo, luego ya no ejerce la parálisis de los actos. Las imágenes difundidas por televisión en que un grupo de soldados israelíes golpeaban con piedras en el brazo de un palestino hasta desmembrarlo están en la retina del que suscribe. Su delito fue tirar piedras a los soldados israelíes, desde la distancia.

Cada vez con más y más descaro, mediante guerra y terror, los israelíes han ido ampliando su territorio sin ningún tipo de conmiseración hacia territorios vecinos, aplicando políticas de apartheid y creando bantustanes que incapacitan la supervivencia con dignidad de Palestina. Eran guerras premeditadas para ampliar territorio o mejor, para controlar las fuentes del agua mediante sistemas de presas y desvíos del cauce desde 1967, por parte de un Israel teocrático y de ultraderecha.

La devastación de Gaza es total. La miseria humana se ha instaurado en Israel, gobernado por un déspota ultraderechista, acusado de corrupción. Es la huida hacia delante de quien está acorralado por su propio pueblo y candidato a ser juzgado por el Tribunal de la Haya (que Netanyahu no reconoce) por crímenes de guerra. Incluso el presidente de Israel acusó a Netanyahu de poner en riesgo la democracia en su país.

Es difícil pensar que las fronteras de Israel con sus recursos humanos y tecnología punta hayan sido traspuestas por palestinos armados, quienes atacaron durante horas población civil. Los malpensantes podrían señalar que ello ha sido soportado por el propio gobierno israelí para aliviar la presión social sobre Netanyahu y sus acólitos. La historia lo dirá.

Piensan que Jehová les ha dado el derecho divino a sacrificar todo y a todos en un mesianismo digno de la psicopatología social, hasta el punto de convertir el genocidio en política de estado. No es extraño que después de USA como el país más peligroso del mundo para la paz mundial, Israel es considerado en el mismo plano que Corea del Norte como un peligro para la paz mundial mientras que Palestina ocupa los mismos porcentajes que Australia (encuesta de opinión de Win/Gallup en 65 países).

Los colonos israelitas, judíos extremistas con malasombra, actúan con el derecho de pernada propio de la época feudal cuando quieren justificar un cualquier asesinato palestino, con el fin de confiscar y apropiarse de sus tierras y casa, incluso de sus harapos.

Instituciones internacionales y renombradas ONG se han posicionado contundente y claramente. Así, la ONU ha mantenido una y otra vez resoluciones condenatorias contra Israel. Amnistía Internacional acusa a Israel de usar fósforo blanco (prohibido en el derecho internacional) contra civiles. El Consejo de Derechos Humanos incluye a Airbnb o TripAdvisor o Alsthom entre las compañías que operan en territorio palestino ocupado, bajo supervisión israelí, potencia ocupante. Médicos Sin Fronteras, Cruz Roja palestina, Reporteros sin Fronteras; no hay institución o asociación con un mínimo de conciencia humana que no haya intentado, sin resultado, paralizar el círculo de la muerte por bombardeo o como consecuencia de las realidades israelíes.

Millones de personas están aisladas, en soledad. Sus deseos y esperanzas gozan del favor de la sociedad internacional pero no la de gobernantes sin escrúpulos. Israel ha eliminado redes sociales y asesinado periodistas que informaban: bombardeos de hospitales, escuelas, centros religiosos, ambulancias. La desinformación sin escrúpulos intenta sobreponerse a la verdad, pero esta es clarividente. Los intentos de idiotizar a la sociedad con información avergonzante no tiene recorrido. Como ejemplo la desnoticia sobre el bulo de 40 bebés israelíes supuestamente decapitados; estas burdas fake news avergüenzan incluso a sus promotores.

Se trata de dar voz y altavoz a quienes no tienen nada que perder, ni siquiera tienen esperanza para compartir. La sinrazón, la barbarie y el encarnizamiento contribuyen a la desesperanza y a reacciones humanas viscerales inundando de porqués las preguntas y de silencio las respuestas. La sociedad israelí debe humanizar las relaciones internacionales y poner coto a los desmanes de algunos de sus compatriotas, su gobierno y los colonos ultraortodoxos violentos que crucifican sin piedad cualquier atisbo de justicia.

Los palestinos saben que van a morir. La única duda que tienen es si hoy o mañana o será por hambre, deshidratación o por las armas. Lo humano está obsoleto; los miles de asesinados y las decenas de miles de heridos palestinos lo corroboran. La esperanza les ha abandonado, porque les han abandonado aquellos gobiernos con poder para paralizar la barbarie y el genocidio.

Las víctimas del nazismo no pueden tener impunidad con los palestinos utilizando metodología fascista. Los odios se retroalimentan sin solución de continuidad. No se niega el derecho a la defensa, pero sí el rechazo a tratar a Palestina como bestias con forma humana, a inyectar odio en el ADN palestino e israelí y a abrazar la barbarie como supervivencia política de sus dirigentes.

Al final de los tiempos habrá paz, pero será una paz amarga, avinagrada e injusta. El rescoldo previo reavivará el fuego de la discordia si los países permiten que los protofascistas actúen cual líderes reventadores de conciencia humana.

Necesitamos explicaciones. Especialmente de aquellos países y aquellos organismos con poder, aunque no con autoridad, que ponga orden en el caos y que humanice los muertos. Todo volverá al punto de partida; en el camino el odio dejará miles de cadáveres pero no importa: ya estaban muertos.