La ciudad de Bolzano, en el norte de Italia, alberga desde hace décadas un edificio de la época fascista con un gigantesco bajorrelieve del dictador Benito Musolini a caballo junto al lema: “Credere, Obbedire, Combattere” (Creer, Obedecer, Combatir), obra de Hans Piffrader. A pesar que el pasado dictatorial de la nación haya sido oficialmente condenado por el estado italiano, el monumento –en la actualidad sede de oficinas municipales y una de las obras de arte fascista más grande de Europa– sobrevivió intacto hasta que en el año 2011 un decreto del Gobierno exigió al Ayuntamiento una actuación respetuosa con los valores democráticos.

Surgieron en ese momento opiniones favorables a su derribo y a su preservación. El Gobierno municipal, tras observar el debate producido en los medios de comunicación, decidió convocar un concurso público para “desactivar y contextualizar el monumental friso”. 500 propuestas fueron enviadas y evaluadas por un jurado compuesto por representantes cualificados de la sociedad civil, entre ellos, un catedrático de historia, un arquitecto, un periodista, un artista, un antropólogo y un sociólogo, además de concejales pertenecientes a los distintos grupos políticos municipales. El jurado recomendó cinco propuestas que fueron votadas y validadas en un pleno municipal. Tanto las propuestas como las actas se colgaron en la web oficial del Ayuntamiento para abrirse al escrutinio público mediante un proceso participativo.

La propuesta ganadora propone superponer sobre el inmenso bajorrelieve fascista una inscripción iluminada por led con una cita, en italiano, alemán y ladino local, de la filósofa judía alemana Hannah Arendt “Nadie tiene derecho a obedecer”. Arnold Holzknecht y Michele Bernardi justifican su excelente e inteligente propuesta desde “la intervención minimalista como acción democrática frente a la grandilocuencia fascista”. La cita filosófica proyectada es una respuesta directa a la invitación a la obediencia ciega del eslogan fascista. El edificio intervenido ahora invita a la ciudadanía a que reflexione sobre la compleja historia de la ciudad de una forma desafiante y contextualizada. El monumento resignificado sigue siendo visible a través de la inscripción proyectada, de tal manera que resalta la idea que “la memoria colectiva no es una pizarra en blanco sobre la que se pueda escribir arbitrariamente lo que nos ocurra en el presente. Más bien, es un proceso de sedimentación en el que el pasado nunca se borra del todo, sino que se reinterpreta constantemente”. Los autores de la acción memorialista afirman, en el desarrollo de su propuesta, que “pretender que el pasado nunca sucedió no parece una buena forma de aprender de él. Pero tampoco lo es dejar pasivamente que el pasado se represente a sí mismo en el futuro”.

Robert Bevan, arquitecto y autor de izquierdas, colaborador de la London Evening Stndadard y de Icomos organismo asesor de la Unesco en materia de patrimonio y sitios de memoria afirma, en su magnífico libro Mentiras Monumentales la guerra cultural sobre el pasado, que “en vez del borrado de pruebas, tenemos otra capa de historia que comenta inteligentemente a su predecesora. Se trata de una transformación subversiva que no se arriesga a negar ni olvidar, ni deja impune una conmemoración repugnante. El friso invita ahora a reflexionar sobre esta historia y sus complejas capas”. La cita de Arendt, afirma Hannes Hobermair, es con mucho “la respuesta más inteligente. Humilla el friso. Un lugar de honor y apología es ahora un lugar de vergüenza y el patrimonio actuado sirve tanto a la justicia como a la historia”. El texto luminoso está acompañado de una placa lineal de muchos metros de longitud que explica todos los hechos del monumento y los cambios que se le han hecho.

En lugar de aceptar, sin rechistar, una nueva ola iconoclasta y localista (por cierto, minoritaria social y políticamente en nuestra comunidad), las transformaciones inteligentes pueden decir verdades sin destruir las pruebas auténticas de la historia.

Siguiendo el ejemplo que muestra el camino emprendido en Bolzano, el Proceso de Resignificación y Desconmemoración del Monumento a los Caídos de Pamplona debería conferir una nueva significación a un edificio-monumento que significa, conmemora, representa y enaltece unas conductas y acontecimientos (la violencia, el golpe de estado de 1936, la guerra civil y la posterior represión de la dictadura militar) propios del pasado y contrarios a los valores que garantizan la convivencia democrática. Es perentorio otorgar a la construcción un nuevo valor, distinto al original, y acorde con un presente histórico de respeto a la pluralidad ideológica, facilitadora de la práctica del diálogo y entendimiento entre ciudadanos y ciudadanas diferentes que desean vivir en paz en una sociedad basada en la justicia y en la libertad, con memoria, en un entorno urbano amable y con espacios compartidos (creados por instituciones democráticas, sólidas, estables y confiables para la ciudadanía), mediante amplios consensos políticos y sociales generadores de garantías de no repetición de vulneraciones de derechos humanos y de bienestar futuro para las nuevas generaciones.

También, el Proceso de Resignificación y Desconmemoración del Monumento a los Caídos de Pamplona debería dar a conocer, a través de planes y proyectos de interpretación y difusión, las circunstancias de su construcción, el periodo histórico en el que se inserta y su original significado, con el fin de fortalecer y divulgar cultura y valores de convivencia y democracia en contraposición con los pretendidos en su original significación y pretendida conmemoración. Los alumnos y alumnas de los centros educativos de Navarra (siguiendo el modelo de Berlín) deberían poder visitarlo, mediante el proyecto Escuelas con Memoria por la Paz y la Convivencia, para conocer nuestro pasado traumático. Resignificar el Monumento, en un marco de memoria democrática, requiere explicarlo como un proceso complejo que se modula y cambia en relación con el contexto histórico, político, cultural y social que le rodea.

Finalmente cabe destacar que un Proceso de Resignificación y Desconmemoración no es una acción concreta. Es un conjunto de acciones que mantenidas en el tiempo y de forma participada por la sociedad, nunca en un espacio temporal cortoplacista, desarrollan objetivos generales y específicos que facilitan cambios culturales profundos de carácter democrático y generadores de espacios de convivencia.

Elizabeth Jelin propone en su extensa obra “pensar en procesos de construcción de memorias, de memorias en plural” afirmando a continuación que “tanto en términos de la propia dinámica individual como de la interacción social más cercana y de los procesos más generales o macrosociales, parecería que hay momentos o coyunturas de activación de ciertas memorias, y otros de silencios o aún de olvidos”. Creo yo que en Pamplona es momento de activar y actuar, sin olvidar.

*El autor es director general de Memoria y Convivencia