Mi tema preferido en el investigación histórica ha sido y es el Galeuzca: la historia de las relaciones entre los nacionalistas gallegos, vascos y catalanes, cuyo hito inicial fue la Triple Alianza sellada en Barcelona en septiembre de 1923.

Salvo la coyuntura de 1923, inmersa en una grave crisis del sistema de la Restauración, y la de 1933, en plena República, con el avance despertador de las demandas periféricas, ninguna otra ha sido, teóricamente, más favorable a poner en práctica una estrategia conjunta galeuzcana.

Asistimos a una situación inmejorable para urdir un galeuzca efectivo basado en una estrategia gradual a medio y/o largo plazo que suponga el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado español, del derecho a decidir, aunque su aplicación práctica no sea inmediata, y de la posibilidad de una futura articulación confederal del Estado. Quizás el primer paso estratégico hubiera sido una candidatura galeuzcana unitaria a las elecciones europeas, como propuso en su día Arnaldo Otegi y secundó Iñaki Anasagasti en su blog el mismo día 9 en Deia. Los resultados de tales comicios demuestran que el bloque galeuzcano hubiera sido la tercera fuerza del Estado, superando a Vox.

Pero, por fas o por nefas, algunas fuerzas políticas están imponiendo un guión, basado en una épica de combate frente a la lógica de la razón, sin tener en cuenta que el tensionamiento excesivo de la cuerda puede romperla y producir el efecto contrario: una larga involución, que no sólo invalide lo conseguido, sino que produzca un retroceso no deseado.

Las fuerzas políticas galeuzcanas, presentes en el Congreso, no han elaborado una estrategia común, homogénea y de largo alcance. Y algunas se obstinan en actuar a su pedo o bola, dicho en jerga coloquial, siguiendo el mensaje del refrán “Cada uno va a lo suyo, menos yo que voy a lo mío”. Es más, echan gasolina a un fuego en ciernes, con un planteamiento, a veces estridentemente incoherente. Con esa actitud, sometida a la urgencia y gerencia de lo heroico del momento, se antoja harto difícil lograr el objetivo final.

Creo honestamente que las mentes preclaras de algún independentismo periférico están obnubiladas por la niebla de la confusión entre táctica y estrategia. Cualquier proceso y proyecto precisa como premisa ineludible proponer un objetivo final. La metodología de la filosofía escolástica era muy pedagógica al respecto. Para llegar ese objetivo debía elaborarse una estrategia, que avanza adecuada, escalonada y regularmente mediante movimientos tácticos. En todo el proceso era necesario tener en cuenta el contexto internacional y estatal y las coyunturas, interna y externa, de cada momento, que en nuestro mundo de modernidad líquida y de ética de la oportunidad suelen ser extremadamente cambiantes.

En esta continua lucha contra el vasto y sólidamente afincado imperio meseteño las naciones sin estado periféricas deben utilizar la cabeza y no las vísceras, reflexionar hasta donde se puede exprimir el limón y combinar la épica de combate con la lógica de la razón.

A este respecto resulta altamente ilustrativo y didáctico este artículo insertado en el periódico gallego, Nós Diario, escrito enteramente el 5 de junio en la lengua de Rosalía de Castro. Lo publicó Miguel Anxo Bastos bajo el título: “O fracaso da amnistía”. Resumo algunas de sus consideraciones, traducidas al esperanto peninsular. Decía el profesor Bastos.

“La aprobación de la amnistía por las Cortes españolas confirma el fracaso del proceso independentista catalán y la estrategia llevada a cabo por sus dirigentes. La separación del estado, que debía ser consensuada y no unilateral, en el ambiente político y cultural en el que vivimos no podía haber sido realizada de la forma en que se hizo, sino al estilo de la antigua Checoslovaquia, a través de un proceso legal y negociado. La independencia en un país moderno con un estado social fuerte no puede hacerse por voluntad propria, es necesario llegar a acuerdos en numerosas materias. Todo debería ser negociado y la población informada para discutirlo, partiendo, por supuesto, del princípio de que exista buena voluntad por ambas partes.

El problema de nuestro tiempo es la ansiedad, querer todo y quererlo ya. No saber esperar por el momento oportuno y no saber soportar la impaciencia. El proceso de construción de una nación se puede demorar décadas, incluso siglos, y es bueno saberlo para actuar en conformidad. Los independentistas catalanes quisieron apurar el resultado, aprovechando un momento específico de indignación provocado por la decisión judicial respecto al Estatuto, que les dotó de mayoría en el Parlamento de Cataluña. En lugar de estrujar la coyuntura para gobernar Cataluña, mostrar buena gestión, enfrentarse y solucionar los problemas socioeconómicos y construir lentamente una base social de apoyo al proyecto, optaron por acelerar todo y realizar un referendum que, ciertamente democrático, era de dudosa legitimidad. La consecuencia fue la aplicación de sanciones penales, exilios y multas, sin que haya progresado la consolidación del proyecto independentista y menos en la situación actual, con una mayoría parlamentaria españolista. Se ha perdido un inmenso capital político, que difícilmente volverá”.

La construción de una nación exige calma y debe ser realizada sin grandes traumas. De no hacerlo así, los resultados están a la vista. Salvo momentos muy puntuales la historia no avanza mediante estruendosas cataratas, es más bien un río silencioso, que camina arrastrando sedimentos de fondo. A veces la épica de combate precisa el suavizante de la lírica civil, como la que destila este poema del chileno Manuel Alcantarillas dedicado en homenaje al Galeuzca. Apareció en la revista Euzkadi, de Chile, mayo de 1945. Por la novedad, originalidad, sensibilidad, sonoridad, rima y su escaso conocimiento merece la osadía de gozarlo.

Un canto entre llamas.

Homenaje a Galeuzca, 1945.

“Montes de Euzkadi, Cataluña clara,

pincel de luz en el solar gallego,

yo os llevo como abejas o campanas

por entre el libre copihual chileno.

En esta hora vertical y oscura

no hay versos a la amada en la ventana,

Los poetas no cantamos a la luna.

¡El amor y la luna están en llamas!

Armonías que ruedan al futuro,

San Juan Evangelista, tu orillama,

prestadme. Quiero el ritmo más profundo

para tender un canto entre las llamas.

Un canto libre a orillas de la noche,

porque en la tierra de los cementerios

vuestros muertos os llaman y sus voces

son palabras de pasto en terciopelo.

Os llenamos las manos de banderas

cuando fuimos trizados por la muerte.

Por vosotros ardemos como estrellas

sobre los mares y los continentes.

Escuchad la palabra de la tierra,

¡Oh, catalanes, vascos y gallegos!

¡No han nacido los déspotas que puedan

fusilar a la vez tantos luceros!”.

El autor es historiador