Hace poco he visto dos videos: en el primero la Guardia Civil, en una gran lancha, acosaba a una patera ante la ciudad de Melilla para impedir su entrada por esa frontera; en el segundo, un toro amarrado a un poste, al que una multitud acorrala y golpea, mientras le encienden unas teas atadas a sus astas, él mugía aterrorizado y pataleaba desesperado. Resultado: éxito policial, un hombre al agua y a la noche tuve sueños terribles.
No sé qué habrá sido del obligado náufrago ni del toro pero tengo claro que, mientras no erradiquemos la violencia de nuestras vidas, seguiremos inmersos en este infierno vital. Desde mi colección de aforismos, dos sentencias acuden a mi conciencia: La de Mateo Alemán (1541/1614): “Es el hombre animal ferocísimo y dañoso, el más indómito y cruel de todos, pues los irracionales cada uno se conserva con los de su especie, y sólo él, siendo enemigo aun de sí mismo, lo es también de su prójimo…” (Guzmán de Alfarache) y la de Aldous Huxley (1894/1963): “En los animales su malignidad depende sólo de su apetito, y es por ello intermitente. En cambio, los hombres son sistemática y continuamente crueles y sus desatinos se justifican en nombre de la religión y de la política…” (Viejo muere el cisne).
De ellas cabría deducir que “la enemistad contra nosotros mismos nos proviene de las dos grandes filosofías que nos dominan: la religión y la política” y al respecto de ellas citaré otras dos frases producto de dos profundos pensadores que nos han precedido: La de Nietzsche (1844/1900) cuando en su Genealogía de la moral dice: “Todas las religiones son, en su último fondo, sistemas de crueldades” y la de Kant (1724/1804) cuando en su ¿Qué es la ilustración? nos dijo: “La tierra que, en siendo un globo, es limitada, así que los hombres no pueden disiparse sobre ella infinitamente, sino que han de tolerarse en convivencia, ya que originariamente, nadie tiene más derecho que otro a estar en cualquier lugar de la tierra”.
Para terminar y no cansarles demasiado, les citaré sólo una más de esas verdades universales que nos resistimos a interiorizar, la más cercana a nuestra época, la pronunciada por el presidente Salvador Allende (1908/1973) en su alocución al pueblo de Chile, a una hora escasa del bombardeo del Palacio de la Moneda que acabó con su vida: “…no se detienen los procesos sociales ni con el crimen… ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”. Decir frontera equivale a decir: riqueza/pobreza, amos/esclavos, libertad/prisión, privilegio/imposición. Si en 1989 cayó el Muro de Berlín, caerán igualmente las demás fronteras.
Mientras el capitalismo salvaje que domina Occidente deprede la riqueza de otros pueblos, éstos seguirán intentando sobrevivir saltando fronteras. Las aves superan todo tipo de barreras para su sobrevivencia y los hombres hemos de erradicar tanto las fronteras como la crueldad. Todo acto cruel no es natural, nos está dañando a nosotros mismos. ¡Abramos nuestro cerebro a la razón y nuestro corazón a la sensibilidad! Sin ello, seguiremos estando perdidos escribiendo una historia de dolor y terror, tal y como la que escriben hoy los genocidas israelitas sobre el pueblo palestino, con el apoyo de la complicidad occidental.
El autor es notario jubilado