Síguenos en redes sociales:

Gusano con alas

Gusano con alasRoger Vila (CSIC)

Si al humano le quitamos todo lo que de poética pueda tener la vivencia de la realidad, algo que en parte ya hiciera Aristóteles despreciando las artes plásticas, el vuelo de la flor se queda en un mero gusano con alas. El bello gusano alado que es la mariposa y la frágil flor participan desde un punto de vista naturalista de un objetivo común: el de su reproducción. Ahora bien, para nuestro sensible sentir no es lo mismo apreciar la belleza de sus sutiles composiciones que el funcional destino de las mismas. Constituye la flor, por añadidura, en su polinización, una fecunda interfaz orgánica colaborativa de la interrelación entre los mundos vegetal y animal que el hombre habrá de hacer fabril e industriosa desde el árbol de la morera al hilo de seda. A este proceso el materialismo denomina ensamblaje, pues este gusano con alas termina estando, al menos como representación en el polimérico plástico que algún arqueólogo del futuro deberá investigar en su datación. Más aún, si cuenta con epigráfica expresión de pinpilipauxa o tximileta, al albur de lo ocurrido en Irulegi.

Gusano con alas es, en todo caso, una visión un tanto desmejorada de belleza natural en una mariposa. Y que me perdonen los modernos si no he logrado superar esta acepción ideal del bello objeto obra de arte que hunde sus raíces en el vigente aristotélico aserto, para otras cuestiones, de que la belleza valga más que cualquier carta de recomendación. Aunque tal vez, esta cita al uso debiera contemplar la observación de Raymond Bayer matizando el hecho de que: “Hay en Aristóteles toda una doctrina sobre las artes que viene a ser una mera técnica, no una metafísica. Esta doctrina es muy incompleta. Se olvida voluntariamente de las artes plásticas, ya que no le interesan. Preocupado ante todo por la constitución orgánica de los seres, no se ocupa de las artes, en efecto, más que allí donde se manifiesta la actividad final del artista: aquellas cuyas reglas no se encuentran en la historia ni en la naturaleza: la música y la poesía. Un intento de reconstruir la estética de Aristóteles no deberá, pues, basarse en su doctrina de las artes, sino (…) en su metafísica, en la que estudia todas las manifestaciones del ser”. Fuera de esta sutil matización la belleza parecería sugerir formar parte del porte animal que tanto entusiasmara al Estagirita.

Cuando a uno le acusan o califican de gusano –me ha pasado más de una vez– no es precisamente con intención de halago; siendo también cierto que la belleza natural de una mariposa nada tiene que ver con la intencionalidad que le es otorgada en función de nuestros intereses referida a los valores asociados, bien sea a la bondad o maldad de su quehacer y verdadera presencialidad. Lo que me trae al presente el recuerdo de aquel maravilloso espectáculo reciente de una nube de mariposas revoloteando sobre mi más bien descuidado seto bajo seria amenaza de terminar con el mismo.

En mi particular experiencia una clase peculiar de gusano con alas consiste en ser aquella hibridación de técnico con político que se alza sobre los demás en pos de una gestión basada en el dominio y la dominación, estando mediatizada por intereses al margen de los de la comunidad; al menos desde que la planimetría urbanística viene a monopolizar la misión más básica, aquella referida al modus vivendi, en muchos de nuestros muy hermosos cascos antiguos desaparecidos o a punto de hacerlo. Por ello convendría recordar el que –continuando con Bayer– lo bello moral, en Aristóteles, consiste en ser ante todo una estética del bien en los planos de lo cósmico, de lo práctico y de lo útil. Y al respecto de lo último llegando a constatar el hecho a tener muy en cuenta de que “lo útil sin fin determinado quiere decir tanto como “para el sujeto que actúa” y se confunde con el egoísmo: “Egoísta es aquel que sólo actúa por lo útil y no por el bien y lo bello, ya que lo útil es un bien personal, mientras que lo bello es el bien en sí”.

El de la utilidad ha sido el gran argumento esgrimido por promotores de la entente público-privada, ante cualquier argumento basado en el sentido romántico, aun de lo patrimonial, para un tanto alegremente deshacerse de la insalubre antigualla. Los unos por afán recaudatorio y los otros en su legítima aspiración de enriquecimiento. He escrito sobre ello referido al pueblo de mis amores, la villa de Uharte, sito en la Comarca de Pamplona / Iruñerria, recogiendo sinsabores e incomprensión, pudiendo servir lo mismo para otros muchos lugares que atraviesan por semejante situación donde lo bello confundido por lo útil da como resultado lo realmente feo. Cuestión que la moderna arquitectura ejemplariza a diario. Por tanto, no habré de redundar sobre el tema.

Y ya que como colofón de estas políticas tuviéramos a bien rematar la faena disponiendo por guinda del pastel de una monumental caja negra / centro de arte no puedo resistir, para terminar, el realizar una reflexión basada en el latouriano concepto puesto últimamente de moda del cajanegrizar propio de todo positivismo utilitario que como se sabe está basado en la ignorancia tenida por el común de los mortales de los complejos procesos tecnológicos de automatización que se requieren para hacernos más fácil nuestra cotidianidad, consiguiendo se homologue, salvando las consabidas diferencias en el plano de las artes, con aquella expresión simple ante la contemplación de una obra de Miró del “esto lo hace mi niña/o”. Aquí, no obstante, la realidad olvidada es muy otra, como así lo fuera la intencionalidad del artista al realizar la obra que diera origen a dicha expresión. Siendo así también, como este feo producto del gusano alado atrapado entre la caja y su red puede ser llegar a ser bello si indagásemos en su verdadera bondad.

El autor es escritor