La vanguardia, según la RAE, es la avanzada de un grupo o movimiento ideológico, político, literario, artístico, etcétera. Y avanzada, según la misma RAE, es la que se distingue por su audacia o novedad en las artes, la literatura, el pensamiento, la política, etcétera. Para ser vanguardia, avanzada de la sociedad, se tiene que estar proponiendo no algo novedoso por el mero hecho de novedad, sino algo realmente transformador que haga replantearse el rumbo que estamos tomando y que sea canalizador de un cambio social. No cabe duda de que para ello se requiere valentía, reflexión, análisis, crítica y una gran capacidad de visión de un futuro distinto donde otra manera de vivir sea posible y atractiva. ¿Dónde está esa avanzada?
Los hay quienes dicen que la vanguardia está en las expresiones artísticas que se fraguan dentro en las facultades de Bellas Artes y en los Centros de Arte donde becan estancias artísticas. Pero lo que allí acontece adolece de profundidad, sus propuestas se diluyen en el proceso creativo desvirtuando la realidad. No están proponiendo ni lenguajes nuevos ni alternativas a lo hecho y dicho. Estos/as artistas no hacen más que deleitarse con la retórica artística adornándose con la complejidad del metalenguaje.
Los hay quienes tienen fe ciega en un digitalismo salvador, en que la tecnología a través de la IA será capaz de transformar a mejor el mundo tal y como lo conocemos. No cabe duda de que la tecnología está cambiando nuestra relación con el trabajo, las relaciones sociales, las transacciones económicas, etcétera, pero no deja de ser el modelo capitalista modernizado. Y es este sistema económico el que nos está arrastrando al colapso medioambiental. La IA nos va a deslumbrar con sus efectos especiales que serán alucinantes, pero no dejarán de ser un juego virtual de lo real. Los/as artistas que se están apoyando en la IA creen que van a ser ellos/as las que la controlarán y que ésta hará lo que el/la artista quiera. Será en cierto modo, pero llegará un momento no tan lejano, en el que no vamos a saber discernir si el artista juega con la IA o es la IA la que juega con el artista. Por otro lado, la tecnología nos va a querer imponer un único lenguaje universal artificial, que aparentemente facilitará las comunicaciones, pero a su vez, destruirá la diversidad cultural existente.
Vivimos quizás en la sociedad más diversa que haya existido. Si eso es motivo de pluralidad y libertad, también lo es de coladero de toda propuesta que se nos ocurra. Estamos conviviendo personas que denuncian el cambio climático con negacionistas de ese cambio; personas que quieren ahondar en una igualdad, en el respeto a la tendencia sexual, con ideologías retrógradas que quieren volver a épocas de un machismo exacerbado; convivimos gentes que luchan por la equidad, la responsabilidad social, el reparto justo de la riqueza, con gentes que defienden el lujo, el clasismo y el gasto desmesurado; gentes que quieren la paz con gentes que usan la violencia como resolución de conflictos, etcétera. En esta Babelia ¿dónde se sitúa la vanguardia?
Se defienden tantas múltiples vanguardias contradictorias entre sí que el caos mental lleva a renegar y no creerse ninguna de ellas, porque ninguna salva nada, porque no se puede salvar solos. Entonces ¿qué hacemos? Cada propuesta que se lanza es minoritaria y es contrarrestada por una horda de internautas militantes de lo contrario. Y si no son ellos, es el mercado el que lo absorbe e integra y lo vuelve un fetiche consumible. Resulta imposible avanzar e ilusionar, porque además hasta puede suponer un riesgo personal el proponer nuevas ideas, ya que te van a dar por todos los lados.
Y esto nos lleva a estar, como dice Alberto Santamaría en su libro Alta cultura descafeinada, ante “una modernidad sin vanguardia, sin radicalismo (...). Es decir, un arte realmente desactivado, autocomplaciente, meramente operacional, preocupado por un proceder esteticista y destinado a ser supuestamente representacional. Dicho de otro modo: la vanguardia vuelta estilo, la vanguardia como manierismo”.
Quizás, la única opción posible hoy en día sea la de admitir y respetar esta diversidad tan ingente y organizarse en pequeñas colectividades afines que nos den espacio, aire y apoyo para expresarnos como queramos. Porque pese a todo y a todos, hay una necesidad de realizar arte, un arte que nos conecte con la vida, con la belleza, con lo social y con lo cotidiano. Un arte que intervenga no solo a través de la denuncia y la crítica de lo establecido, sino que haga pensar, reflexionar sobre nuestro propio devenir de la vida. Aunque a veces sea a través del silencio, ya que la calma silenciosa nos lleva a la meditación y ésta a la reflexión.
Pero, si el fin del arte es solo su propio regocijo formal, repitiendo con el filtro personal lo que se ha heredado de las anteriores vanguardias, caeremos en un rebuscamiento expresivo adulador, egocéntrico que no aportará nada; ni cambio personal, ni revolución social, ni alternativa, ni propuestas nuevas, ni posibilidad de que surja una vanguardia. Y entonces, el arte que se cree así, se convertirá ipso facto en antigüedad que con suerte acabará en un anticuario.