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Un entorno de nadedad

Un entorno de nadedadWikipedia

Las diferentes concepciones que de la técnica tengamos, en la visión de Yuk Hui, son condicionantes y condicionadas por la visión más o menos cósmica percibida y sentida en función de tradiciones y diferenciaciones culturales previas. Y decir cósmico aquí es equivalente a defender un orden u ordenamiento. Siendo significativo que éstas no son las mismas según procedamos a considerarlas provenientes de Oriente, Occidente u otros lugares del mundo, pero asimismo apuntando a la hegemónica globalización de la segunda sobre todas ellas, aún más desde que los gobiernos de China y Japón apostaran por seguir su camino, así como los del resto a través de una más abyecta colonización, bajo la conclusiva amenaza en ciernes de un hipersónico conflicto nuclear con la que juegan sus grandes potencias militares, como la apoteósica culminación, damocliana, desde el segundo escenario de un post-belicismo mundial, obrando aquí como una perfecta metáfora de la objetiva producción de la nada. Esa misma nada que diera lugar al nihilismo nietzscheano contando con larga tradición, no obstante, en ambas cosmovisiones desde el estoicismo griego pasando por el misticismo cristiano a los taoístas, budistas y confucianos que más o menos simultanearan en el estadio de un régimen feudal cuyas directrices dependían en buena medida no tanto de la voluntad del hombre como de la naturaleza.

Alguien que hizo mucho por la convergencia de ambas tradiciones, por su entendimiento o comprensión, como fuera Nishida Kitaró, en la opinión de Yuk Nui, “afirmaba que, mientras Occidente ha considerado el ser como el fundamento de la realidad, Oriente ha tomado la nada como el suyo: la nada, que no llega a ser ni deja ser, se opone al mundo del ser y es absoluta en el sentido de que no puede ser abarcada por ningún fenómeno, individuo, acontecimiento o relación en el mundo”. En definitiva, una especie de impulso generador. Fundador de la conocida como Escuela de Tokio, Yuk Hui, responsabiliza a esa tendencia destructiva, no obstante, el que facilite la recuperación de lo que para los occidentales son esencias espirituales irrenunciables que dan sentido a la vida y sin las cuales la diferencia con el animal no habría de ser en modo alguno relevante.

Esta cuestión de la nada, por ende, habría de tener abstraído al mundo de la filosofía occidental con las correspondientes reflexiones dadas de la mano de dos de sus más destacados representantes existencialistas: Heidegger, en su conferencia ¿Qué es metafísica? y el Sartre del ¿Ser y la nada? Para el existencialista italiano Enzo Paci, en presentación de la primera, la existencia es ante todo vida, la nada consiste en ser “simplemente lo contrario del ser”; añadiendo: “Y como el ser es pensamiento o acción moral o arte, la nada es todo lo que no es pensamiento, lo que no es vida moral, lo que no es arte. Es el error, es la obra de arte no lograda, es la acción moral no constituida por un actuar coherente y formado, un actuar que no es acción sino pasión”, del mal y del mal hacer. Y al albur de lo que nos acontece, fruto en buena medida de la cuantificadora ratio que da lugar a la acción preponderante en el denominado por el filósofo senegalés Souleyman Bachir Diagne “universalismo dominante”. Frente a este último tanto el anteriormente mencionado como el historiador Achille Mbembe habrán de proponer como salida del impasse al que nos vemos sometidos, en palabras del camerunés, la “invención de un imaginario alternativo de la vida, del poder y de la ciudad” mediante el “acto de hacer comunidad” participada, recursivamente, por la “voluntad de vida”.

Un mundo de “emergencias” como el actual debería ser interpretado, en propuesta de Yuk Hui desde la recursividad orgánica de aquel presupuesto de Schelling manifestando del espíritu ser naturaleza invisible y la naturaleza, espíritu visible. Es evidente que frente a todo tipo de negacionismo, la naturaleza está realizando el trabajo que al hombre le debiera haber correspondido, al menos como toma de conciencia de un deber moral para consigo-mismo, en evitación del impulso suicida y autodestructivo. Yuk Hui en su optimista propuesta cosmotécnica confía en poder llegar a tiempo, en esta más que necesaria implicación, valorando el papel a desempeñar por la reactivación de lo local. Ahora bien, esta vuelta al dominio del terruño nunca habrá de ser la nostálgica vuelta al pasado por muchos añorada, sino todo lo contrario: “Lo local que es capaz de resistir el eje global del tiempo es una localidad que tiene la capacidad de enfrentarse a él transformándolo radical y autoconscientemente, antes que meramente añadiéndole valor estético. Lo local no puede oponerse a lo global, de lo contrario corre el riesgo de caer en una suerte de revolución conservadora, o incluso de favorecer el fascismo metafísico.

Ese fascismo metafísico hoy en día tiene nombre y apellidos y cada vez más seguidores. Son los tru(a)mposos que nos hayan de gobernar en el futuro próximo si no hay alguien o algo que los frene. Es la nadedad del estar conmigo o contra mí, la que gobierno la lógica binaria del Todo y Nada propio de la era digital, que en resumen del ensayo compartido de Martín Burckhardt y Dik Höfer concluyeran: “Recurriendo a conceptos del pasado (el usuario) se siente armado contra las exigencias excesivas del presente, y puede mecerse en la ilusión de que en último término no ha cambiado nada. En cierto modo, lo digital pasa a ser un trasmundo (esta es la hermosa traducción que Nietzsche otorgó a la metafísica), un ámbito externalizado que obedece a leyes distintas de las que rigen nuestra realidad. Como el mundo digital marca un más allá psíquico, puede convertirse en vehículo de necesidades metafísicas que flotan libremente. Aquí es donde surge aquella forma de esquizofrenia constitutiva característica de la baja Edad Media: un proceso colectivo de ocultamiento y represión”.

El autor es escritor