A demanda
Al hilo de la “Dictadura de la sinécdoque”, del Ateneo Basilio Lacort, publicado en Tribunas el 6 de diciembre, redacto esta reflexión sobre la raíz de nuestros males: querer el todo cuando sólo nos corresponde una parte.
Decían de Albert Einstein que hacía sencillo lo más complejo. A mí me pasa al revés. Me preguntan qué me parece que las madres den de mamar a sus hijos a demanda, al menos los seis primeros meses de vida, y para contestar les cuento una película.
Pertenezco a la generación de los 50. Recuerdo que, en general, la madre alimentaba a su bebé cuando le tocaba la toma. El resto del tiempo dormía. Si lloraba se le cogía en brazos, se le hablaba, se le cantaba y, sobre todo, se le aguantaba hasta que se callaba. Era un logro del padre o de la madre. No se hacía casi nada a demanda del bebé. Mi pregunta es: ¿en las relaciones materno/paterno-filiales sólo demanda una de las partes y a la otra le toca satisfacer? No lo creo. El a demanda ha de ser bidireccional. El proceder del adulto es crucial para encarrilar el proceso educativo mutuo que comienza con todo nacimiento.
En relación a las capacidades y necesidades de un recién nacido, mirando a la naturaleza podemos afirmar que somos la especie que más cuidados necesita en sus primeros días, semanas, meses y aún años de vida. Las demandas del bebé son más simples que las expectativas de sus padres sobre su futuro.
Otro ejemplo. ¿Conocen el colecho? Si el niño llora a la noche se le lleva a la cama del padre o de la madre. ¿A demanda? Se acabó el descanso del adulto, pero el bebé se duerme.
Llegan los purés de verduras, las frutas, el progreso en la toma de variedad de alimentos… Ahora la demanda es de los padres, pero el niño ya ha comenzado a conectar sus neuronas y a generar su carácter. En nada aparece la etapa del no, que ya es principio de autonomía, independencia, aunque parezca sólo ganas de llevar la contraria. ¡Cuidado! Es probable que las pantallas de todo tipo estén ya en el entorno del niño. ¿A demanda de quién?
No tardará en llegar la etapa de elegir la ropa que se pone. Para evitar los berrinches, ¿siempre a demanda? En junio los leotardos de estrellitas. En Navidad la camiseta corta que enseña el ombligo. ¡Anda, si ya está en la preadolescencia, los 12 años! Se nos han pasado volando. Allá quedó la elección de escuela infantil, el cole a los 3 años, las extraescolares, los idiomas imprescindibles para el día de mañana... ¿Qué hicimos con la demanda? Sigue configurando su manera de ser. 14 años: “¡Mira, guapo, yo soy así y no pretendas cambiarme”. “Oiga profe y esto ¿para qué me sirve?”. La bidireccionalidad de la demanda, imprescindible.
Es una evidencia que el currículo escolar constituye la demanda de la sociedad hacia el colectivo de profesores, alumnos y familias. La sacrosanta libertad de elección queda en entredicho. Todos debemos cumplir.
Aconsejan los expertos: no asustarse, no sentir miedo, ser valientes, saber decir no, resistirse a la presión de la sociedad… Lo tenía todo bien apuntado, pero no encuentro el papel. Un día quitando el polvo, me aparece la nota… ¡en la mesa de mi hija adolescente, ya en los 16 años! Practico la empatía y al leerla como si yo fuera ella... ¡Horror! Tranquilidad. Esto les ha ocurrido a todas las generaciones. Nunca es tarde para negar el todo. Un experto psicólogo, trabajando en Barcelona con adolescentes menores de 18 años en riesgo de suicidio, aconseja prohibir el smartphone en los colegios antes de los 16 años. Afirma no haber encontrado ni una evidencia científica de que el uso de pantallas, tablets, móviles, pizarras táctiles, ordenadores, sirva para desarrollar mejor las capacidades cognitivas y emocionales básicas. Cualquier aparato no es una aberración en sí mismo. Se puede usar con moderación. El abuso es lo preocupante. Hay multitud de trabajos científicos que demuestran los perjuicios que acarrea no saber responder a la demanda.
Y los adultos, ¿aceptamos que sean los científicos, los expertos, los gestores, los políticos que elegimos en las urnas, los que determinen la demanda? Todos queremos dejar una mejor sociedad a nuestros hijos y nietos. Dejo para otra ocasión la relación estrecha entre el negacionismo y el a demanda. Pero seguro que han sabido leer entre líneas lo peligroso del populismo. Abuelos, padres e hijos… No somos amigos. Nos necesitamos en nuestro papel. Todos. ¿A demanda?
*El autor es profesor jubilado