Este escrito es una súplica, un grito desesperado de ayuda para mi hijo de 10 años con dislexia y discalculia, una historia que se remonta años atrás, y que por desgracia nadie fue capaz de comprender y detectar a tiempo. Debido a esto se le creó a mi hijo una ansiedad, angustia y falta de autoestima innecesarios y desorbitados. También físicamente, ya que le desembocó en unas cefaleas tensionales brutales, las cuales persisten y se han visto agravadas por la negligencia y falta de empatía del colegio donde cursa 5º de Primaria (colegio público San Miguel de Noáin) y por el Departamento de Inclusión de Educación.

El pasado 22 de enero me sometieron a una operación complicada de cáncer de mama (mastectomía bilateral y reconstrucción de mamas), esto conllevó a una desestabilización emocional de mi hijo, que se vio agravada por la sobrecarga a la que están sometiendo a mi hijo en la escuela. Miles de correos, miles de solicitudes… enviados a directora de inclusión directora de orientación de inclusión, directora, jefa de estudios, tutora, jefe del departamento de educación, jefe del Creena… y nadie ha dado una respuesta. Nadie ha movido un dedo por poner medidas para la mejora de mi hijo, y que no le duela ir a la escuela, que no sufra cada día que le agobian con interminables exámenes… 5 días a la semana, y todos los días tiene tareas… exámenes… pruebas aleatorias para superar anteriores cursos, que estos se suspendieron debido a la ausencia de adaptaciones que por ley se le deberían haber aplicado desde 2º de Primaria. Espero que lo más fácil para él fue tacharlo de vago e inútil, en vez de realizarle las pruebas diagnósticas, cosa que tuve que realizarle yo de manera privada, y aún así seguimos a años luz de que trabajen y apliquen correctamente las adaptaciones, y de que mi hijo esté en igualdad de condiciones que el resto de sus compañeros/as. El silencio es ensordecedor, ese silencio de hacer oídos sordos a un niño de 10 años, ese miedo de que nadie escuche esta llamada de auxilio, ya no solo de mi hijo, sino de una madre que intenta proteger y defender los derechos de mi hijo, que es mi deber como madre. Me encuentro sin fuerzas, agotada psicológicamente, desolada por no poder ayudarle, porque las personas que deberían hacerlo han decidido meter el caso de mi hijo en un cajón donde únicamente se llena de polvo, sin pensar en el día a día de ese chiquillo, que solo quiere ser igual que los demás. Esas personas tienen nombre y apellidos:

-Raquel, directora del colegio.

-Natalia: jefa de estudios del colegio.

-Julia: tutora de mi hijo Gabiel Castrillejo Arboniés.

-Ainara: orientadora del colegio.

-Alicia Ruiz : directora del Departamento de inclusión.

-Alicia Burguete: jefa del Departamento de Orientación de Educación.

-Señor Gil Sevillano: director de Inclusión.

-Ander Domblas: jefe del Creena.

Todas estas personas han decidido omitir cada correo, cada súplica, cada grito de auxilio de un niño de 10 años con un trastorno de aprendizaje, que pide a gritos que le faciliten las adaptaciones que le corresponden por derecho, para poder ser igual a los demás, para poder ir feliz al colegio, para poder dormir sin dolores de cabeza y sin el temor de que al día siguiente quizás le ayuden o quizás tenga que esforzarse un poco más cada día para poder afrontar un día más en el colegio.

Debido a mi operación y posteriores complicaciones, estoy intentando llevar mi recuperación paso a paso, y además tener que luchar todos los días por dar a entender a todas esas personas y organismos, que no es el momento de sobrecargar a mi hijo, que es momento de que tenga un buen estado emocional, ya que por la situación en el hogar debido a mi enfermedad, está desestabilizado, lo que es completamente normal, pero a ellos solo les importa atiborrarle a exámenes, pruebas, tareas… sin tener la mínima empatía en lo que le supone, tanto física como mentalmente, a mi hijo toda esta sobrecarga escolar.

La autora es madre de Gabriel Castrillejo Arboniés