Síguenos en redes sociales:

Nudos políticos y manipulación del miedo

Nudos políticos y manipulación del miedoEP

De lo que tengo miedo es de tu miedo. (William Shakespeare)

Ante la incompetencia de los gobiernos, en este largo viaje hacia la extrema derecha que ha emprendido Europa, surge el miedo como arma de manipulación. El miedo facilita la gobernanza, amansa al pueblo y debilita la democracia, consiguiendo que la sociedad sea menos activa y más manejable. Los riesgos objetivos conllevan un miedo saludable, a diferencia de las manufacturas apocalípticas que, en el terreno de la política, nos venden los regímenes populistas o autoritarios, sin que representen ninguna realidad como tal. La información, la cultura y la reflexión se constituyen en antídotos contra las amenazas que, como densas nubes grises, impiden ver el horizonte.

El kit de supervivencia –o kit del miedo– que recomienda Bruselas, penetra en la psicología social, facilitando a los gobiernos tomar medidas que, en otro contexto, resultarían impopulares, pudiendo llegar a generar desobediencia y resistencia. Esta semilla de temor recuerda a los ciudadanos que la próxima guerra albergaría el riesgo de enterrar definitivamente nuestra civilización. Bajo las aguas mansas de las democracias hay corrientes subterráneas de poder, dominación y competencia que alejan la posibilidad de vivir en un mundo que sistemáticamente rechace la violencia. Deshacer los nudos políticos a través de la sangre vertida muestra siempre la incapacidad del hombre para la vida y para la paz. Los dirigentes políticos invocan la patria, y es el pueblo quien entrega su sangre. El mundo está cayendo en la grisura, la monotonía y la repetición.

La ruptura surrealista de la vida, a través de las contiendas bélicas, supone siempre un desgarrón en el núcleo central de la felicidad. Los primitivos creían en el orden del cielo, en la rutina, en la eterna costumbre y en el recorrido de las aguas de los ríos hacia el mar. En un mundo como el que vivimos, tan masacrado por guerras y fanatismos, no todas las infancias transcurren, como la del poeta, en “un patio de Sevilla y un huerto claro”. El actual irracionalismo muestra la visión del caos, del miedo y de la incertidumbre. Decía Newton que podía medir el movimiento de los cuerpos, pero no la locura humana. Putin y Trump se dividen el mundo, pisoteando los derechos humanos y ninguneando a Europa. El timón de la diplomacia está en manos de dos personas, capaces de oscurecer el planeta, que han puesto en jaque el equilibrio de poderes en la política internacional, generando un terremoto diplomático que vuelve a subrayar el temor y el desconcierto.

Hay seres que, siendo pequeños y amorales, se creen enormemente importantes y fieros, como lagartijas ante el sol del poder, matando la esperanza de creer en la palabra y de transformar con ella el mundo. La industria de las armas espera siempre el pistoletazo de salida que engrose sus arcas, mientras se posa el terror sobre las viejas arquitecturas y el dolorido corazón de la humanidad, harta de titiriteros de sombras y de vendedores de humo. Seguimos rodeados de inquisiciones que continúan sobreviviendo más allá de todos los crepúsculos vividos. Hambre, injusticia, falta de libertad y miseria hacen que la calavera del mar siga recibiendo pateras cargadas de miedo y esperanza. La verdad del hombre, ahora en estupro, concluye siempre con “una canción desesperada” en las garras humeantes de la noche.

Tiempos de sombra, sin música ni argumento para la ilusión del poeta. La reserva espiritual de Occidente se está diluyendo en el materialismo consumista, en cuyo parking toda Europa echa su moneda. El silencio generalizado actúa como elocuencia, y los datos como pedradas en los referentes utópicos. Los coros y danzas de la ultraderecha suenan con mayor fuerza, silenciando las débiles señales del idealismo y conduciéndonos hacia un progresivo empobrecimiento y desequilibrio. En política, al menos en España, los paleoconservadores de la derecha revolotean como un colibrí, sin posarse sobre ninguna idea de calado, mientras los Sísifos de provincias soportan las pesadas cargas que genera el gobierno central.

Las civilizaciones se construyen con ideas, pero se siguen defendiendo con armas. El poder intercede por el poder; así está atado el sistema. Hay siglos miedosos y siglos confiados; en cualquier caso, siguen retornando los enfrentamientos desde nuestro primitivismo cainita, haciendo difícil comprender que, tras tanta muerte, sacrificio y ruinas, no surja una humanidad mejor. Seguimos inmersos en la pobreza evolutiva, en la que los fanatismos y la continua lucha por el poder logran que la incapacidad de entendimiento siga reinando en nuestra especie, cuya inteligencia, claramente cuestionable, suele ponerse con frecuencia al servicio del mal. La paloma de la paz que echan a volar los políticos sigue siendo mensajera, representando una paz de ida y vuelta.

El conflicto armado entre naciones es una auténtica pesadilla, pero negar su posibilidad es tan ocioso como negar la felicidad, sin que ello nos impida ver que diplomáticos, militares y gobernantes hablan de la guerra de un modo antagónico a como lo hacen las viudas, los huérfanos y los poetas. Normalmente son los poderosos quienes conspiran contra el pueblo, y no lo contrario. En cualquier caso, no se consulta a la sociedad sobre si existe o no causa inevitable para sumergirse en una guerra. El progreso de la razón indica que solo debe declararse la guerra por la autoridad del pueblo, que es quien soporta sus males, mientras los gobiernos cosechan sus frutos llevando a miles de seres a morir por unos ideales que no siempre son de quienes combaten.

La primera víctima de la guerra es la verdad tectónica de cuanto nos acontece. Tras las contiendas, los ricos se hacen más ricos, aumenta la miseria de los pobres y crece el silencio de los hombres. Evoluciona la ciencia y la tecnología, pero sigue sin evolucionar el alma. No logramos alcanzar esa paz universal, siempre expuesta a la perdigonada atómica de los trogloditas que siguen poblando el planeta. De vez en cuando, la moral de los países debe hacerse un chequeo; no siempre hemos sido, ni somos, un panal de rica miel donde todos vivimos de trabajar creando solidaridad y respeto.

Precisamos depuraciones interiores de escepticismo sonriente que nos permitan vivir en nuestro pequeño e íntimo universo, en el que funciona la voluntad como una constelación afortunada de motivaciones. En este contexto de temor, de rearme y de eufemismos en el que estamos inmersos, hay que aventar las cenizas de la cerrazón y el fanatismo, que siempre mienten a la pureza de la verdad, falseando la belleza que contienen las ilusiones del espíritu humano. La pluralidad de la vida tiene también un exceso de belleza que anda errante, sin que prestemos la atención que requiere, en un mundo que principia cada mañana.