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Apagón, nucleares, renovables y consumo

Apagón, nucleares, renovables y consumoEP

Tras el gran apagón que tuvo lugar el pasado 28 de abril, han surgido multitud de informaciones, a las que muchas de ellas se podrían tildar de meras especulaciones y muy interesadas. Ante esta situación se requiere que haya una reflexión muy seria de lo acontecido.

Las pérdidas humanas, la sensación de vulnerabilidad, a pesar de que se dijo que tenemos “el mejor sistema eléctrico de Europa” y las enormes pérdidas económicas, por citar solo algunas de las consecuencias, exigen que se haga una investigación rigurosa y sean depuradas las responsabilidades.

Después del apagón, hemos conocido cuestiones de la mano de distintos expertos, que no solo es necesario que haya una producción de energía, sino que esta se encuentre dentro de unos valores específicos de frecuencia y tensión. Y para que esto se produzca, es necesario que la producción y consumo eléctrico se mantengan en un cierto equilibrio. Tras las informaciones que se han dado, la caída experimentada de producción fue muy superior a la dimensionada.

La respuesta de la sociedad en su conjunto, y aquí, en Navarra, fue de solidaridad, y los servicios públicos estuvieron garantizados. También fuimos testigos de la importancia de la energía en nuestras vidas, cuyo acceso es un derecho fundamental y como tal está recogido en numerosas declaraciones, como la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH), que sienta las bases para el reconocimiento del acceso a la energía como un derecho humano, especialmente en relación con el derecho a un nivel de vida adecuado que incluya alimentación, vivienda, asistencia social y salud, aunque no se cumpla.

Durante estos días hemos asistido también a un cruce muy fuerte de declaraciones en las que se ha reavivado la disputa entre las energías renovables y la nuclear. En relación con las renovables, desde cada vez más sectores se considera que son esenciales para garantizar una energía barata, accesible y sostenible para responder a la situación de emergencia climática en que vivimos. Aunque también habría que decir que para ello es fundamental una adecuada planificación en cuanto a su instalación, y medidas que permitan mantener frecuencia y tensión, de modo que las renovables, como la solar o la eólica, puedan integrarse de forma más eficiente y segura, minimizando las pérdidas de energía y los problemas de voltaje y frecuencia, además de la necesidad de almacenamiento. 

Como apunta Ecologistas en Acción en su análisis, “un sistema más descentralizado y más basado en microrredes podría aportar resiliencia al sistema eléctrico ante este tipo de eventos. Acercar la producción a los puntos de consumo, así como apostar por un autoconsumo renovable que no dependa de la conexión a red, es prioritario. Lo que no implica la renuncia al transporte de energía, ya que puede ser imprescindible un respaldo externo a estas redes. Las declaraciones en favor del mantenimiento de los combustibles fósiles como medida de seguridad no son admisibles. Existen alternativas renovables para garantizar los servicios básicos”.

En relación a la energía nuclear, antes del apagón se reavivaron las declaraciones de los pro nucleares en favor de esta energía, y ahora se han recrudecido mucho más, alentadas por el Partido Popular, de la mano de su presidente Alberto Feijóo. Con apagón y sin apagón, alargar la energía nuclear es un impedimento impresionante para la descarbonización a 2050, ya que frena las inversiones en energías renovables y en sistemas de almacenamiento, además, de otros muchos riesgos como más residuos radiactivos para los cuales no hay solución satisfactoria desde el medio ambiente, y, por tanto, es una factura que se traslada a las futuras generaciones y que puede suponer miles de años. Conviene recordar que todavía no hay un destino definitivo para los residuos nucleares en el Estado español.

Pero hay más cosas en torno a la energía nuclear. Está la escasez de uranio. La previsión del ritmo en la producción del uranio para los próximos años anticipa el surgimiento de problemas en el suministro de uranio a corto plazo en base a los vaticinios que hace la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Unido todo ello, a que la importación del combustible nuclear hay que hacerlo de países como Rusia, Kazajistán, Uzbekistán, Níger y Namibia, con regímenes algunos de ellos dictatoriales.

Otra cuestión muy importante son sus altos costes de inversión. Una central nuclear es una instalación muy compleja en la que es absolutamente necesario implementar numerosos sistemas y protocolos de seguridad. La construcción de centrales nucleares recibe en muchos casos subvenciones estatales, porque los costes de construcción son muy grandes. Hoy en día pocas centrales nucleares se construyen, a no ser que tengan un fuerte apoyo económico público. La apuesta por la energía nuclear está intrínsecamente ligada a intereses políticos y militares y esto se debe a la naturaleza dual de la tecnología nuclear.

La energía nuclear no solo va a ser un obstáculo para la descarbonización sino también una dependencia energética externa, una tecnología peligrosa y de elevado riesgo. Hay que seguir apostando por un nuevo modelo energético donde las energías renovables deben cumplir una función muy importante, pero también donde tenga una prioridad máxima establecer la reducción de consumos en energía y materias primas, pero también en otros sectores.

El crecimiento ilimitado en un mundo finito no es posible, y se deben respetar los límites biofísicos del planeta y garantizar de esta forma una mejor calidad de vida y restaurar el sistema climático, los ecosistemas y la biodiversidad, y no el crecer para enriquecer únicamente a ciertas corporaciones y grandes empresas, y a unas minorías.

El autor es experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente