Estamos en época de recordatorios y sucesos agridulces algunos, dulces otros en este quehacer cotidiano de la personalidad de Nabarra. Europa demora el debate sobre nuestra lengua como oficial dentro de los idiomas de sus estados. Reconocer como lengua primaria o preindoeuropea del continente al euskera es una reivindicación primaria. Pero celebro los 10 años de establecimiento de un gobierno en nuestra comunidad que nos ha procurado un rearme económico y cultural, empeñado en sus desvelos, sobre todo, la coalición Geroa Bai. Conociendo algo más de nuestra historia, hacemos gala de nuestro patrimonio lingüístico, apurando la administración administrativa y política. Un pueblo, que eso somos, afincado en el Pirineo Occidental, cara al Atlántico, que hablábamos un idioma de tiempos remotos, con usos y costumbres propios, singulares, que milagrosamente ha sobrevivido a las invasiones continuas de Europa de diversos pueblos o tribus, a poderosa Roma, a la creación de los potentes imperios que fueron surgiendo y se adueñaron del mundo, como el inglés, portugués, español y francés, estos dos últimos que nos dividieron e impusieron fronteras entre nosotros. Del Pirineo hicimos un paso franco. Nos lo controvirtieron en línea divisoria.
Celebramos además el recordatorio del 27 de mayo de 1931, cuando un grupo de dirigentes plantea el concepto de un Estatuto Vasco peninsular compuesto por Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nabarra, confiándole a la recién nacida Eusko Ikaskuntza, organización cultural, la redacción del documento para romper casi un milenio de dispersión. El país, excepto algunos que a no olvidar prevalecen somos agramonteses y beaumonteses, estaba ilusionado, previendo modelos democráticos en el poder central español que estrenaba su 2ª República, con el propósito de emprender un trabajo común y atendiendo al íntimo gesto rebelde que quedó en el corazón de todos, tras la conquista en 1512 al reino de Nabarra.
El afán era político pero urgido por salvar una cultura y un idioma al que no se quería renunciar, pese a la persecución padecida, mantener una práctica de usos y costumbres, también ancestrales, de los que estábamos orgullosos, de obedecer una ley foral, que había demostrado su valer para garantizar el bienestar social y, sobre todo, una determinación de sobrevivir cuya evidencia es la batalla de Orreaga a partir de la cual se comprende que había que formalizar un reino para detener la invasión foránea. Queríamos entonces y seguimos queriendo hoy, ya en ese siglo, seguir siendo como éramos aunque adaptándonos a las costumbres nuevas desde nuestra singularidad. El imperio romano marcó en Europa un modo de conquista y administración que ha llegado hasta nuestros días. Hoy padecemos las guerras de Gaza y Ucrania y el genocidio que ambas significan. Conquista y arrasamiento. La sinrazón de la guerra. Como lo hemos padecido, clamamos para que la concordia supere a la violencia. En Nabarra compusimos hace 10 años un gobierno en el que la antigua voz de nuestra personalidad está presente, tradición y modernidad a la vez, y la presidenta, Uxue Barkos, consensuó muchos de mis anhelos. Llevaba el nombre de la primera ikastola instalada en nuestro territorio, y la conocí desde niña en los actos y debates de EAJ/ PNV a los que concurríamos. Ella y su equipo abrieron una puerta pesada y nos dejaron ver la luz del sol y también el relumbre de Amalur. El equipo que se formó seguía una línea directa de responsabilidad en el trabajo público, de ejemplaridad en el cargo a desempeñar. Destaco a Unai Uhalde, presidente del Parlamento de Nabarra, herencia vital del reino en su labor democrática, a las personalidad del equipo de Geroa Bai que trabajan sin descanso y en la dirección debida por un desarrollo óptimo de nuestra comunidad.
Ahondando en recuerdos personales, me permito señalar la figura del consejero de Industria y de Transición Ecológica y Digital Empresarial, Mikel Irujo, nacido en el exilio que obligó a sus abuelos a instalarse en América, voy recobrando la voz de Daniel Irujo Ollo, el hombre de Lizarra que ofició de abogado defensor de Sabino Arana, y no eran tiempos fáciles y él fue audaz, librándolo de la cárcel por la fundar un partido politico y exponer ideas conflictivas para el poder central. Los pueblos baskos habian padecido dos guerras forales en el S. XIX, y se creyó, el ministro Gamazo, entre ellos, que estaba domado. No fue así. Hubo hombres y mujeres como Juana Irujo, Daniel Irujo, Estanislao Aranzadi Izkue, Arturo Campion... que en el día de la Gamazada de aquel febrero de 1894, perforaron con sus voces el corazón y la mente de Sabino Arana.
Y Manuel Irujo, hijo de Daniel, con su conducta política intachable, su lucidez democrática y su nabarridad baskona, está también en mis reflexiones sobre este gobierno nuevo pero no tan nuevo. Que arranca de las viejas raíces, de los anhelos precisos de generaciones que quizá como único sueño tenían el de una unidad que les permitiera formarse y realizarse como como una comunidad donde la paz pudiera ser la levadura del bienestar.
La autora es bibliotecaria y escritora