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La carta del día

Yo no soy racista, pero...

Yo no soy racista, pero...EP

Debo reconocer que, de un tiempo a esta parte, cada vez escucho más fácilmente esta frase en la panadería, en el estanco o la carnicería. No son pocos mis alumnos y alumnas procedentes del Magreb que, a pesar de llevar 20 años en Pamplona o incluso haber nacido aquí hace 20, comienzan a sentirse mirados, escudriñadas, rechazadas…

Habrá que decir que los últimos ataques llevados a cabo por cuadrillas de desalmados en Torre Pacheco, más allá de ser un experimento que ya se ha demostrado exitoso en el mundo para quebrar la convivencia, provocan miedo y que las personas migrantes exijan menos derechos, que no peleen tanto por sus salarios, que intenten asimilarse perdiendo su cultura y que permitan más la explotación. Navarra tiene el potencial para deshacer ese ruido de fondo si se lo propone, pero para eso debe tomarse en serio la amenaza. Y eso significa activar los recursos disponibles y aumentarlos en la medida en que quienes pretenden ganar elecciones generando islamofobia también lo están haciendo. Urge un desarrollo completo de servicios de mediación comunitaria e intercultural para toda Navarra.

Porque si el hecho de que este chupinazo haya sido prendido en solidaridad con Palestina no se traduce en un reforzamiento del trabajo en el barrio y en el pueblo para mantener y mejorar la convivencia entre nosotras, al final el supremacismo, el sionismo, el racismo y la idea de pureza, que están siendo bien financiadas, se instalarán y lo harán a través del miedo al otro.

Quiero pensar que ante este virus artificial e internacional de racismo asesino, tenemos la vacuna. Y que de hecho, si reaccionamos –y todavía estamos a tiempo– nuestra tierra puede provocar un efecto rebote que nos convierta en un referente de inclusión e interculturalidad. Son miles de personas las que ya lo están haciendo, mediando en nuestra comunidad, colaborando, cooperando para enriquecer sus vidas y las de los demás.

Como decía el profesor Mario Gaviria, queremos una tierra de personas que vivan juntas, revueltas, libres e iguales, por lo que animaría a todo el mundo a disfrutar de la mezcla, ya que cuando las personas nos conocemos, aunque pertenezcamos a culturas diferentes, el miedo desaparece y la realidad se vuelve mucho más sabrosa, interesante y disfrutona.

El autor es profesor de Mediación Comunitaria y exparlamentario foral