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La carta del día

Renovables, voluntad municipal y despoblación

Renovables, voluntad municipal y despoblaciónEndika Iriso

Que dice el consejero de la cosa de la energía que aquellos pueblos que no quieran regalar (esto lo digo yo) sus terrenos a las empresas eólicas “tienen menos posibilidades” de que les caigan los molinos.

O sea, si manifiestas tu oposición a dar carta blanca a la cosa esta de la especulación, tu pueblo queda exento de palas, cables, caminos sobredimensionados y subestaciones. Y, si no dices nada, silencio positivo, para ti y tu pueblo la maraña de cables y hélices. Bonita manera de planificar. A mí, qué queréis que os diga, esto me suena raro. Igual es cosa mía, pero no soy capaz de imaginarme cómo queda la foto final si uno dice sí, el de al lado no y el de más allá, sí, y así sucesivamente.

Por otra parte, me surgen dudas, dudas razonables. ¿Hasta cuándo tiene validez la decisión de un Ayuntamiento? Quiero decir, ¿caduca, como caducan cada 4 años las corporaciones municipales? ¿Hasta cuándo tienen validez las palabras de Irujo? Porque probablemente él también tenga fecha de caducidad, como los demás. Entonces, ¿hay que renovar los votos cada 4 años o basta con pedir una prórroga?

Señores y señoras, esto no es serio. Si Navarra ya ha superado los objetivos de producción de megavatios mediante energías renovables, con “los expedientes que están encima de la mesa”, ¿a qué están jugando con el territorio, con el paisaje, con nuestros pueblos? Desde luego, no están en nuestras manos las reglas del juego, de lo que no cabe duda es de que se trata de un juego. Un mal juego, que se lleva por delante la convivencia social, en aras de lucrar a unos señores que no tienen entre sus prioridades la “transición energética”. Primero sus bolsillos y después, ya veremos, que como en todo hay un orden preestablecido para el reparto de prebendas. Y para muestra, los ríos de tinta sobre corrupción y energía, la música de fondo de este verano.

Pero volviendo al principio, hay una cuestión que no paro de darle vueltas en mi cabeza y me llama poderosamente la atención. ¿Cómo en otras esferas de la gestión municipal, léase por ejemplo la ordenación urbanística, la voluntad municipal pasa sin pena ni gloria? Pongamos, por ejemplo, abrir una ventana que supere las dimensiones del ventanuco de mediados del siglo pasado, con el único objetivo de adaptarse al siglo XXI, época en la que quien más quien menos ya cuenta con alguna fuente de calor en el interior de las viviendas. Para esta ventana, necesitamos conocer la opinión de Príncipe de Viana, del arquitecto/a correspondiente, de Protección Civil, no vaya a ser que exista riesgo de inundación o incendio y del sursum corda, por si acaso tiene alguna ocurrencia brillante o simplemente una idea contradictoria a los anteriores. En casos así o similares, ¿la voluntad municipal no es vinculante? Esto facilitaría mucho las cosas, partiendo siempre de la armonía arquitectónica del conjunto.

Llegados a este punto, conviene recordar que, para cualquier pueblo con un riesgo alto de despoblación, resulta más prioritario acoger nuevos vecinos decididos a rehabilitar antiguos casones con ventanas grandes, que engrosar los bolsillos de propietarios particulares sobre lo que recaen cuantiosas promesas, probablemente con fecha de caducidad.

Para un pueblo con riesgo alto de despoblación resulta más prioritario reclamar ante la administración aquellos servicios que le han sido arrebatados o ni siquiera llegaron a ponerse en marcha, sin necesidad de hipotecar otras iniciativas, que, aun no siendo numerosas, enraízan proyectos de vida en el paisaje y en los recursos locales.

Y a estas alturas del despliegue renovable a lo largo y ancho de la península ibérica (la futura pila europea), alguien debería haber demostrado la incidencia y repercusión directa y positiva de los proyectos eólicos en las dinámicas de recesión de la despoblación. Mientras tanto, unir ambos conceptos como si tuvieran una relación sinérgica, no deja de ser un mantra más para vendernos la moto, aunque algunos se lo crean de verdad.

La autora es integrante de Urbasa Andia Bizirik