Hace un tiempo una persona cercana e importante en mi vida me enseñó una lección que no supe ver en ese momento.
Con su humildad natural, su experiencia en contacto constante y directo con personas con grandes y graves carencias y su práctica visión de las circunstancias del día a día, me enseñó una valiosísima forma de crecer. Me enseñó a SOÑAR. Así con mayúsculas.
Yo, en mi absoluta ignorancia y soberbia, le decía que ella no sabía soñar, que sus sueños eran pequeños. Pudiendo soñar con un yate, una casa gigante con su jardín inmenso y piscina infinita, con un avión para ir de lado a lado del mundo, con no levantarse a las 5.00 de la mañana o con ni siquiera saber qué hay en la cuenta del Banco...
Y me decía, mientras con una sonrisa enorme recogía una moneda extraviada de cinco céntimos, “yo me conformo con tener tiempo para pasarlo con quien quiero y el resto dedicárselo a quienes me puedan necesitar, especialmente si son niños/as con problemas”.
Yo también sonreía y le decía, “lo dicho, sueños de pobres...”. ¡Qué equivocado estaba! Ella hablaba de realidad, de compromiso, de esperanza, de vida. Yo hablaba de... nada. Yo no tenía argumentos, mis sueños de rico son quimeras, ilusiones vacías.
Soñar a lo grande es desear que quienes no están pudieran estar, que quienes estén no se vayan; es imaginar un mundo más sencillo, más justo, más igualitario, con las mismas oportunidades para todos/as, con igualdad entre personas, sin egoísmos, sin violencia, cuidando nuestro entorno, donde las personas somos capaces con comunicación, educación, positivismo, afrontar y enfrentar nuestros conflictos.
Soñar a lo grande es idear situaciones y crear escenarios donde los más desfavorecidos, por el motivo que sea, puedan desarrollarse.
Es, además, educar, ejemplarizar, influir, escuchar y amar a quienes tenemos cerca. A nuestros padres y madres, hermanos y hermanas, hijos e hijas, a nuestras parejas.
Soñar a lo grande es querer vivir mejor, no con más posesiones materiales necesariamente, si no con la certeza de que somos y hacemos lo que queremos ser y hacer.
Soñar a lo grande es valorar lo que poseemos, es ser capaces de compartir tiempo, cariño, sonrisas, alegrías y penas. Es respetar al diferente, cuidar a nuestros mayores, tener ambición por ser mejores.
Soñar a lo grande es crecer, y como para las plantas y las flores, se necesita calor, agua y alimento. Nada más.
La realidad, sin embargo, es tozuda, nos muestra la otra cara, la que no soñamos, la que nos empuja a guerras infinitas, a rutinas, a miedos, al egoísmo... No la olvidemos, es nuestro día a día, pero será nuestra actitud frente a esa realidad, la que nos permitirá soñar. Soñar a lo grande.