10 años sin UPN, el cambio pendiente
La salida de UPN del Gobierno de Navarra después de 25 años en el poder fue un momento muy ilusionante. Para lograrlo fue determinante la dinámica de movilizaciones contra los recortes sociales y la corrupción que muchas organizaciones sociales llevamos a cabo desde 2008, entre ellas las seis huelgas generales convocadas.
Transcurridos diez años, los partidos que han gobernado en este periodo han tenido tiempo suficiente para revertir las políticas anteriores, sin poder recurrir a la excusa del legado heredado de los años del Régimen. ELA ha elaborado un documento en el que, desde nuestra independencia política y económica, hemos intentado hacer un análisis riguroso y sincero del balance de estos diez años, dando centralidad al contenido de las políticas y valorándolas al margen de los partidos políticos que las impulsan. En todo este tiempo, ELA ha insistido en señalar que un cambio de gobierno no equivale necesariamente a un cambio político. El balance de estos diez años confirma esa idea.
A la hora de hacer este balance es importante recordar de dónde veníamos. Esos 25 años, época popularmente conocida como Régimen o Corralito Foral, fueron años muy duros, con un hostigamiento continuo contra los sectores populares y abertzales, ELA incluido.
La salida de UPN del Gobierno supuso un reconocimiento a la pluralidad de la sociedad navarra. Durante esta década se han impulsado políticas que eran impensables en tiempos de UPN, como el reconocimiento a las personas torturadas por cuerpos policiales, la ley de víctimas de pederastia dentro de la Iglesia, o la implantación del programa Skolae en Educación. En todo lo relacionado con la memoria democrática también ha habido avances importantes, aunque esos avances se han visto empañados por la decisión de no demoler el Monumento a los Caídos.
Sin embargo, los partidos que desde 2015 han formado parte o han sostenido los gobiernos (PSN, Geroa Bai, EH Bildu, Podemos, Izquierda-Ezkerra y Contigo Zurekin) no han promovido cambios estructurales que cuestionaran los privilegios de los poderes económicos y empresariales de Navarra. Prueba de ello es que gran parte de las políticas de los gobiernos de Sanz y Barcina siguen vigentes: la fiscalidad apenas ha variado, se sigue construyendo el Tren de Alta Velocidad, la situación del euskera no se ha normalizado y se ha recuperado la financiación pública a UGT, CCOO y CEN. La falta de avances en materias tan importantes ha provocado una sensación de frustración y de oportunidad perdida, sobre todo en esa primera legislatura en la que los votos del PSN no eran necesarios.
La economía navarra ha crecido durante estos diez años, pero sin embargo la falta de una reforma fiscal ha provocado que en esta última década de crecimiento económico la tasa de riesgo de pobreza en Navarra haya pasado del 14% al 18%. Estos datos confirman que el reparto de la riqueza no ha sido una prioridad para los partidos a la izquierda de UPN.
Sin lugar a dudas, mantener a UPN fuera del Gobierno es una magnífica noticia, pero limitar la reflexión política a esa realidad impide hacer una valoración sobre el verdadero alcance del cambio. Por ello, no podemos compartir discursos complacientes que relativicen la magnitud de las materias que no han cambiado, ya que suponen un freno para el impulso de las tareas todavía pendientes. El próximo sábado 18 de octubre la Fundación Manu Robles Arangiz ha organizado una mesa redonda en Katakrak con distintos ponentes en la que se analizará el alcance del cambio y los retos pendientes en materias como el euskera, pobreza, feminismo, medio ambiente o vivienda.
La experiencia acumulada confirma que el papel de los movimientos sociales y sindicales debe consistir en presionar desde la calle y desde los centros de trabajo para que las políticas respondan a las necesidades sociales, y no a los intereses de las élites económicas, empresariales o religiosas. Somos conscientes de las dificultades que implica este reto y de que no basta con la acción institucional, sino que resulta imprescindible la presión y la organización de los movimientos sociales. Solo así será posible impulsar un proceso de transformación real. ELA asume ese compromiso y seguiremos trabajando con independencia política y económica para que el cambio no se limite a una alternancia en el gobierno, sino que se traduzca en una Navarra más solidaria, más euskaldun y más igualitaria.
El autor es coordinador de ELA en Navarra