En aras de la variedad de firmas, hace bien el Noticias en dosificar lo que catapultan a la luz de todo cuanto les envío. Las letras que finalmente logran las bendiciones del periódico no las puedo malograr en polémicas. Del entorno de la directora de Aro berria me salen al paso pidiéndome cuentas de lo publicado, pero todos deberíamos pedirnos mutuamente permisos. Por supuesto antes de la primera claqueta… El artículo que publiqué en estas mismas páginas con el título Lizaso en el corazón iba con todas las aristas recortadas. No era ácido en absoluto. No es mi estilo. Contenía, sobre todo, un recuerdo elogioso de ese tiempo comunitario y guardaba poco espacio para una discrepancia sumamente respetuosa.
Antes de buscar polémica, es preciso presentarse reconociendo que quien suscribió el artículo de réplica es el padre de la directora, actor de la película y propagandista militante de la misma. No sobraría tampoco compartir que el criterio que personalmente compartí es secundado por Emilio Fiel, fundador de la Comunidad de Lizaso, además de otros diferentes y muy implicados participantes.
Con Juan Gorostidi nos conocemos desde el año 1991 y, sencillamente, le propuse abandonar el rifa-rafe, reconocer que hay otras miradas diferentes sobre el desarrollo de ese ahora disputado proceso comunitario. No ha querido, pero yo no he de seguir. No crítiqué, ni he criticado la película. Uno tiene sus límites éticos, pues lo más importante para el escritor es acostarse sin que ninguna de sus palabras haya herido. Yo quiero hacerlo esta noche. A partir de ahí, si alguna es capaz además de sembrar, el sueño será más gozoso. Ojalá quien me ha perseguido aquí quiera un día también dormir a pierna suelta.
Trato de dedicar mi vida a enmendar, levantar, construir. Me reservé la crítica y me la sigo reservando. No soy de los de atacar lo que no les convence. Sólo he pretendido sugerir que su memoria no es la única y me reafirmo. Le pasé nombres y apellidos de quienes sustentan la afirmación. A día de hoy no he recogido adhesiones.
De fotografía sólo lo que alcanzamos con el móvil. No tenemos registro de vídeo, no sabemos de cine… Teníamos cuanto menos el recuerdo en nuestra cámara más íntima, la memoria de nuestros yerros, pero también de nuestras almas unidas. Hay cierto uso indebido de nuestra historia, cierto desenfoque interesado, pero eso estaba en el kit, en el paquete de nuestra programación, y sabremos encararlo con paz. Contemplar nuestra pretendida juventud en la cartelera quizás constituía parte del otro guión más definitivo de vida.
Aquellos no eran nosotros, por lo menos no terminaban de serlo. No contamos siquiera con un pasado al que asirnos porque jóvenes de ahora han querido relatarlo a su manera. Estoy un poco saturado de la polémica con Aro berria. Quienes cuentan la historia desde su óptica harían bien en admitir el disenso del fundador, de quien en el momento oportuno, y tras la larga noche colectiva, reunió todos esos cientos y cientos de almas en la fértil Ulzama.
Ni siquiera el celuloide interesado deberá perturbar nuestra calma interna. Debemos estar preparados para todo, incluso para este género de sutiles apropiaciones. El despojarnos hasta del recuerdo quizás era una prueba inherente al camino desnudo y sincero que pretendemos hollar, quizás era un paso añadido de desidentificación, de imprescindible desapego.
Los mejores deseos de corazón para el futuro artístico de la cineasta. Un nuevo tiempo (Aro berria) puede arrancar acogiendo de buen grado el disenso bienintencionado. Construimos, levantamos, no polemizamos. Sin renegar de nuestro origen, somos gente de paz en busca de un Destino.