El mensaje (II)
lA eliminatoria de Copa no ayudó a resolver el enigma. Por lo menos, la parte más enmarañada del mismo, el meollo de la cuestión en la que chapotea el osasunismo desde las declaraciones de Camacho tras el partido de A Coruña. Al contrario, el expediente de este duelo de Copa deja abiertas más pruebas para la controversia, nuevos argumentos para la desconfianza y la sospecha de que el fútbol de Osasuna está extraviado en un túnel, en una zona oscura en el que es difícil discernir si es el entrenador el que no da con la tecla o los futbolistas los que tienen el músculo agarrotado y el cerebro embotado. El interés de este encuentro -además de lograr la clasificación para cuartos- estribaba en ver si era posible resolver ese jeroglífico planteado el pasado domingo en la sala de prensa y que tiene tres pistas: saber, transmitir y ganar. La mano de obra no era la misma sobre la que estaba fundamentado el mensaje del entrenador ("A lo mejor no sé transmitir cómo ganar el partido", dijo), pero los argumentos expuestos por el técnico servían igual para este grupo de jugadores menos acostumbrados a la titularidad. Además, el rival también ponía en liza a sus suplentes, por lo que el equilibrio de fuerzas no arruinaba el experimento. Y el resultado, como queda escrito al principio, sólo despeja la incógnita de que Osasuna, después de seis partidos, gana. Pero pone en cuarentena, hasta el sábado, lo que sabe hacer Camacho con esta plantilla y lo que Camacho transmite al grupo, y a la grada también. A la hinchada, desde luego, lo que vio ayer no le gustó nada, y así lo expresó de forma reiterada con silbidos y algún abucheo; y no protestaba sólo por la triste imagen de Osasuna, sino porque no recibía mensajes positivos desde el banquillo. Porque el partido estaba para darle una vuelta al sistema en el descanso; para propiciar con cambios la conexión entre Masoud y Galán (lo único que funcionó en toda la noche), retirando a Dady y prohibiendo los puntapiés al balón desde la defensa bajo pena de cárcel. Pero Camacho hizo lo habitual: cambiar las caras para sostener el mismo cuerpo. Es cierto que el gol de Masoud ya no animaba a improvisaciones, pero las intenciones del técnico quedaban claras desde la caseta: más de lo mismo. Este fútbol rudimentario, si no tiene el aderezo de movimientos veloces, contactos enérgicos y temperamento ganador, está condenado al fracaso. Y si Camacho no tiene más alternativa porque el corte de sus futbolistas no permite mayores alardes, al menos debería intentar transmitirles que velocidad no es una magnitud que consiste en quitarse lo más rápido posible el balón de encima; que la energía en fútbol se expande y no se contrae; y que entre dos equipos que buscan ganar, el mío va a poner siempre más empeño que el tuyo. Cuatro días después del mensaje de Camacho, sólo está claro que "a lo mejor gano, pero no sé transmitir cómo".