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La herencia de Camacho

La herencia de Camacho

Desde aquel primer entrenamiento en Tajonar que convocó a centenares de aficionados, atraídos por el carisma y popularidad del exseleccionador español, al puñado de seguidores que asistieron ayer a su despedida. La primera conclusion tiene que ver con la parte perceptiva, con lo personal y hasta con lo emocional; Camacho no ha exhibido en este tiempo en Pamplona ese atractivo que despertaban sus reacciones briosas en la banda ante futbolistas quejicas, sus enfados por los errores manifiestos de un árbitro o el ejemplo profesional al dar un portazo en las narices de Florentino Pérez renunciando por responsabilidad al sueño de su vida: entrenar al Real Madrid. El técnico ha consumido ese prestigio e incluso ha perdido la admiración de quienes ponían a ese tipo que sudaba más que sus futbolistas como ejemplo de carácter. A Camacho, por último, le ha faltado comunicación; comunicación no sólo para explicar el hecho futbolístico más allá de las invocaciones a la suerte, sino la comunión con el exterior, muy reducida en sus apariciones públicas y haciendo una vida de casa al trabajo y del trabajo a casa. Al final, lo uno y lo otro cayeron en la rutina de lo anodino.

PeRO es en el plano deportivo en donde el entrenador ha fundido gran parte de su crédito, ya que no en vano venía de dirigir una selección de fuste y un club de primer rango internacional. En este punto, la aportación futbolística de Camacho ha sido exigua por no decir que vacía de contenido. De hecho, nadie puede afirmar que Osasuna haya tenido el sello de Camacho (si el sello existe...) porque la variación entre lo que cogió en octubre de 2008 y lo que ahora deja es inapreciable. Respecto a los futbolistas, de la tarde de su debut en Gijón a ayer repitieron Ricardo, Miguel Flaño, Nekounam, Josetxo, Puñal y Masoud. Entonces, Monreal estaba lesionado y Azpilicueta ha sido traspasado. A Pandiani consiguió rescatarlo del ostracismo, ha prescindido de Oier, y Damiá, Coro y Camuñas sí son incorporaciones posteriores, pero dentro de un perfil de futbolista rodado y maduro. Sobre el sistema de juego, no se sabe si por tirar de un viejo tópico asociado a Osasuna o porque no apreciaba más recursos técnicos en su plantilla, Camacho hizo del fútbol directo (el pelotazo en versión futbolera) su estilo, consiguiendo en muy contadas tardes rentabilizar la habilidad de exteriores tan cualificados como Juanfran y Camuñas, capaces de cambiar por sí solos la cara de un equipo. En este tránsito por la nada, a Camacho se le han desmontado sus planes por la única parte sólida de Osasuna: la defensa. Los goles encajados en jugadas de estrategia del rival hablaban o bien de una ausencia de preparación técnica y táctica o de una falta de atención individual, lo que en última instancia también es competencia de ser denunciado por el entrenador. El caso es que Camacho acabó empeorando por la retaguardia y se marchó sin aportar soluciones a los problemas de ataque, más allá de la retahíla de que el gol vale dinero. Así que Mendilíbar va a tener un regreso agitado a los banquillos. Espera al vizcaíno tanto trabajo en poco tiempo que le viene como anillo al dedo aquella frase que hizo famosa Lotina: "Lo hacemos tan mal, que nuestro margen para mejorar es infinito".