ES la canción de casi todas las temporadas. Osasuna se duerme cuando no se juega nada y despierta con fuerza cada vez que le vienen mal dadas. Este curso no es excepción. Ha tenido que vivir cuatro derrotas consecutivas, perder parte de la identidad del juego que Mendilibar quería de su equipo y meterse en puestos de descenso para que llegase el toque de arrebato, el cierre de filas, se llenase el Reyno, la afición empujase de principio a fin, y los jugadores recuperasen ese pulso de la competición y ese derroche de energías que se precisan para seguir un año más en Primera División. Eso sí, que no lo hagan muchas veces porque a más de un aficionado lo tendrán que trasladar a un centro de salud.

Aunque siempre uno se puede preguntar por qué no sucedió lo mismo en otros encuentros clave como el del Atlético de Madrid, Sporting o Athletic, lo mejor es centrarse en que Osasuna despertó a tiempo y resolvió de forma muy positiva la primera de las cinco finales que le quedaban en esta Liga. Es lo que cuenta: que a las 21.00 horas de ayer el aficionado rojillo estaba sumergido en el pesimismo más espeso por los malos resultados de la jornada, y que hora y tres cuartos más tarde Osasuna había salido de los puestos de descenso y veía el presente y, sobre todo, el futuro con un talante mucho más positivo. Es la sierra anímica de un fútbol que funciona a base de resultados.

Lo más relevante de ayer es la salida de Osasuna de los puestos de descenso, pero sería injusto no detenerse en otros aspectos positivos que se vieron en el partido de ayer. Ayer los jugadores volvieron a competir de verdad, del primer minuto al 95, vaciándose física y mentalmente, sin reservarse nada. Realizó una presión constante sobre todo el campo e impuso un ritmo endiablado al partido que impidió que el Valencia, que cuenta con mejores jugadores técnicamente, pudiesen desarrollar sus cualidades futbolísticas. Eso le permitió hasta el gol de Cejudo manejar a su antojo el partido, evitar que el contrario tuviese aproximaciones peligrosas a sus dominios (sólo disparó un balón entre los tres palos), ganar en las segundas jugadas y tener oportunidades de gol (Guaita evitó que Osasuna resolviese antes y mejor el partido). El Valencia se vio obligado a defender con sus 11 jugadores dentro del área las jugadas de estrategia de Osasuna y no pudo practicar con fluidez su temido contragolpe porque el equipo rojillo se lo impidió.

Otro de los aspectos a destacar del encuentro de ayer es que Osasuna por fin sacó a relucir el manual de veteranía que tanto se le había exigido. Las lecciones de las últimas derrotas contra el Atlético de Madrid, Sporting y Athletic han servido al menos para algo, ya que ayer Osasuna cuando se adelantó en el marcador con el gol de Cejudo tiró de experiencia para dormir el partido y evitar cualquier disgusto. No le entraron los nervios, ni se fue a por segundo gol con alegrías innecesarias, sino que supo mantener la posición, evitó que el rival crease ocasiones y aprendió a jugar con los tiempos del encuentro, aburriendo al contrario, pero conservando una victoria de tres puntos vital para su lucha por la permanencia. Esa es la actitud y el compromiso que los jugadores deben tener hasta el final para lograr la salvación.