Para estos últimos afortunados, junto a los más de cien chavales nicaragüenses que desde 2006 han formado parte de esta iniciativa solidaria pero que no han podido llegar tan lejos, el programa puesto en marcha hace seis años en su localidad fue una oportunidad que jamás hubieran soñado tener, porque en esa parte del mundo la educación sigue siendo un privilegio al alcance de una minoría, pero también un pasaporte seguro hacia una vida digna.
Para presentar su balance anual del proyecto solidario en Ciudad Darío la Fundación Osasuna eligió la sala de prensa del Reyno de Navarra, en un acto que contó con la presencia y el protagonismo principal del cantante de Txarrena y ex de Barricada, Enrique Villareal, el Drogas, que el pasado mes de septiembre visitó la citada localidad con la tarea de adaptar la letra de Rojo con los acordes típicos de la tierra y los coros de los jóvenes nicaragüenses.
Ayer quedó claro que el Drogas sigue estando en primera línea de la música, como lo demuestra el resultado de la versión de la canción, aunque como aficionado del fútbol aún tenga mucho camino por recorrer. Y eso siendo generosos, porque al margen de sus sentimientos rojillos, que los tiene y muy acentuados, lo más importante que ayer puso de manifiesto el considerado como uno de los mejor rokeros que ha dado esta tierra es que la experiencia ha dejado una profunda huella en su interior.
Hasta tal punto, que, alguien como él, autodefinido como anticlerical confeso, puso por las nubes a las monjas que colaboran con el proyecto social Nicaragua para paliar las carencias de los niños y adolescentes más pobres de Ciudad Darío.
El Drogas pudo ver el comedor social que alimenta a 68 niños y a cuatro ancianos, y el taller-escuela de carpintería en el que trabajan seis jóvenes que así han mejorado su situación económica y han podido alejarse de la explotación sexual o del tráfico de drogas. También conoció algo que domina, como la escuela de música, en la que se imparten nueve horas semanales de clase gratuita a los niños, a los que además se proporciona instrumentos, y la Escuela de Fútbol Osasuna San Antonio, el primer proyecto de la Fundación en Nicaragua y que en sus cuatro años de andadura ha acogido a un centenar de jugadores a los que se condiciona su permanencia a la dedicación a los estudios.
Los 20.000 euros que cuesta mantener los proyectos no parecen gran cosa a la vista de los resultados que están ofreciendo, porque más allá de enviarles unas cuentas camisetas, botas o balones, lo que sin duda van a agradecer toda la vida es la educación recibida. Y por cierto, el Drogas está dispuesto a seguir apoyando el proyecto. Eso sí que suena bien.