Biba la banda
Buen argumento para una película de Alfredo Landa. Para el Landa posterior al landismo. Y para el Landa de profundas raíces osasunistas (sobrino del guardameta Serafín Areta y primo de toda la estirpe de futbolistas). La banda de la película (Biba la banda, 1987) es un grupo de músicos sometidos a las vicisitudes de una guerra incivil. La banda que nos ocupa, la de Osasuna, también amenaza con ocasionar un serio conflicto de no mediar soluciones. A Mendilibar, como al comandante Bonafe de la cinta, la gente de banda le trae de cabeza. Lesiones, bajos estados de forma, caídas de rendimiento…, sin excluir la parte de responsabilidad del director técnico en la elección del sistema y de los encargados de interpretarlo. Pasó ante el Atlético de Madrid, cuando ni Lamah ni Cejudo ofrecieron soluciones por dentro, y ni Satrústegui ni Bertrán aparecieron para dar alternativas. Ayer, los dos primeros causaron baja; Mendilibar optó por Damiá y Timor. El catalán ni tapó ni abrió salidas por la derecha (perdió el balón en el gol del Sporting); el valenciano, que hace un esfuerzo por adaptarse a todo, no es futbolista de carril o por lo menos para lo que aquí se estila en esa demarcación. El entrenador reconoció que la fórmula no era correcta para este partido porque fueron los dos primeros en abandonar el escenario. Por detrás, Satrústegui apenas asomó su corpachón más allá de medio campo en un par de ocasiones (en una amagó y el pase de Timor fue a la nada dejando en evidencia esa falta de decisión del principiante) y solo Marc Bertrán deparó en la segunda parte un recital de carreras y de balones al área. En esta banda desafinada, solo el lateral derecho puso ayer algo de armonía. Porque tampoco Calleja aportó mucho más y sorprendió que Mendilibar eligiera al veterano antes que a Annunziata o a arriesgar con el renqueante Ibrahima. Parece como que a Osasuna se le hubieran apagado las luces y deambulara por una fase de confusión en la que encara el partido apostando por un concierto de pelotazos y juego directo, y trata luego de arreglar el desaguisado volviendo a su estilo natural e incluso forzando la situación con dos delanteros centro en el campo. Se palpa, sin embargo, más miedo a no perder que decisión de arriesgar para ganar. Lo demuestra la decisión de Mendilibar de retirar del campo a Lekic cuando más balones colgados estaban llegando a su zona de influencia para sacar a Lolo y atornillar el centro del campo y el puntito redentor. En versión de Landa fue como pasar de La dinamita está servida a Los paraísos perdidos. De tumbar a un rival al que le faltaba oxígeno a lamentar que la quimera europea parezca hoy solo el discurso inventado por unos pocos ilusos. En fin, por rematar con otra de Landa, ¿Pero en qué país vivimos?