eSTO no es Old Trafford, esto es El Sadar. El viejo Sadar (Old Sadar en la versión inglesa). Un estadio que también conserva su mística; que almacena en su memoria partidos legendarios, hazañas de grandes jugadores y tardes inolvidables. Todos los campos de fútbol tienen mucho de santuario, de lugares de peregrinación, de basílicas de ritos iniciáticos, de templo de devociones. No es de extrañar, por tanto, que algunos aficionados al morir pidan, como última voluntad, que expandan sus cenizas sobre el césped. Y El Sadar, el viejo Sadar, es para el osasunismo una reliquia de cemento como puede ser San Mamés para la hinchada del Athletic. De ahí el orgullo con el que la afición reivindicaba ayer su particular teatro de los sueños, ese escenario fantástico en el que hace pocas semanas hincaba la rodilla el mejor equipo del mundo, que mete el miedo en el cuerpo a quienes tienen sangre de merengue y donde ayer cuadraron por unos meses las eternas cuentas pendientes con el Athletic, el equipo que venía de asombrar a Europa. Y no hubo en el rival ni relajación ni menosprecio por cambiar al Manchester por Osasuna. Ni siquiera fatiga, ya lo dijo Bielsa. Al contrario, los chicos del pedagogo argentino trataron de ser fieles a su estilo de principio a fin, pero encontraron a un rival dispuesto a zurrarse cara a cara, encajando y contragolpeando, saliendo en transiciones rápidas para sorprender el repliegue del contrincante, martilleando el marco de Iraizoz unas veces con más puntería que otras pero siempre con la misma determinación. Tenía que ser así, un combate de ida y vuelta, porque el Athletic invita siempre a atacar, de ahí que sea muy difícil que, con ese estilo, un partido del cuadro bilbaíno resulte aburrido hoy en día. Es precisamente ese empaque que han ganado los leones en el trato del balón, ese juego bonito que exhiben, la clase de la mayoría de sus futbolistas (Bielsa puso toda la artillería sobre el campo en la segunda parte), lo que da la verdadera dimensión del triunfo de Osasuna. Un equipo que -habrá que reivindicarlo ya, a solo doce jornadas para el cierre del Campeonato- sí está en puestos europeos, sí está a dos puntos de la Champions, sí está por delante de Atlético de Madrid, de Sevilla y... del Athletic maravilla. Por sí alguien no se ha enterado todavía, que todo pudiera ser. Un equipo que no llama la atención quizá porque está reconstruido sobre futbolistas anónimos; como Andrés Fernández, el portero que evitó el empate en estirada felina; como Lamah, tan incansable como precipitado en sus disparos; como los promesas Raoul y Omwu, el chico de Valtierra que se ganó una nueva oportunidad para reivindicar ante los futbolistas más pequeños que el club mira a los equipos de la Ribera y que a Primera también se llega pasando por Tajonar. En fin, se habló mucho días atrás de que Osasuna quiere un nuevo estadio. ¿Para qué? Nos quedamos en El Sadar, el viejo Sadar, donde los sueños todavía se hacen realidad.