osasuna, tras su paso por La Romareda, se mantiene en los puestos altos de la clasificación, pero no aprovechó la oportunidad de enfrentarse al colista para ganar y dormir en puestos de Champions. Y no lo hizo porque el equipo rojillo tiene un problema fuera de casa al que no logra meter mano ni encauzar. Ciertamente, el empate sumado es meritorio y más cuando estuvo a punto de perderlo a falta de cinco minutos del final, pero eso no debe ocultar la otra realidad, la que dice que este Osasuna es menos Osasuna cuando juega lejos del Reyno. Le falta agresividad, intensidad, y, sobre todo, convencimiento y confianza para luchar por las victorias, por los tres puntos. Sale a verlas venir porque el empate lo da por bueno desde el pitido inicial. Y como la táctica, por ahora, le funciona, sigue jugando a lo mismo aunque juegue con fuego en cada partido. Es el rey del empate, sobre todo fuera de casa, y sumar ocho puntazos lejos del Reyno de ese modo (no ha perdido más que cuatro partidos) también tiene su mérito.
Osasuna se tomó el encuentro de ayer sin prisas, sin pararse a mirar que enfrente estaba el colista o que necesitaba los tres puntos para afianzar sus opciones europeas. Según él, no era un encuentro para urgencias ni para demostrar nada a nadie. El que necesitaba dejar las cosas claras era el conjunto local, el Zaragoza, porque saltó al terreno de juego con pie y medio en Segunda y precisaba los tres puntos sí o sí. Sin embargo, este Zaragoza no está para nada. Se le ve un equipo entregado, sin agresividad ni competitividad. Está más por dejar pasar el año lo mejor posible y adaptarse a su nuevo estatus de equipo de Segunda. Se nota demasiado sobre el terreno de juego que da por hecho su descenso. En la grada, también.
A Osasuna hay que echarle en cara precisamente eso, que no supiese aprovechar esa gran oportunidad de lograr la segunda victoria fuera de casa ante un rival que camina sin freno hacia la categoría de plata. Y no pudo ser por la escasa presencia que tuvo el equipo rojillo en ataque, con un Raúl García menos participativo que en anteriores encuentros, con dos pivotes más apagados en tareas ofensivas, con unas bandas decorativas y sin un rematador claro. Quizá el problema de Osasuna fue que estaba más preocupado en no encajar goles que en marcarlos. En este sentido hay que ver el partido desde esa obsesión por regular y lograr la solidez defensiva desaparecida, porque al dúo de centrales Sergio-Roversio le costó funcionar y acompasarse, ya que al brasileño, fuera del equipo por lesión desde hace meses, se le notó demasiado la inactividad y la falta de acoplamiento con su compañero.
Los peores momentos para Osasuna fueron al inicio del segundo tiempo, una fase en la que el Zaragoza apretó y creó sus ocasiones claras para llevarse el partido, aunque el castigo por la especulación no le llegó hasta el minuto 85 con un golazo de Postiga. Sin embargo, ayer Osasuna tuvo el santo de cara, o mejor dicho tuvo enfrente un rival moribundo, que, en lugar de defender con oficio su triunfo, regaló un córner y un remate a Roversio que le permitió a Osasuna sumar ese octavo empate fuera de casa. En definitiva, el equipo rojillo no luchó por la victoria y desperdició una buena ocasión, pero se llevó un empate qu3e le hace seguir firme en la pelea por Europa.