La derecha se puede volver a estampar; ni sabe frenar ni tomar bien las curvas. Las encuestas aúpan al PP, pero ¿quién pone la mano en el fuego por una presidencia de Feijóo en 2026 o 2027? Mientras Ayuso haga de Ayuso, el progresismo periférico tiene dónde aferrarse. Ayuso, Aznar, Aguirre (A.A.A.) son el Cola Cao de las meriendas rojas, pero un día PP y Vox sumarán y veremos a la ultraderecha de brindis y a los antifascismos soliviantados. A buenas horas mangas verdes. La izquierda es capaz de destriparse en vivo, de rebanarse la panza a tajazos, y de anunciar con puño obrero y solemnidad burguesa que se coserá la barriga y qué ilusión de costurón.
No hay pócimas
La izquierda pura es como un cohete que se descompone según se aleja de la atmósfera. Mientras el PSOE se embarra entre estridencias y malos olores, ni Sumar suma, ni Izquierda Unida une, ni Podemos puede. Ese trío está exhausto y necesita una refundación y un cartel presentable. Hoy ni puede crecer hacia el centro, que es socialista, ni hacia la esquina, que se ha vuelto trashumante.
Con esa hemorragia, solo puede reagruparse, y ya va tarde. Si lo hace bien será otra cicatriz, pero no habrá torniquete con Díaz, Montero o Maíllo. El periodista Máximo Pradera, un tipo mordaz, ha escrito en X que “la situación es tan grave que (Nicolás) Sartorius debería encabezar la lista de la izquierda del PSOE”. “Es el único al que, por edad, lucidez y trayectoria respetarían todas las formaciones”. Sartorius ha cumplido 87 años, goza de lucidez y trayectoria, pero no son edades para heroísmos ni para salir al corte. La ocurrencia debería servir para poner el foco en intelectos más jóvenes –se habla de Bustinduy– pero ilustra la orfandad de un espacio que iba a comerse el mundo y ahora está hecho sangrecilla.
La ultraderecha es muy zafia, inevitablemente zafia, y contagia a un PP cada vez más iliberal, en la senda que Ayuso delimita a Feijóo
Ritmos
Hoy por hoy las opciones del progresismo pasan por ganar tiempo, coger aire con el fallo del Constitucional sobre la amnistía y confiar en los errores y las histerias de los adversarios. Porque la ultraderecha es muy zafia, inevitablemente zafia, y contagia a un PP cada vez más iliberal. Además, Sánchez y algunos de sus apoyos conservan capacidad pulmonar y vatios de potencia, y eso enerva a los sectores más reaccionarios. Así que esta derecha puede estrellarse de seguir adelante la legislatura; por eso sus prisas y ansiedades.
Salir del precipicio
Si la izquierda quiere tener opciones, el momento es aquí y ahora. La hecatombe de Ciudadanos en 2019 debería servir de aviso al conjunto de la nueva política, arrugada como una pasa. Ciudadanos no olía a remontada, como aseguró Arrimadas a la desesperada, sino a game over y sedes cerradas. En la izquierda aún hay tiempo para resetear la ruptura entre Podemos y Sumar, pero tendrán que rodar cabezas, y eso es traumático con tantos caídos por el camino.
Mientras, el derechismo sigue acelerando. Este domingo el PP celebra otra performance de abanicos y banderas. Feijóo sabe cuatro cosas importantes: que su cuello pende de llegar pronto a la Moncloa, que su partido compite con Vox, que Vox no se desinfla y que Ayuso se cargó a Casado. Así que a estas alturas del combate no habrá mucho hueco para la moderación y sí para el derrape. Es el signo de los tiempos. Ya no estamos solo ante “brechas por las que se cuela la ultraderecha”. Ya son ríos, afluentes y una densa calima.