a javi Gracia Carlos (Pamplona, 1 de mayo de 1970) le definen dos palabras: familia y fútbol. Son sus dos pasiones, los dos ejes de su vida. Nació un Primero de Mayo, algo que le gusta y le ha marcado mucho, sobre todo cuando era niño, porque "es un día que siempre es fiesta -explica Javi Gracia-. Aunque es el Día del Trabajador yo siempre tengo el recuerdo de niño de ser un día festivo en el que nos reuníamos toda la familia para celebrarlo. Es una costumbre que mantengo".

Estudió en diferentes colegios de Pamplona, aunque de 5º de EGB hasta COU estuvo en Irabia. Su infancia y su adolescencia las pasó en Pamplona, alternando estudios con su pasión por el fútbol: a los cinco años en el equipo de Salesianos (tres años en pista), luego en Osasuna hasta infantil A, y como no tenía muchas opciones de jugar, se fue al Chantrea en infantil y juvenil, hasta que lo fichó el Athletic para jugar en el juvenil de último año y luego en el filial de Segunda, donde estuvo tres temporadas. A los 18 años dejó Pamplona como lugar habitual de residencia, convirtiéndose a partir de esa edad en lugar de descanso y de vacaciones. Eso sí, esos 18 años le sirvieron también para formar una cuadrilla de amigos ligados al fútbol y de todos los barrios de Pamplona que aún conserva (ahí están Íñigo Martínez, José Antonio Sanz...). Paralelo a su actividad futbolística en Bilbao, empezó a estudiar Empresariales en la Universidad. Compaginó estudios, fútbol y mili -"la hice como voluntario para elegir destino"-. Fue demasiado. "No fui capaz de mantener el ritmo de mili, estudios y fútbol -asegura- y me cambié a estudiar una diplomatura de Técnico de Actividades turísticas. La saqué y por eso viajo tanto ahora (bromea)".

Del Athletic pasó al Lleida, con el que subió a Primera, firmando al acabar el curso por el Valladolid de Primera donde permaneció dos años. "En Valladolid -afirma- hice el fichaje de mi vida: mi mujer, Mariola". Con ella ha tenido tres hijos: Jon, de 7 años, y dos mellizos de 4, Mikel e Íñigo. Los tres nacieron en Pamplona, en la clínica San Miguel. No se separa de ellos y los cinco han viajado por todos los rincones donde ha entrenado, incluido Grecia. "Están muy viajados. El año pasado el mayor, que estuvo en El Huerto, tuvo que ir a un colegio griego y aprendió a leer y escribir y hablaba. También ha estado en colegio británico. Al final son niños muy pequeños, pero con mundo".

Tras su paso por el Valladolid, Real Sociedad (4 años), Villarreal (otros 4) y Córdoba de Segunda (2), inició su andadura como técnico: Villarreal juvenil, Pontevedra, Cádiz, Villarreal B en Segunda, Olympiakos Volou, Kerkyra, Almería y ahora Osasuna. Un trotamundos.

En Pamplona (vive cerca del lago de Barañáin) se ha estabilizado: Osasuna y familia. "Tengo la suerte de que mi afición es mi profesión. El poco tiempo libre lo dedico a estar con mi familia, con mis hijos, trato de ver más a mi madre (su padre murió hace dos años), a mi hermano, a mis amigos. Soy hogareño. Mi vida es fútbol, familia y amigos, poco más. Me gusta disfrutar de los hijos, que son pequeños, pero tengo poco tiempo para pasear con ellos. De entrenar, a casa, y de casa, a entrenar. Paso poco tiempo fuera, pero cuando salgo algo, ahora noto que la gente me conoce más. Antes pasaba desapercibido. Pamplona ha pasado de ser un lugar de desconexión y de disfrute a ser mi sitio de trabajo".