Viaje a lo desconocido
Osasuna viaja en un tren con billete sin destino definido. Lo peor es que es un ticket sin retorno. Es su sino en esta frustrante temporada tanto a nivel institucional y económico como deportivo. Todo va unido. La obra que está escenificando no es apta para aficionados sensibles.
Osasuna sigue ahí, en esa senda turbulenta, sin terminar de hacer un partido completo y en una racha interminable, con diez jornadas sin ganar, habiendo sumado 2 puntos de 30 posibles (2 de 18 con Mateo).
Y mientras no controle su irregularidad está condenado a sobresaltos. En este momento, a lo peor. Su partido de ayer en el Benito Villamarín ante el líder Betis fue un fiel reflejo de esa anomalía, ya que brindó unos buenos momentos de fútbol para sucumbir en los peores.
Su primer tiempo fue bastante bueno, pero sin llegar al notable alto. En líneas generales llevó el control del juego y del partido. Le bastó para ello estar bien armado y estrangular el fútbol del líder en su centro del campo a base de buena presión y destrucción sistemática de su juego, impidiéndole tener una buena salida de balón. Le obligó al rival a recurrir en ocasiones al balón largo, y la verdad es que Rubén Castro no está para correr demasiado o jugar con espacios abiertos. Por ello, condenó al Betis a hacer un primer tiempo pésimo, sin dar dos pases seguidos y practicando un fútbol demasiado primitivo como para asustar a nadie. No tuvo creación y estuvo a la espera de un acierto de alguna de sus individualidades, que las tuvo, pero que tampoco las aprovecharon. Fueron comprensibles las pitadas generalizadas de la hinchada bética a su equipo.
Sin embargo, una vez más, Osasuna no supo aprovechar esas deficiencias del contrario. No tuvo pegada y se perdió al borde del área por falta de calidad y de precisión, y eso que Adán y la defensa también dieron alguna facilidad para que los rojillos se hubiesen podido adelantar en el marcador.
Irse al descanso y llegar el despropósito fue todo uno. Paso del blanco al negro sin intermediación. Y eso fue obra del técnico del Betis, Pepe Mel. Supo leer el mal partido que estaba haciendo su equipo y puso la solución. Sacó al sub-21 Ceballos, retocó la posición de Portillo y le dio al centro del campo la vida que no tenía. Ceballos revolucionó a su equipo y el partido, poniendo en evidencia a Mateo y a Osasuna, que no supieron reaccionar a esa apuesta.
A eso se le sumó el inexplicable bajón físico que experimentaron los jugadores. Todo ello, aderezado con un colegiado, Gorka Sagüés, que debería tener pesadillas por su mala actuación, que perjudicó con claridad a Osasuna, tanto en el primer gol del Betis (pudo salir el balón del terreno de juego) como en el gol anulado a Vujadinovic. En caso de duda, contra Osasuna.
Todo sumó para que esa segunda parte Osasuna se diluyese y volviese a su pasado más nefasto, a su crisis existencial, a la incertidumbre de su futuro como equipo y como club. En definitiva, Osasuna pasa en una semana de la esperanza al pozo, del incremento de adrenalina a cuestionar todos sus principios, de estar en el camino correcto a ser cuestionado de verdad el equipo y el propio técnico. Su derrota de ayer, que se suma a su peor racha, hace que Osasuna y Mateo se jueguen parte de su futuro en el partido de casa del próximo domingo contra el Numancia.