Oviedo - Osasuna logró el objetivo de clasificarse para la promoción de ascenso en otra última jornada de nervios, si bien nada que ver con lo padecido hace un año. El equipo de Martín ganó en Oviedo, una exigente misión, goleó, todavía más difícil, y la composición de la quiniela de la jornada con los otros resultados favorables hizo el resto, dio el empuje final y redondeó el círculo. Había que cumplir con la parte esencial de la carambola y, al final, con los complementos indispensables, todo salió. Osasuna hizo méritos suficientes como para haber logrado un marcador todavía más abultado, pero le bastó. Metidos ya en esta nueva faena, Osasuna ya aspira a lo máximo, al ascenso, que es para lo que se ha llegado hasta aquí.
La consecución de la plaza para la promoción es el premio casi absoluto tras un año ilusionante. La agonía, el camino preferido de este equipo, que ayer volvió a lograr su objetivo caminando por el filo de la navaja. También es un modo de hacer feliz a esta hinchada fiel que ayer se volvió loca.
Martín y su equipo han realizado una temporada excelente, notable, en la que se han restablecido unos cuantos fundamentos que se habían ido diluyendo en el club. La apuesta por la cantera, obligada por la imposición de fichas de profesionales en la primera plantilla, también por convicción y estilo del propio entrenador, ha redundado en un rendimiento considerable y en una revalorización de la plantilla. El cambio radical de un año a otro en lo deportivo, en la consolidación de jugadores, en la riqueza que ello supone para el club, es otro de los éxitos de esta campaña.
Con altibajos, castigados por la exigencia de esta categoría física y táctica en la que incluso a la calidad le cuesta abrirse camino entre tanto músculo y disciplina, Osasuna ha desterrado también su imagen de equipo perdedor y en la planta de desmontaje -la crisis institucional anterior cooperó, y mucho, a ello- y se ha mantenido en los primeros puestos de la clasificación con suficiencia.
Con mucho trabajo por delante, el partido estaba pintado en blanco y negro, en todo o nada, sin matices o grises intermedios. Y Osasuna salió a meterse el resultado en el bolsillo. El equipo de Martín fue el dueño del juego y el fabricante de todas las ocasiones. Cinco oportunidades claras firmaron los rojillos antes del gol de Kodro. Esteban, el portero que estaba en aquel partido de hace 15 años que generó un litigio no concluso, salvó a sus yogurines en cuatro lances, algunos de ellos a disparos a pocos metros. En el enésimo ataque de Osasuna, en el minuto 37, todo encajó: el servicio raso de Roberto Torres, la pillería de Nino dejando pasar la pelota y el pelotazo inapelable de Kodro.
El donostiarra puso la guinda al partido solo un poco después, tras el paso por los vestuarios. El atacante siguió pisando con autoridad el campo del Oviedo y, en una jugada bien triangular a, se coló entre los defensas y forzó un penalti claro. Roberto Torres, el frío lanzador de penaltis, no falló y puso a todo el mundo en órbita. Todavía marcaría otro más el centrocampista de Arre y aún otro Oier, que ratificó que Osasuna hacía de sobra trabajo. Urko Vera también se sumó a la fiesta más allá del minuto 90. Después llegó el final y el suspense. El postrero gol del Girona en Ponferrada metía a Osasuna en puesto de play off. En la sexta plaza, al comandar el grupo de tres equipos empatados a 64 puntos, ya que en los enfrentamientos directos entre los rojillos, Alcorcón y Zaragoza, los implicados en la igualada, Osasuna salió mejor parado. Directo hacía la promoción de ascenso, con el Nàstic como primer rival.
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