Los caminos de Osasuna y Joaquín Caparrós, por algunas afinidades comunes, estaban orientados a cruzarse en algún momento, pero ninguna de las dos partes hubiera elegido este tiempo tan complicado y convulso. Las cosas han llegado de la forma que todo el mundo conoce y si ha habido algo más en la trastienda, algún día lo sabremos. Sea como fuere, los rectores del club le han dado al entrenador un caramelo envenenado; por un lado, le han contratado con el compromiso, obligación diría yo, de conseguir la permanencia en Primera (si no, no hubieran destituido al anterior técnico); por el otro, el utrerano debe ser consciente a estas alturas de que su éxito actuará como parapeto a las críticas a presidente y directivos, y que su fracaso (que nadie desea) pondrá contra las cuerdas y al borde del ko a Sabalza y su gente. Caparrós, como todo el mundo ha escuchado y leído, viene con la lección aprendida: no se ha saltado una línea del guión que habla de cantera, carácter, identidad... Tampoco esperábamos otra cosa. Ahora bien, el compromiso implícito de mantener la categoría por encima de cualquier otro debate da luz verde al entrenador a desnaturalizar el equipo y retorcer el discurso, secundarios ambos en esta nueva etapa ante el objetivo superior señalado por los dirigentes. Este es el nuevo marco y esas parecen las reglas del juego. A partir de aquí habrá que ver qué estrategia adopta Caparrós. Si tiramos de su hoja de servicios, no hay motivos para dudar de su gusto por dar oportunidades a futbolistas nuevos, la mayoría muy jóvenes, muchos menores de 20 años. Lejos ya su elogiado y notable trabajo en Sevilla y Athletic, en su etapa más reciente ha seguido tirando de chavales en Mallorca (Brandon, Pablo Villar, Took), Granada (Isaac Succes) y Levante (Jason Remeseiro, Víctor Camarasa), unos con más fortuna y recorrido después que otros. ¿Lo aplicará también a Osasuna? A día de hoy, está en el mejor lugar para hacerlo y también en el mejor momento; tanto en el Promesas como en el juvenil de División de Honor (líder aventajado del grupo tras ganar ayer al Athletic en ese pulso encarnizado entre canteras) hay materia prima abundante, no solo en número sino en calidad. Ya digo que el conflicto para el entrenador no es tanto dar cuerpo a futbolistas para el futuro sino esa otra imposición que lleva un peligroso lastre añadido de algo más de 40 millones de euros en ingresos y que ha sacado de sus casillas a los dirigentes del club.

Con todo eso en la mochila antes de comenzar a caminar, Caparrós arranca hoy una nueva etapa en Osasuna. Entre los beneficios que se otorgan al nuevo entrenador, el de hacer borrón y cuenta nueva está excluido por los acontecimientos todavía cercanos, la manera de afrontarlos y las formas de ejecutarlos. Sabalza y su corte decidieron dar portazo al proyecto que más había ilusionado a la hinchada en años: un discurso coherente con quien lo defendía porque hablaba desde el corazón de Osasuna al corazón del osasunismo. Pero esa filosofía (la que se cimenta en que son más importantes los principios que la categoría en la que compita el equipo) ha calado y para muchos es tan indestructible como necesaria para la regeneración del club y para armar una personalidad que le haga diferente e identificable en el mundo del fútbol. A nadie se le escapa que hay una herida y que sigue sangrando. Pero mientras cicatriza -porque esta es de las que deja marca por tiempo-, a cerrar filas con Caparrós, a animarle a que sostenga la mirada en Tajonar, a que el acierto le acompañe en sus decisiones y a desearle un periodo de éxitos. Que cuando diga adiós a Osasuna haya dejado mucha sustancia en nuestra memoria. Para que no le olvidemos como tratan de olvidar a otros. Ya saben, la memoria del fútbol...