pamplona - En uno de los encuentros más flojos de la temporada, Osasuna notó por segunda vez el escozor de la derrota, castigo que se ha movido en las dos oportunidades en las mismas coordenadas temporales. En el tiempo de descuento, con el último balón colgado en el área, un desajuste defensivo -en esta ocasión se le colaron en la fila a Aridane- le dejó a Osasuna sin ninguno de los puntos en juego.

Fue un partido lo suficientemente accidentado, con poco control del juego, tibia intensidad y demasiadas idas y venidas, como para que pudiera ocurrir cualquier cosa, ninguna buena. Sin embargo, ni en los peores planes de un pesimista confeso se vislumbraba un final tan descarnado, con un gol en el tiempo de descuento como premio increíble para un contrincante que estaba braceando contra el crono, con un jugador menos en el campo desde hace unos minutos. Ahí la determinación del Alcorcón fue un punto superior a la de los rojillos, que terminaron menos seguros, más descolocados.

Osasuna, que no se mereció semejante final, fue castigado en exceso por una derrota imprevista que tampoco esconde un encuentro muy discreto, con pocas luces en el último tercio del campo. Y eso que la reaparición de Fran Mérida resultó vital. El centrocampista, un jugador que sabe de filtrar balones entre defensas y fomentar el fútbol de ataque, le brindó a Osasuna una faceta goleadora que se erigió en el único agarradero de los rojillos.

Osasuna, que ha presentado como una de sus señas la solidez, no fue ayer este equipo rocoso y serio del resto del campeonato y, por contra, sucumbió en lo que hace unos días resultaban acciones impensables. Un pase a la espalda de los centrales con un zaguero clavado validando al atacante rival; un remate concedido en el área pequeña tras un rechace, y un cabezazo a placer en el tiempo de descuento fueron los deméritos que condenaron a este Osasuna ayer descosido.

No fue un partido muy distinto a los que se estilan en la temporada aunque, en esta ocasión, el primer acto resultó soporífero, también un calco de lo que circula en Segunda División: duelos cerrados y a cara de perro, con todo el mundo dejándose la piel hasta el último aliento. Tras el primer incidente de la lesión de David Rodríguez, lo futbolístico sí enseñó a un Osasuna con ganas de mandar pero muy impreciso, frente a un Alcorcón combativo y sin miedo con la pelota, pero también poco acertado.

Sin tino de todos los contendientes, tampoco resultó extraño que no hubiera pases ni conexión alguna en la jugada del gol de Fran Mérida y fuese, más bien, un solitario ejercicio de convicción. El centrocampista le birló la pelota a Errasti -también le pudieron pitar falta por su acometida- y se marchó sin oponentes de por medio hasta la frontal del área, desde donde cruzó un zapatazo a gol con el veneno extra que suelen llevar los disparos rasos. No había habido juego y Osasuna se marchaba al descanso ganando, todo un síntoma de poderío, o de viento favorable...

Los sucesos se desencadenaron en una segunda mitad en la que se abrieron las puertas y abundaron los goles dentro del sopor general. No había acabado de funcionar Osasuna tras una puesta en escena sorprendente, con los tres delanteros desde el principio -Mateo se vio obligado a relevar a David Rodríguez tras sufrir un coscorrón a los dos minutos- y Sebas Coris reinventado como lateral derecho, y no lo iba a hacer después. Primero llegaron los accidentes, que acabaron con Sergio Herrera en el hospital tras un rodillazo en la cabeza, y después el naufragio defensivo. A Osasuna le empataron en el tiempo que anduvo el meta rojillo noqueado poco antes de marcharse en camilla, y creyó después en la victoria con el segundo gol de Fran Mérida. El centrocampista ofreció una exhibición en el golpeo como reingreso en el equipo después de tres partidos de sanción.

Los quince minutos finales se le convirtieron a Osasuna en un larguísimo y tortuoso camino hacia la derrota. Primero se derrumbó en defensa con el gol del segundo empate, obra de Sangalli, y sufrió de lo lindo para detener al atacante guipuzcoano y a Jonathan Pereira en lo que siguió. Un zarpazo de Quique en el lanzamiento de una falta ante un Alcorcón ya con diez fue de lo poco rescatable de un segundo tiempo anodino, en el que se fueron los tres puntos por no saber defender el último balón, por haber bajado el pistón. Nada nuevo en la Segunda División, donde hay lecciones a cada jornada.