El legado Ezcurra
Con ocasión del reciente fallecimiento de Fermín Ezcurra, se han prodigado manifestaciones elogiosas con respecto a sus 23 años como presidente de Osasuna. Algunos meses antes había fallecido también a mucha edad José Delfín Biurrun, exabogado del Ayuntamiento, que fue su mano derecha durante ese periodo, en el que Osasuna construyó el actual estadio bajo la dirección del arquitecto Arrarás y tuvo una época deportiva muy positiva. Yo quiero añadir tres consideraciones anecdóticas, pero significativas, a todas las que, bastante interesadamente en algún caso, ya se han dicho.
La primera consideración es que el legado de Ezkurra no comprendía solo el estadio y Tajonar, sino que también estaba constituido por las instalaciones del club contiguas al estadio, que fueron vendidas y dilapidadas de mala manera por las desastrosas juntas posteriores. Sería una investigación muy provechosa y digna de una tesis doctoral de la historia de la corrupción endógena foral la comparación entre el precio pagado por el último adquirente de dichos terrenos, que fue la Comunidad Foral de Navarra, y el dinero que entró en el Club Atlético Osasuna. Apuesto a que dos a uno.
La segunda anécdota es que Fermín Ezcurra era admirado porque, habiendo entrado de chaval botones en la Caja de Ahorros Municipal, había llegado a ser director general de dicha entidad. Lo cierto es que la inmensa mayoría de su carrera y promoción profesional había consistido en ser el subdirector y uno de los lugartenientes de Miguel Javier Urmeneta en dicha caja. Quienes le conocimos en el ejercicio de aquellas funciones sabemos de su extremada discreción y prudencia. Conocimos también su ascenso a director general, cuando dimitió -inesperadamente para la mayoría- el señor Urmeneta. Se abrió la convocatoria para suplirle, siendo elegido por mayoría de votos el señor Sarasa, el cual fue literalmente aterrorizado por las declaraciones en el medio de mayor influencia del entonces presidente del Gobierno Urralburu al día siguiente, por aquello de que en Navarra no podía ser director general de una caja quien hubiese sido elegido por votos de abertzales y del rojerío. Una de las consecuencias del cambio es que ya no asustan tanto por mucho que becerreen. Quedó de director el primer subdirector, el señor Ezcurra. Pero algunos pocos años más tarde, cuando le defenestraron de malas maneras para designar a un director con contrato blindado -el cual luego con toda la razón cobró el blindaje-, el único voto a favor fue el nuestro y él lo recordaba. “No me pusisteis, pero tampoco me echasteis de mala manera”. Y le contestábamos, no sin melancolía, que el blindaje lo debieran de pagar quienes así lo impusieron. ¿O no?
Una tercera consideración anecdótica es que la verdadera lección de la gestión de Ezcurra, Biurrun y compañía es la de que no se merendaban la cena. El subdirector de la Caja y el abogado municipal fueron puestos en esos cargos para garantizar la gestión económica y la devolución de los préstamos para la construcción del estadio. Porque también de antes de su mandato otra historia de despilfarro o dilapidación y mala gestión, como fue la derivada de la venta de los terrenos del anterior estadio de San Juan, que debería haber supuesto cuantiosos ingresos para el club, porque dichos terrenos estaban en medio de lo que hoy día es Donibane-San Juan. También aquí habría tema para otra tesis. Según cuenta la leyenda urbana, aquellos terrenos habían sido regalados al club por una familia de antecedentes indianos de Muguiro-Larraun, pero, tras desprenderse de ellos, el club tenía que endeudarse para hacer el nuevo estadio y Urmeneta y la caja necesitaban garantías de toda índole para la devolución de los préstamos. Más tarde, mucho más tarde, cuando todos los demás equipos tenían deudas y Osasuna, en cambio, tenía ahorros “colocados a rédito”, Ezcurra y los suyos se quejaban de que las subvenciones a los clubes fuesen para pagar intereses y ellos fuesen penalizados por la buena administración. Y es que también entonces había en las altas esferas deportivas personajes ineptos, caciquiles y tramposos.El autor es abogado.