Una derrota muy dolorosa
FRUSTRACIÓN EN EL SADAR | El oportunismo de Borja Iglesias y la espectacular actuación del portero Cristian Álvarez liquidan a un Osasuna mucho mejor ante un Zaragoza afortunado
PAMPLONA.- Osasuna sufrió uno de esos partidos que aborrecen los equipos, que figuran en el catálogo de espantos de la temporada y que duelen con sólo mirarlos. En uno de los mejores encuentros en mucho tiempo, con una producción ofensiva excelente y un juego a buen nivel, el conjunto de Diego Martínez sufrió un severo varapalo. El Zaragoza, dominado casi siempre y triturado durante muchos minutos, logró la victoria tras dos fogonazos protagonizados por su futbolista estrella. Borja Iglesias remató dos veces entre los tres palos y en las dos ocasiones el balón terminó en gol. Fueron además dos acciones puntuales, en las que el conjunto aragonés sacaba la cabeza ante el mando absoluto de los rojillos.
En un partido con nula clarividencia en el remate, a Osasuna le comenzó a birlar los tres puntos su falta de acierto y la gran actuación del portero rival. Cristian Álvarez, el meta argentino del Zaragoza, firmó una tarde perfecta porque todo lo que cayó sobre su portería fue detenido o rechazado. Fue igual que le probaran desde cerca, de lejos, con el balón parado o fruto de la sorpresa, el cancerbero ofreció ayer un recital que quedará en lo más alto en su trayectoria profesional porque hay pocos días en que todo, todo, se hace bien.
Aunque sometidos por el dictamen de los dos anteriores, también capturaron su cuota de protagonismo el árbitro y el delantero rojillo Quique. El primero incidió en la historia del partido con un gol legal anulado en el primer tiempo, con el empate sin goles brillando en el marcador. El segundo fue el mejor ejemplo de la impotencia de Osasuna. El atacante, que fue el jugador al que se le anuló el gol, protagonizó media docena de oportunidades sin premio que casi siempre tuvieron como final las manos o el cuerpo del portero del Zaragoza. El atacante quizás deba consolarse deduciendo que peor no le pueden ir las cosas otro día y que el encuentro de ayer debe ser el colofón de estas jornadas desgraciadas, con lo que ya sólo le queda mejorar.
Al margen de la peculiaridad de la derrota de ayer, un tropiezo muy doloroso, en el que se hicieron muchas cosas bien para ganar y no se cosechó sino una sonora decepción en un encuentro de rivalidad, los efectos de la derrota son los que deben preocuparle a Osasuna. La clasificación ha comenzado a resentirse y habrá que evitar que el desconsuelo haga mella en el ánimo. Descolocado de la lucha por los primeros puestos, los rojillos están ahora obligados a apretar el paso de verdad y esto se erige como un nuevo reto para lo que resta de torneo. Que se empezó con el ascenso como objetivo único del proyecto tampoco hay que olvidarlo.
El partido fue la construcción de una frustración. Toda la fortuna le sonrió en el primer tiempo al Zaragoza, que vio desesperarse a Osasuna ante el aluvión de ocasiones desperdiciadas, fundamentalmente frustradas por las intervenciones de un acertado Cristian Álvarez, el meta del conjunto aragonés. El argentino fue fabricando poco a poco lo que iba a ser una actuación estelar y se mostró insuperable ante un Osasuna que, tras un inicio de partido tibio, le puso más revoluciones a su marcha y se hartó de asediar y rematar sobre la portería rival.
Quique fue el damnificado especial del portero del Zaragoza. El delantero rojillo, que anda desde hace algunas jornadas con la fortuna esquivándole, vio cómo en cuatro oportunidades se cruzó Cristian en sus remates. Alguna de sus intervenciones fueron prodigiosas, como la firmada a pocos minutos del descanso donde, a bocajarro, se quedó con el balón cuando lo más difícil era que no entrara.
Para una vez que logró superar a meta del Zaragoza, el árbitro erró en su decisión y anuló por fuera de juego el gol marcador por el atacante. La situación la había provocado Borja Lasso, con un pase excelente que, por su rapidez, debió descolocar al juez de línea que apreció un fuera de juego inexistente en el momento de recibir el balón. Mascullando que no había justicia en el marcador se fue Osasuna a los vestuarios tras haber barrido al Zaragoza, que se limitó a estar agazapado, arrinconado por el temporal
Diego Martínez fabricó una alineación con novedades -el regreso a la titularidad de Fran Mérida, Clerc y Kike Barja- y también un perfil nuevo por las características de sus futbolistas. Con extremos, hombres de banda, caso de Kike Barja y Rober Ibáñez, se creaba un Osasuna centrador y vertical, con arsenal por los costados y con un solo delantero de referencia, el contrariado Quique. Lo cierto es que al Zaragoza se le complicó el partido con esa disposición, aunque con Cristian con la estrella encendida, daba igual.
Dos grandes intervenciones en dos minutos, ante Kike Barja y Borja Lasso, dos auténticos paradones, dejaron temblando al Zaragoza, pero también con mal cuerpo a un Osasuna que no encontraba el camino del gol.
Mucho más sencillo lo tuvo el conjunto aragonés que le bastó una contra por la banda derecha de su ataque para que, tras un desajuste defensivo, Borja Iglesias confirmara su condición de ariete peligroso. El primer tiro de peligro entre los tres palos hería de muerte a Osasuna que, aunque prosiguió con un honrado asedio, creando ocasiones con Quique como protagonista -dos más firmó-, recibió el último golpe con un nuevo gol del delantero, también en un contragolpe, con los rojillos volcados sobre su portería, desencajados por tanto infortunio.
Lo que comenzó como una larga carrera de fondo por el ascenso ahora reclama esprintar.
OsasunaZaragoza
10Tiros a puerta3
7Tiros fuera2
9Ocasiones de gol1
9Faltas cometidas17
49Balones al área9
12Córners3
2Fueras de juego1
66%Posesión34%
1Intervenciones del portero9
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