PAMPLONA. - Osasuna no ha cambiado y mantiene en el recién estrenado 2019 las maneras de equipo insuperable en su estadio, capaz de remar contra un marcador desfavorable sin que se le mueva un pelo ni le tiemble la confianza.

Frente a un equipo de la zona alta, ante un rival directo, el conjunto de Arrasate completó al enésima remontada de la temporada para llevarse los tres puntos, meterse con autoridad en los puestos de promoción y presentarse, incluso, como uno de los aspirantes al ascenso directo. Con todavía media Liga por delante, este Osasuna lleva un tiempo emitiendo señales de conjunto recio, grupo compacto, que ha llevado una progresión paulatina que no ofrece dudas acerca de su mejoría. Los rojillos han pagado el peaje de la adaptación al nuevo entrenador y a su estilo y su actual estatus viene rumiado en una larga digestión, tras un proceso más o menos lento.

Con más hechuras de equipo, con la posibilidad de intercambiar jugadores sin que salte el puzzle por una mala elección, Osasuna tumbó a un enemigo directo con una autoridad pasmosa e, incluso, le perdonó un marcador mucho mayor que favoreció un final más o menos nervioso en esta categoría en la que abundan los sustos. Definitivamente cómodo en El Sadar, con una confianza evidente en lo que se hace, el conjunto navarro sumó su sexta victoria consecutiva como local y no escondió que este va a ser un argumento irrenunciable, vital para la consecución del máximo objetivo por el camino que sea.

Condicionado el partido de nuevo con un gol en contra, lo mejor de Osasuna estuvo en la frialdad, que es convencimiento, a la hora de afrontar los minutos siguientes al tanto del Cádiz. El equipo andaluz tiró de su manual para fabricarse la acción ya que, a la pérdida de un balón en el centro del campo por parte de los rojillos, siguió un contragolpe rapidísimo con Jairo al sprint que terminó con trallazo a la red de Álex Fernández. Los gaditanos acertaron a la hora de crear una situación de desequilibrio suficiente en la que hubo demasiada atención sobre el extremo y descuido ante la llegada de la segunda oleada. La mala.

El gol llegó a los veinte minutos pero para entonces Osasuna había realizado un buen partido con balón. Abundó el juego de apoyos, buscando las bandas o el interior, y hubo también cuidado en las pérdidas que, salvo en la acción del gol del Cádiz, no se produjeron en exceso.

Los rojillos se pusieron definitivamente a los mandos del partido tras la diana en contra y quince minutos después de encajarla ya habían volteado la situación. La seguridad en el despliegue, la facilidad para herir a su rival, pintaron ayer la imagen de uno de los Osasuna más sólidos en su estadio.

Dos interpretaciones del juego distintas llevaron a los hombres de Arrasate hasta el gol. En el tanto del empate, Osasuna buscó la entrada por la puerta principal y una genialidad de Juan Villar abrió portería a Rubén García desde la frontal del área. En el de la remontada, las habilidades tradicionales del juego por el carril, con el desborde y centro de Kike Barja, permitió el remate de otro de los enchufados con el gol, Roberto Torres. Tan campante, con alguna oportunidad perdida para haber tenido más oxígeno en el marcador, se marchó Osasuna al descanso ofreciendo la sensación de desnivelar el partido en cuanto se lo propusiera, sin pestañear.

Arrasate se había guardado una sorpresa mayúscula a la hora de montar la alineación. La ausencia de Clerc en el lateral izquierdo ofrecía varias alternativas, anunció en la víspera del choque. Nadie acertó a traducir con corrección el aviso porque fue Íñigo Pérez, centrocampista nato y uno de los de la manija de este equipo, quien fue reconducido al flanco izquierdo. Una maniobra sorprendente, algo más que el cambio de hombre por hombre, porque las características del txantreano si le podían hacer flaquear en el plano defensivo -para nada, porque tuvo colocación y sentido del juego-, le otorgaban a Osasuna temple con la pelota, proyección de balón y profundidad. Sin un extremo claro por su costado, la decisión quedaba validada.

Tras el paso por los vestuarios, los rojillos no cambiaron su predisposición y, salvo un par de acometidas del Cádiz y unos minutos de cierto bajón, el encuentro siguió bajo control y sólo le faltaron los goles. Las ocasiones clarísimas de Roberto Torres, Juan Villar y Nacho Vidal, en duelos con el portero, incluso una intervención de la defensa ante un Kike Barja que estaba presto a marcar, condenaron a Osasuna a vivir un final del partido pendiente del marcador por la mínima diferencia. Las contras del Cádiz no fueron tan picantes como en el primer tiempo y los rojillos también supieron llevar la determinación suficiente a estos lances de ataque rival.

Incluso con menos agobios que en anteriores encuentros, gestionando la diferencia, Osasuna dio carpetazo a la sexta victoria consecutiva en casa. La fiesta en El Sadar parece que no quiere terminar.