pamplona - En uno de los encuentros menos agraciados de la temporada en El Sadar, Osasuna se llevó los tres puntos ante un rival muy reservón y se marcha directo a compartir el liderato con otros equipos, a estar ya con los mejores, con los candidatos a lo máximo. En un partido poco atractivo por la ausencia de ocasiones y por muchos minutos de atasco indiscriminado, le correspondió a Rubén García sostener a Osasuna en su racha de victorias como local y sacar todo el premio de una cita importante por la altura del visitante. El Granada, uno de los equipos con el que empatan los rojillos en el primer lugar, no estuvo en el perfil que se espera de un aspirante al ascenso porque, como los conjuntos pequeños, llegó a empatar y acabó perdiendo. Tampoco sorprendió su discreto montaje.

Osasuna volvió a creerse capaz de todo en su domicilio y ayer supo tragarse un guión muy pesado. Se mantuvo equilibrado en la pelea cuando no se veía por dónde se podía jugar, demostró carácter cuando el encuentro se enredó en varias acciones de tensión y continuó trabajando con ritmo y ambición, a pleno bombeo de oxígeno de sus futbolistas, para buscar la victoria hasta el final y ganar. También debe haber partidos horrendos en la historia de una Liga y ayer el de El Sadar no fue el de los mejores.

Había un morbo mediano, casi nulo, por la visita de Diego Martínez a su antiguo estadio. El técnico, en la temporada que estuvo en Osasuna, no hizo vínculos emocionales ni futbolísticos suficientes como para que escociera su presencia. Uno de esos entrenadores que no supo aprovechar su oportunidad, nada más, nada grave, nada sentido, nada de nada. A eso salió a jugar el Granada, a navegar mientras se pudiera y, quizás, llegar a puerto por sorpresa. Demasiado pobre para un equipo con plantilla para plantear partidos con más donaire. El Granada había llegado a cerrar todos los caminos, también los propios, y eso se notó. Después de un inicio más o menos costoso, Osasuna se acabó haciendo con el dominio. Tuvo más posesión de balón y también dispuso de las ocasiones más claras. El Granada, como fue Osasuna con el anterior técnico, salió en el primer tiempo a no perder, a no meter la pata y a esperar si caía alguna por allí. Su única oportunidad la tuvo al poco de empezar, en un córner de Vadillo que no encontró rematador y se marchaba hacia el fondo de la portería si no media la cabeza de Clerc.

Incomodado por la espesura que jugadores en campo propio que amontonó el Granada, Osasuna ya estaba carburando para el primer cuatro de hora, entrando por las bandas, buscando la portería desde la frontal del área. Los rojillos tuvieron que digerir además de la pesadez de su rival, circunstancias del juego que no le favorecieron. Entre faltas y tarjetas, el partido se volvió sorprendentemente nervioso, con los protagonistas más preocupados en protestar y recriminar que por jugar, cosa que no le convenía a Osasuna.

El equipo de Arrasate recuperó la templanza para terminar el primer acto con dos ocasiones claras en su haber, una firmada por Rubén García, que no conectó con fuerza el remate delante del portero, y otra obra de Juan Villar. El delantero controló, oteó y bombeó desde treinta metros para buscar la sorpresa, pero el portero del Granada evitó un gran gol enviando a córner. No cabía duda de que Osasuna estaba en disposición de funcionar como siempre, pero que el empecinamiento del rival por no ofrecer un metro también era un problema añadido que superar.

El equipo de Arrasate tiene muy interiorizado su papel y el segundo tiempo prometía el aumento de las revoluciones. Sin embargo, no mejoró el encuentro en cuanto a emociones y sensaciones. Sin noticias del Granada y con Osasuna, un pelín más acelerado que de lo habitual, con menos acierto a la hora de conectar en los últimos metros, en donde se cuecen los resultados. El técnico rojillo animó a su equipo con dos cambios de golpe, con Íñigo Pérez y Rober Ibáñez, buscando incidir en un partido que por el rival, cada vez más recluido en su campo, no se iba a mover un ápice. A Osasuna le premió su constancia porque generó un fallo en otra internada. Un defensa despejó mal, pero todo el mérito quedó para Rubén García, espléndido en el golpeo desde el borde del área, un bombeo que recordaba a una folha seca, esa subida y bajada inmediata de la pelota para llegar a puerta. No tembló Osasuna en los minutos finales ante un Granada que quiso sacar premio por las bravas tras muchos minutos siendo muy tacaño. Osasuna ya está con los que se van jugar el ascenso directo. Llega otro reto y quedan cuatro meses para no perder el paso.