pamplona - Osasuna logró un punto frente al Barcelona que, aunque suma lo mínimo, tiene un valor apreciable porque recompensó a un equipo fogoso e inconformista, que fue capaz de borrar las virtudes de un contrincante de alcurnia y, lo que es más importante, sin darse en ningún momento por vencido. Osasuna hizo méritos suficientes para no perder ofreciendo además una imagen excelente de equipo organizado, con un plan bien preparado desde el banquillo y con un espíritu ensanchado por le fuerza una afición que ha recuperado la memoria de El Sadar. Jugadores, este técnico, los seguidores rojillos han edificado los cimientos de este estadio que es por fin el de antes, y el de antes causaba mucho respeto. Veintisiete encuentros sin conocer la derrota hablan de una fortaleza incuestionable.

Osasuna encadena tres jornadas sin perder y acumula buenas sensaciones cuando todo está muy verde en el torneo. Con jugadores todavía fuera de forma, con otros también cogiéndole las medidas a esta categoría, Arrasate y su cuerpo técnico mantienen una habilidad en la dirección del grupo que permite partidos como el de ayer, en que las numerosas virtudes del campeón de Liga se ven diluidas por un planteamiento acertado. Osasuna tiene un guión y sabe cómo aplicarlo, algún día no saldrá la apuesta por los múltiples factores que entran en este juego con rivales mejores, pero hay una senda clara por la que avanzar.

Ayer, a pesar de puntuar, el Barcelona tuvo pocos minutos de mando auténtico sobre el partido. Abrumó por los datos de posesión de la pelota, pero su incidencia real se redujo a la decena de minutos del segundo tiempo en que remontó a Osasuna.

Solidarios los jugadores y organizado el grupo, el mejor modo de montar un equipo, Osasuna realizó en el primer tiempo una demostración de un excelente trabajo coral. Si a la presión descarada en el campo del Barcelona y al repliegue sereno en el terreno propio se une un gol, es que el guión va viento en popa.

No había pasado nada en el partido cuando Osasuna se cobró el premio. Andaban un poco revueltos los defensas del Barça porque la jugada fue la consecutiva a la de un córner, y en los saques de esquina hay papeles asignados. Y así, tras un par de pases, Brandon centró con primor desde la banda derecha y Osasuna se encontró a dos rematadores a su disposición en el área blaugrana. A Roberto Torres no le tembló la bota izquierda para firmar de un cañonazo el gol.

A pesar de que el tanto llegó a los siete minutos, con todo por hacer, no hubo reacción del Barcelona. Incomodado hasta la extenuación, con el balón en su poder hasta la saciedad pero para nada, los jugadores de Valverde fueron incapaces de conectar. Ni un chispazo de peligro sobre la portería de Rubén, tranquilísimo y sin trabajo. El planteamiento de Osasuna había tenido mucho que ver para desdibujar al Barça en los primeros 45 minutos. Se había corrido mucho, empujado más con el retorno de Oier en el eje, también con el trabajo de Brandon sobre Busquets y la puesta en escena guerrera de todo el equipo. Por esto, también había que ver cómo se andaba de fuerzas en la reanudación porque el Barcelona es un gigante.

La fatalidad en los partidos contra los equipos grandes suele adquirir dimensiones imprevistas. Por eso, cuando Ansu Fati, el chaval de 16 años, marcó de cabeza para meter a su equipo en el partido y encima colocar su remate en los documentales de la historia azulgrana y de la Liga por su juventud, el encuentro se nubló. Y cuando Arthur, otro de los integrantes del plan B de Valverde, remontó el marcador tras un desajuste defensivo de los rojillos, curiosamente el partido iba a comenzar la conclusión una fase, la del dominio blaugrana.

En el inicio del segundo tiempo se habían cambiado los papeles del primero y el conjunto rojillo se había transformado en el equipo incomodado. Tras el gol de la voltereta, sin embargo, apareció el Osasuna resistente, rebelde, irreductible, el que no se acaba de creer que tiene que perder, y la contienda comenzó a circular de otro modo. De hecho, desde que marcara Arthur, el Barcelona volvió a ser ramplón y deambuló por su fútbol por el desierto. Su única ocasión desde entonces, eso sí, fue una clarísima y con tintes de definitiva. Fue en el minuto anterior al inicio del descuento, cuando Carles Pérez se encontró solo ante Rubén y, con todo a su favor, le dio al portero la opción de sacarle milagrosamente la pelota.

Con el gol de Arthur, casi se despidió un Barcelona raquítico al que Osasuna le creó un buen número de problemas hasta que logró el empate. Recuperando oxígeno y fuerzas, a la carga como estaba también la afición desde la grada, el equipo de Arrasate fue molestando de forma creciente al Barça, con remates de Brandon, Roberto Torres en tres ocasiones y Juan Villar hasta que llegó la jugada del penalti. Todo el mérito en la acción hay que dárselo a Oier, que siguió hasta el final un balón aparentemente perdido, llegó a centrarlo y dio en la mano de Piqué. A Roberto Torres no le asustó Ter Stegen.

Sólo el temor a la calidad del Barcelona hizo vivir a a los rojillos los minutos suplementarios con el corazón en un puño. Algo normal y lógico. También el Barça temió en este tiempo añadido, porque ya sabía que Osasuna nunca se rinde. Las cosas que pasan en este nuevo Sadar.

OsasunaBarcelona

4Tiros a puerta4

5Tiros fuera1

2Ocasiones de gol2

13Faltas cometidas8

20Balones al área25

4Córners2

1Fueras de juego2

25%Posesión75%

2Intervenciones del portero3