No es que seamos especialmente alonsistas por este rincón, pero hoy toca echarle unos elogios. El primero es que, sin tener la menor obligación, ha atendido a diario a los periodistas que siguen el Dakar, con lo molesto que tiene que ser eso después de la paliza de cada etapa. Y, en segundo, que todos los que le han visto en la IndyCar, las carreras de 24 horas y ahora el Dakar coinciden en que nunca va por la vida de megacampeón divino de la Fórmula 1, sino con la humildad del debutante, preguntándolo todo sin darle vergüenza admitir su ignorancia, dejándose aconsejar y trabajando en equipo, que es como se consiguen los buenos resultados. Y cuando no se logran, como en el Dakar 2020, reconociendo la superioridad del resto y todo lo que le queda por aprender. Aquel arisco veinteañero que ganó dos Mundiales de F1 con Renault ha madurado y se ha hecho más grande en lo deportivo y en lo personal.